"No olvides llamar a mis abogados con ridículas demandas", cantaba en un inglés cuasi ininteligible el rubio californiano, en el momento en el que su madre abrió la puerta y se desplomó en el interior del dormitorio del estupefacto quinceañero.
Lo primero que hizo Gabriel fue tirar el porro por la ventana y aunque inmediatamente acudió a socorrer a su madre, fue demasiado tarde. No consiguió que reaccionase, no abrió los ojos.
Antes de perder los nervios por completo, intentó reanimar a su madre con las técnicas de primeros auxilios que había aprendido en el campamento scout al que fue el verano anterior. Nada. Ni con la respiración boca a boca ni con el masaje cardiaco. Su madre no respiraba.
-No llames a urgencias-
La orden de su padre, que desde el pasillo observaba la situación con el cuchillo en la mano, sonó como una amenaza, más que como una prohibición.
Al ver el enorme cuchillo manchado de sangre en la mano derecha de su padre, Gabriel instintivamente buscó las heridas en la espalda de su madre. Y las encontró. Su padre siguió hablando, cosa que aprovechó para ejecutar su espontaneo plan, tan agil como inteligentemente.
-La comunidad de Madrid no ha aceptado nuestro proyecto. Le han dado el contrato a otro estudio de arquitectura. Se lo estaba contando a tu madre y a la muy egoísta solo se le ocurre preguntarme como vamos a hacer para pagar los plazos del coche nuevo. Los del BMW. Ese coche lo compré para llevarla a ella a los sitios que llevábamos toda la vida soñando con conocer. Ese coche era la carroza para mi princesa, pero eligió el peor momento para recordarme las letras. No me quedó más remedió que hacerle callar de un bofetón y empezó a gritarme. Ya sabes como se pone. Le han comido la cabeza con eso de la igualdad, la paridad y demás chorradas y aquí, el que se deja la piel con los planos, las obras y las reuniones soy yo. El que cada día echa más horas que un tonto buscando contratos para el estudio, que permitan pagar la hipoteca, las letras de los coches, las vacaciones, la ropa, la comida y todos los caprichos de tu hermana y tu madre, soy yo.-
-¿Y por eso le has apuñalado?-Preguntó Gabriel entre lágrimas.-Eres un asesino papá. Estoy harto de ver esto en el telediario todos los días y nunca pensé que pudiese pasar en nuestra familia. Vale que a veces discutíais, como todo el mundo, pero tu eres arquitecto, una persona con cultura y con educación. Sé, que la vez que pegaste a mamá, fue, según dijiste, por culpa de las copas que habíais tomado en la fiesta del estudio y porque mamá se lo había buscado sola, como ella misma reconoció mientras se ponía el hielo en el párpado para bajar la hinchazón. ¿Pero esto? ¿También se lo ha buscado?-
-Tu madre me ha devuelto el bofetón y te juro que esto ha sido en defensa propia.Yo no quería matarla. El cuchillo lo había cogido ella y me estaba amenazando con él. Nos hemos peleado, se lo he quitado y en la trifulca y sin querer, se lo he hundido en la espalda. Yo no quería matarla, hijo. Si no preparamos una versión creíble de un accidente en la cocina, los de la ambulancia van a avisar a la policía y me van a detener.
Ahora las mujeres son las que mandan y han conseguido que ni se escuche a los hombres. Lo primero que hace la policía en estos casos es meter al hombre en la cárcel a la espera de juicio y ya se ocuparán la prensa y la opinión pública de condenarme. Y ¿Qué va a ser de tu hermana y de ti? ¿Quien se va a ocupar de vosotros? ¿Quien os va a comprar la ropita y los libros? ¿Quien os va a pagar las clases de inglés y el gimnasio? Me necesitáis.-
Gabriel, tragó saliva y entre dientes, mirando el cadáver de su madre en el suelo del dormitorio, pronunció con infinita tristeza y el mayor de los desprecios -La necesitamos a ella, papá. Y nos la has quitado. No te preocupes, la policía debe estar de camino. Mientras hablabas he marcado el 091 con el móvil que me compró mamá por reyes y lo han escuchado todo. Seguramente habrán localizado la llamada a través del gps del Iphone y no tardarán en llegar.-
El sorprendido homicida, comprobó que en efecto, el teléfono de última generación de su hijo estaba conectado con el 091 y que en cuestión de minutos, su vida se habría ido a la mierda.
Consciente de que no tendría defensa posible, apoyó el cuchillo contra la pared y se arrojó contra él, clavándoselo en el pecho a la altura del corazón, falleciendo en el acto.
-Eso antes, papá. Antes de clavárselo a mamá, te lo podías haber clavado tu, pero no te preocupes. Yo cuidaré de la peque. Yo seré su padre y su madre y gracias a todo lo que he aprendido de mamá, lo haré mejor que tu.-
Antes de que la policía llamase a la puerta, Gabriel arrojó el hachís que le quedaba por la ventana y se prometió a si mismo que ni volvería a fumar porros, ni volvería a irse de botellón. Su hermana lo necesitaba.
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