miércoles, 20 de julio de 2016

Místico.

Creo que esto del misticismo no lo terminan de asimilar en mi pueblo. Si comprendiesen lo intrínsecamente espiritual del concepto, no me habrían corrido a boinazos mis "quintos" y seguramente me habría librado del chapuzón en el pilón de la plaza.
Si bien es cierto que durante muchos años, durante los meses de verano en que volvía a la casa de mis abuelos, socializar con los amigos de allí, consistía únicamente en jugar al mus, beber unos vinos en las bodegas y requebrar a las mozas en los bailes durante las fiestas, puede que este año me haya ganado a pulso la reacción de los vecinos.
Ya el primer día que salí a hacer Tai Chi a la plaza me miraban con unas caras muy raras, incluso Mariano,el carnicero, me preguntó si es que me estaba quedando sin pilas.
Cuando extendí mi esterilla en el frontón para hacer mis ejercicios de Yoga, procedieron directamente al desalojo. Y no por las buenas, que aún tengo roja la mejilla, del bofetón de Rogelio, campeón de la comarca que se entrena a diario a la misma hora en la que yo encendí mis barritas de incienso y puse en el loro, el disco de meditación.
Lo que resultó ser la gota que colmó el baso, llego esta mañana a la hora del café en el bar de Genaro.Solo a mi se me ocurre tratar de interpretar los posos del café de su hermana Marina, sin saber que hace tan solo dos meses se casó con Roberto y que Roberto es un tipo de lo más celoso, además de uno de los mejores cazadores de la provincia de Valladolid. Por mucho que intenté explicarle que solamente quería ver si todo le iría bien a su esposa, no hubo manera. Roberto me sacó del bar por la pechera y aunque los demás presentes intentaron calmarlo, explicándole que solo es que me he vuelto un pijito gilipollas, de tanto internet y tantos libros raros, nadie me libró de una buena hostia.
Hablando de hostias, la que me endiñó el cura del pueblo, no se quedó corta. Tras amenazarme con la ira de Dios y el día del juicio final, me dejó bien claro que no se me ocurriese intentar confundir a sus feligreses con supercherias paganas y tontadas de esas de los chinos.
Por lo menos Roberto se conformó, con que ante mi perorata sobre la iluminación y el camino de la luz, mis quintos me corriesen hasta el pilón y terminasen poniéndome a remojo. Menos mal que no se fue al Range Rover a por la Benelli superpuesta del veintidós, como había sugerido en un principio.
Y que coño...razón no le falta a mi gente.
Durante generaciones, los vecinos del pueblo han llevado una vida digna y completa, sin tener que recurrir a ningún Yogui, ni Sen sei. Como mucho le preguntaban al alcalde, al boticario o al maestro.
En mi pueblo siempre ha habido cultura. Se ha leído mucho, pero casi siempre a autores españoles que les aportasen ratos de ocio, relacionados con sus vidas. Delibes y Cela, siempre han causado furor en la biblioteca y lógicamente, "El arte de la guerra" y "El tercer ojo", cumplen con su exacto cometido, que no es otro que el de calzar  la mesa de la bibliotecaria.
En cuanto me seque, voy al bar de nuevo, a invitar a una ronda de claretes y a buscar tres para un mus.
Sin rencor.

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