sábado, 23 de julio de 2016

Payaso.

Cuando recogió el título universitario y la foto de la orla convenientemente enmarcados en la tienda de marquetería, los llevó a casa y los colgó en la pared del dormitorio. Midió bien la distancia para que quedasen correctamente alineados junto a su cinturón de campeón nacional de boxeo juvenil en peso medio y el diploma del conservatorio, donde estudió flauta travesera.
Su vida, sus ilusiones y sus sueños colgados de la pared, decorando un dormitorio. 
Estudió una licenciatura porque en su entorno no entendían que quisiera dedicarse a hacer felices a los demás, con una nariz de clown y unos zapatones rojos. Eso no era vida para un chico de su condición, hijo de un famoso empresario madrileño que había abierto sucursales de su empresa de cosmética en una docena de países por todo el mundo.
"Eso no es serio", le dijeron en su antigua facultad privada, donde ofreció un espectáculo de clown para la fiesta de fin de curso. No es serio...¿Y qué es serio? Sin duda sus compañeros de empresariales necesitaban reírse y olvidar sus miserias, como todo el mundo., profesores incluidos.
Siempre había tenido la necesidad de convertir en comedia el drama de su vida. No es oro todo lo que reluce. Ningún pájaro es feliz enjaulado, por grande y lujosa que sea su jaula. El dinero no compra la felicidad, ni siquiera ayuda a conseguirla. Eso es un tópico.
La nariz de clown le convertía en alguien diferente, le camuflaba por completo, ocultando al resto de los mortales, su corazón herido y su alma torturada.
Cuando el público rompía a reír con sus números, él sentía que su vida tenía un sentido. 
No quería sentarse en el despacho de director ejecutivo de la multinacional de su padre, para firmar balances de cuentas, contratos y despidos. Había conocido a gente maravillosa en la farándula, que renunciaban a las etiquetas que imponía la sociedad. Había conocido a personas realmente vivas y que querían compartir su alegría de vivir, desde las tablas de un escenario, el trapecio, la pista de baile o los zancos. Había encontrado semejantes en personas tan diferentes a él, que súbitamente entendió en que consistía todo.
Se enamoró de una trapecista preciosa, pero nunca se atrevió a decírselo. Una noche se lo escribió.en un relato y lo colgó en las redes sociales, los nuevos mentideros públicos :




Pudor.

La conocí en el último encuentro de circo y al ver su habilidad en el trapecio me enamoré en el acto. Era tan artista como hermosa y cuando clavó su mirada en la mía no pude evitar avergonzarme de mi desnudez, por lo que rápidamente me coloqué mi nariz de clown, que no solo viste mi cuerpo, también viste mi alma y mi corazón. Al hacerlo vencí el pudor.


Ella nunca se dio por aludida, ni falta que hizo porque a las pocas semanas, un amigo común le informó del próximo enlace entre su amada trapecista y el domador de caballos del Circo Americano. Aquella noche, consiguió que el público se riese más que nunca, al convertir en carcajadas su inmenso dolor.
Mirando el título y la foto de la orla, comprendió que ya podía despojarse de sus ropas de persona normal, que ya podría decirle al mundo quien era realmente. Tardó menos de diez minutos en comprar un billete de avión a Australia y en reunir el dinero de sus cuentas bancarias en la que él era único titular. Hizo la maleta, se rasuró en el cuarto de baño y frente al espejo su negro cabello, siempre engominado hacia atrás, se pegó una ducha rápida y tras vestirse cómodamente, se marchó de allí.

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