Es curioso, comencé a enamorarme de ti justo después de abandonar el hospital donde pasé unas semanas tras derribar mi caza los alemanes.
Ilsa terminó marchándose con Lazslo en ese avión que me juré no cogería, y ahí estaba yo, con mi amigo el gendarme en la pista del aeropuerto disertando sobre la amistad y conteniendo las lágrimas por la mujer que volaba lejos de mi.
Siempre nos quedará Paris.
Sin darme cuenta, me hice un asiduo del café de Rick, ya que el señor Blaine me resulta muy simpático, al ser un amante del desierto de reducida estatura, como yo, una gran ironía y un valor desmesurado camuflado bajo su chaqueta impoluta.
No está Sam para cantar nuestra canción al piano, que sin su presencia acumula polvo en silencio, pero el bar destila buena música por los cuatro costados y eso me gusta, así que he tratado de no perderme un solo concierto, en los que el público amaga constantemente con arrancarse a cantar "la marsellesa" por encima de otros himnos más beligerantes.
Eres la princesa de la barra y verte atender tus dominios con esa eterna sonrisa es francamente alentador, uno recupera la ilusión y las ganas de volver a pilotar, aunque aún tengo miedo, porque no puedo evitar recordar constantemente ese fatídico momento en el que el paracaídas de oferta decidió no abrirse.
En la cama del hospital, pensé que quizás no volviera a besar a una mujer y gracias a Dios me equivocaba, ya que no hace mucho volví a besar a una muchachita encantadora.
Que sensación más agradable.
Yo era un tipo muy osado, siempre voluntario para las misiones más arriesgadas y peligrosas, ahora me tiemblan las piernas solo de pensar en acudir a recogerte a la salida de tu turno.
Creo, por el nombre, que debes de ser italiana, ya que en el café de Rick se da cobijo a personas de todas partes del mundo, que llegan hasta allí huyendo del pasado e inventando una nueva vida lejos de los sinsabores de la realidad.
Se que al menos te resulto simpático , ya que me atiendes con un encanto muy particular e incluso he notado cierta ternura a la hora de encender mis cigarrillos solícitamente.
Me riñes por seguir fumando al mismo tiempo que con una delicadeza tremenda, recoges mi bastón del suelo.
Es inevitable que despiertes en mi sentimientos que pensé volaban camino del olvido con Ilsa y Lazslo.
En mi regimiento me llamaban "poeta" los compañeros de forma cariñosa e incluso algo condescendiente, dadas mis aficiones literarias. He escrito muchas cartas para las novias de los soldados a cambio de munición, botas, raciones de campaña...pero la carta más bonita es la que aún no me he atrevido a escribirte.
Supongo que el primer trago me devolverá un poco del valor perdido y cuando escuche el cornetín en mi cabeza me lanzaré a pecho descubierto a tratar de conquistar tus labios, unos labios que prometen la mayor de las dulzuras lejos de mi trinchera.
Puede que por el camino me abata una bala perdida o puede que tome tu posición, no lo sabré hasta que me lance a ello, porque la guerra es así, no hay batallas ganadas de antemano.
No obstante me da igual si vuelvo a caer, la misión merece el riesgo y te aseguro que no busco la gloria ni medallas, tan solo abandonarme entre tus brazos.
Espero que esta vez alguien tenga la delicadeza de dispararme el tiro de gracia. No soportaría volver al hospital de campaña con el corazón colgando de un hilito.
Este es mi personal homenaje a Casablanca.
Y a tu belleza.
2 comentarios:
precioso , no puedo decir mas , ;)
Uno que siempre soñó con formar parte de esa película y al final mi vida se ha adaptado al guión original.
Ecepto los exteriores, las cosas no son tan diferentes.
Celebro que te haya gustado.
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