Malena
García, arqueóloga y antropóloga doctorada en arqueología prehistórica por la
Universidad Complutense de Madrid, lee con gesto de contrariedad el informe que
sus compañeros, los doctores Analdi y Santamaría, han redactado para entregar
por duplicado al Ministerio y a la Fundación que sostiene económicamente sus
investigaciones.
Los dos
eruditos y refutados arqueólogos afirman en el informe, que las pinturas
rupestres descubiertas por la joven doctora García, pertenecen a un clan
procedente de Anatolia asentado en Burgos durante el periodo antiguo del Neolítico
en la Península Ibérica.
Analdi hace
hincapié en la representación de una escena de caza, en la que
indiscutiblemente las figuras antropomórficas que en círculo se ciernen sobre
un enorme animal, protegen a una figura que representa a la mujer que aguarda
junto a otra pieza cobrada la carne que los hombres llevarán a las cuevas.
Sin duda alguna, los cazadores, los guerreros más valientes del clan, aplicaron
las estrategias cinegéticas adquiridas al interactuar con el entorno y luchar por la subsistencia. También añade en su informe que el que
las representaciones femeninas en las escenas de caza se coloquen en un lugar
seguro tras el círculo de guerreros, evidencia la separación de tareas y no
deja lugar a dudas de que desde las primeras comunidades la mujer tenía la
importante misión de ocuparse de gestionar y preparar la carne de la caza y
gestar, alimentar y criar a los niños que sostendrían y ampliarían los
asentamientos.
Malena
enciende un pitillo y se prepara un café solo sin azúcar al que añade un largo
chorrito de orujo blanco. Hace frio en Burgos y en la tienda de campaña que le
sirve de oficina durante las excavaciones, el calor del infiernillo sobre el
que prepara una cafetera tras otra y, el orujo blanco regalo de uno de sus
mejores amigos en la zona, le ayudan a soportar las condiciones climatológicas.
Y las lecturas como la que acaba de dejar sobre la mesa.
Le hierve la
sangre al ratificar que en su campo todas las publicaciones de peso y la
inmensa mayoría de las teorías que luego se estudian en las facultades donde se
preparan los futuros arqueólogos y las futuras arqueólogas, están redactadas
por personas que han sido incapaces de evolucionar con los tiempos y, que de
alguna manera aún viven en la prehistoria, pues rechazan de facto la idea de
que ya en el pasado la mujer hubiera desarrollado iguales habilidades que el
hombre.
Desfiladero
de Pancorbo año 5476 A.C
Ha sido una
cacería demasiado peligrosa y, eso ya lo había avisado al ver que las huellas
del oso que salimos a buscar no eran idénticas a las que vi en la nieve unos
cientos de metros más allá del rio. Si uno se fijaba bien, podía darse cuenta
de que eran un poco más grandes que las del oso que le arrancó la vida a Nagal.
Estaba claro que había dos enormes machos en el mismo territorio, pero la
mayoría de los cazadores se rieron de mis advertencias durante la asamblea del
fuego, y no quisieron escuchar mi consejo. Si lo hubieran hecho, Nagal habría
vuelto a la cueva con sus hijos y seguramente Ninalu no estaría envuelto en
pieles, sudando las fiebres que le produjeron las enormes heridas que le
causaron las zarpas del más viejo de los dos machos, y no habría regresado a
hombros de quienes lo pudimos sacar de allí tras arrancarle al borde de la
muerte de las mandíbulas del gran oso.
No podemos
permitirnos el lujo de perder dos cazadores en cada partida. Las cinco
cazadoras que fueron entrenadas por la gran sacerdotisa del rayo y yo misma,
cobramos tantas piezas como nos es posible y alimentamos al clan durante las
nieves, pero hasta que los hombres no admitan que estamos más que preparadas, y
no entiendan que da igual lo que tengamos entre las piernas para cerrar el
círculo de lanzas ante los osos, los lobos, y los más fieros animales del
bosque, corremos el peligro de debilitarnos como grupo, y si otros clanes nos
atacan para robarnos el fuego o los víveres no podremos defendernos.
Vima, el
marido de Nula, nuestra líder, ha comenzado a pintar en las paredes de la cueva
la historia de cómo los guerreros murieron por no haberme escuchado y le dan la
espalda a mis consejos. Esto servirá para que nuestros hijos y nuestras hijas
no olviden que ante las garras de las fieras todos somos iguales, y para que escuchen
siempre los consejos de quien esté más capacitado para dirigir la cacería, sea
hombre o mujer.