Goza como
mujer, lo que no supiste gozar como hombre.
Mañana
acompañaré a sus majestades a la firma de las capitulaciones de Boabdil en
Santa Fe, un pueblecito de Granada.
Llevo meses
acampado con mis tropas junto a las murallas de la ciudad y lo cierto es que entiendo perfectamente el que
los moros no quieran marcharse, Granada es un paraíso.
Cada semana
tomo diez hombres y unas acémilas de mulas y me interno en el barrio del Albaizyn
a requisar provisiones para la mesnada. Los habitantes saben que si no las
entregan por las buenas mis soldados se las arrebatarán y hemos llegado a un
acuerdo tácito, ellos nos aguardan con hortalizas, frutas, carne, leche y
huevos y nosotros a cambio respetamos sus propiedades y a sus familias.
Una de las
moritas que nos entrega grandes sacos de
verduras acostumbra a esperar a que sea yo el que se acerque a recoger los
sacos que acarrea y creo que por lo rubio de mi cabello y lo azul de mis ojos,
se queda mirándome fijamente con la sonrisa en la boca y unos ojos oscuros que
transmiten cosas que no se describir, pero que me despiertan muchas sensaciones
hermosas.
Mañana
Granada volverá a la cristiandad y pasará a formar parte del reino católico y
si ella accede le pediré que me acompañe a Castilla cuando sus majestades
autoricen mi regreso.
Es cierto
que al llegar aquí lo hice como guerrero y mi mandoble se empapó con la sangre
de los suyos pero creo que soy un buen hombre…y que me he enamorado de sus
ojos, su sonrisa y sus caderas. He vivido mucho tiempo al galope, he dejado
muchas horas en las tabernas y en los campos de batalla pero no sé qué ha
cambiado dentro de mí, ahora solo quiero construir un futuro junto a ella, uno
tan sólido como las murallas de la Alhambra. Sé que ella debe de sentir algo
parecido a lo que siento yo pues aunque somos de culturas muy diferentes y
deberíamos ser enemigos naturales, la expresión de su mirada y la curva de sus
labios me dicen lo contrario.
En nuestro
último encuentro escuché a uno de mis maceros proferir ciertas chanzas sobre lo
que le haría a mi morita cuando conquistásemos la ciudad y juro ante Dios que
el que se atreva a ponerla una mano encima, probará el filo de mi espada.
El amor
existe y no entiende de culturas ni de creencias. El amor puede teñir su
cabello de gena y tatuar sus antebrazos, sus manos y sus pies con lunas, soles
y símbolos musulmanes.
Ahora rezo
para que mañana todo salga bien y cesen las hostilidades. Al fin podré gozar
como mujer lo que no se nos enseña a gozar como hombres.
Quiero a esa
granadina en mi vida, de hecho mi vida ya no me pertenece solo a mí, también es
suya.
2 comentarios:
Bonita historia de amor aunque creo que en esos tiempos ese guerrero habría violado a la musulmana y luego se habría reido con el restos de los soldados cristianos tomándose unas jarras de vino robado en las casas de Granada saqueadas.
Eres un romántico pero la vida real no es una película.
Me gusta tu blog.
Por desgracia lo que dices se sigue practicando en paises en guerra por todo el mundo, de ahí que la gente escape hacia Europa tratando de poner a salvo a sus familias.
Soy consciente de que la vida real no es una película, no se puede gritar "corten" y repetir las escenas que no nos gusten, aunque en ocasiones las historias de amor reales son mucho más bonitas que las de las películas; creeme, sé de lo que hablo.
Celebro que te guste mi blog.
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