Malabrigo.
El potro pinto, extenuado por la galopada y picado en el
abdomen por los espuelazos de Malabrigo terminó derrumbándose junto a una loma,
en las afueras de Curiel, desmontando en la caída a su jinete.
El bandolero no le culpa, aquel caballo acaba de salvarle la
vida.
Si el escuadrón de dragones franceses llega a atraparle,
hubiera corrido la misma suerte que el resto de su partida.
“Patillas”, “Saltacharcos”, “Curita” y “Mataviejos” ya no
volverán a calentarse junto al fuego en las frías noches de niebla y guerrilla.
No volverán a compartir la bota, entre juramentos,
blasfemias, risas y maldiciones.
Los gabachos se han llevado por delante a muchos mozos de
los pueblos vecinos, algunos, como él, decidieron echarse al monte y jugar los
naipes que les repartieron de la mejor manera que entendieron, a navajazo
limpio, buscando el hueco entre las trabillas de las corazas francesas,
hundiendo junto a la hoja mellada de la navaja, la rabia de un pueblo hastiado
de invasores.
El piafado del caballo moribundo le devuelve a la realidad,
alejándole del recuerdo de los compañeros caídos.
Tiene que buscar refugio pronto, la noche cae, y los
dragones continuarán batiendo la zona al menos un par de días más.
Con delicadeza, libera al animal de la silla y rápidamente
realiza un inventario de víveres y armamento.
Medio queso de oveja, unas salchichas, algo de pan duro, dos
roscas de anís, cuatro cargas de trabuco, su navaja de seis muelles y algo más
de tres cuartos de la bota de tinto.
Es un buen vino, de la zona.
Criado a golpe de frió y lluvia, de sudor campesino, de
corazón español y sol de primavera.
Madurado entre barricas, poderoso y espeso.
Inclina la cabeza hacia atrás y deja que el chorro le
refresque la polvorienta garganta.
Traga despacio, saboreando.
-Jodios franceses…la que os voy a dar en cuanto reuna otra
partida-piensa para si.
Juro por mis muertos que hasta que no estéis todos de vuelta
al otro lado de los pirineos, o bajo dos palmos de tierra española no voy a
dejar que durmáis una noche tranquilos-
No quiere gastar un disparo con el pobre pinto, además los
franceses podrían escuchar la detonación, así que abre la navaja y se tumba
junto a la cabeza del fiel caballo, que parece conocer la suerte que le aguarda
y agoniza resignado.
El bandolero, le acaricia las crines con la poca dulzura que
reservan sus ásperas manos curtidas durante años de vendimias y manchadas con la sangre de docenas de
hombres.
Desliza con suavidad y precisión cirujana la hoja de lado a
lado de la garganta del animal, con un tajo rápido y misericorde.
El bicho deja de sufrir, a él se le cae la última lágrima
que le quedaba, la que reservaba para el día en el que España se librara de
extranjeros, la que le iba a regalar a su novia al volver al pueblo.
Se amorra al caño de la bota y deja pasar una buena medida
de tinto.
Carga la silla de montar, la manta y los enseres y se pierde
por las laderas del monte, en busca de cobijo.
Mañana será otro día.
En esta ocasión se trataba de unas catas en las que se maridaban (palabrita de moda) vinos de Emilio Moro, tapas de autor de Alberto Soto (mejor cocinero del año de Castilla y León) y textos mios escritos par la ocasión.
Este texto lo escribí para leerlo mientras los asistentes cataban un vino llamado Malabrigo, de excelente sabor y categoría y traté de estar a la altura, aunque no pude evitar que afloraran mis raíces a la hora de escribir.
Espero que os guste, ire´colgando el resto de los textos que se leyeron en las vinotecas Malauva de Valladolid, Madrid y Palencia.
Fue una experiencia increíble, mis tres grandes pasiones juntas.
2 comentarios:
Vaya españolada.
Me recuerda a cierto escritor con nombre de Rey de leyenda inglesa.
Pues si estás comparando este texto con el estilo de Arturo Perez Reverte me siento más halagado que otra cosa, ya que al margen de lo que se le pueda echar en cara puntualmente, es uno de mis escritores actuales preferidos.
¿Españolada? Que se le va a hacer, soy español y estoy orgulloso de serlo.
No deja de hablar de un momento histórico complicado para mis paisanos y la intención era homenajear ese vino que cito.
En cualquier caso agradezco que me leas.
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