viernes, 6 de enero de 2017

Hay muchas formas de cantar

Y decidió cambiar su estilo y el repertorio.
Aquello fue una sorpresa para su público habitual, que gustaba de bailar a media luz y acarameladamente cada uno de sus temas. Algunos medios hablaron de escándalo pero él lo entendió como la evolución necesaria, como un paso adelante.
En ocasiones seguía sintiendo la necesidad de tumbarse en la cama con su guitarra acústica y escribir una nueva balada, en la que cantar al amor, a los cielos estrellados y a los osos amorosos, pero entonces le venían demasiados recuerdos dolorosos a la cabeza y enchufaba el amplificador a la guitarra eléctrica más cercana y permitía que su ira y su rabia acumulada se tradujesen en acordes salvajes y potentes melodías para escuchar al más alto volumen que el oído humano pudiese soportar antes del sangrado. Si su alma sangraba, los oídos de sus oyentes podrían sumarse al festival del dolor.
Una mañana de no hace demasiado tiempo, se sorprendió a si mismo llorando en silencio mientras contemplaba evitando hacer el menor ruido, a la última mujer que había pasado la noche en su cama.
Aquello había llegado demasiado lejos y aún podría salvarse del mal que le había invadido el pecho y comenzaba a afectarle el cerebro.
Gracias a los dioses seguía teniendo su música- 
Los muchos detractores que criticaban a la torturada estrella continuamente, le acusaban de componer demasiados temas y de sacar discos innecesarios y algo repetitivos, que no aportaban nada nuevo al panorama musical, sino más de lo mismo.
A la mierda, pensó. Tenía un buen número de razones para cambiar y estaba dispuesto a hacerlo.
Mientras acariciaba el lomo del tigre que se trajo de un concierto en la India y que le costó un serió soborno a las autoridades fronterizas, decidió que su próximo concierto lo daría en un cementerio, si encontraba alguna población que permitiese que su música sonara en el camposanto municipal. Poderosos caballero es don dinero...y más en un país como el suyo.
Encendió un pitillo con su mechero de gasolina y se sirvió un whisky con mucho hielo y en copa de balón como siempre le gustó beberlo.
Si tenía que morir, que le matasen sus vicios y no las consecuencias de creerse enamorado de algún ángel, que habitualmente resultaba ser el mismo  demonio bíblico.

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