sábado, 16 de noviembre de 2024

¿Una escena de caza?



Malena García, arqueóloga y antropóloga doctorada en arqueología prehistórica por la Universidad Complutense de Madrid, lee con gesto de contrariedad el informe que sus compañeros, los doctores Analdi y Santamaría, han redactado para entregar por duplicado al Ministerio y a la Fundación que sostiene económicamente sus investigaciones.

Los dos eruditos y refutados arqueólogos afirman en el informe, que las pinturas rupestres descubiertas por la joven doctora García, pertenecen a un clan procedente de Anatolia asentado en Burgos durante el periodo antiguo del Neolítico en la Península Ibérica.

Analdi hace hincapié en la representación de una escena de caza, en la que indiscutiblemente las figuras antropomórficas que en círculo se ciernen sobre un enorme animal, protegen a una figura que representa a la mujer que aguarda junto a otra pieza cobrada la carne que los hombres llevarán a las cuevas. Sin duda alguna, los cazadores, los guerreros más valientes del clan, aplicaron las estrategias cinegéticas adquiridas al interactuar con el entorno y luchar por la subsistencia. También añade en su informe que el que las representaciones femeninas en las escenas de caza se coloquen en un lugar seguro tras el círculo de guerreros, evidencia la separación de tareas y no deja lugar a dudas de que desde las primeras comunidades la mujer tenía la importante misión de ocuparse de gestionar y preparar la carne de la caza y gestar, alimentar y criar a los niños que sostendrían y ampliarían los asentamientos.

Malena enciende un pitillo y se prepara un café solo sin azúcar al que añade un largo chorrito de orujo blanco. Hace frio en Burgos y en la tienda de campaña que le sirve de oficina durante las excavaciones, el calor del infiernillo sobre el que prepara una cafetera tras otra y, el orujo blanco regalo de uno de sus mejores amigos en la zona, le ayudan a soportar las condiciones climatológicas. Y las lecturas como la que acaba de dejar sobre la mesa.

Le hierve la sangre al ratificar que en su campo todas las publicaciones de peso y la inmensa mayoría de las teorías que luego se estudian en las facultades donde se preparan los futuros arqueólogos y las futuras arqueólogas, están redactadas por personas que han sido incapaces de evolucionar con los tiempos y, que de alguna manera aún viven en la prehistoria, pues rechazan de facto la idea de que ya en el pasado la mujer hubiera desarrollado iguales habilidades que el hombre.

Desfiladero de Pancorbo año 5476 A.C

Ha sido una cacería demasiado peligrosa y, eso ya lo había avisado al ver que las huellas del oso que salimos a buscar no eran idénticas a las que vi en la nieve unos cientos de metros más allá del rio. Si uno se fijaba bien, podía darse cuenta de que eran un poco más grandes que las del oso que le arrancó la vida a Nagal. Estaba claro que había dos enormes machos en el mismo territorio, pero la mayoría de los cazadores se rieron de mis advertencias durante la asamblea del fuego, y no quisieron escuchar mi consejo. Si lo hubieran hecho, Nagal habría vuelto a la cueva con sus hijos y seguramente Ninalu no estaría envuelto en pieles, sudando las fiebres que le produjeron las enormes heridas que le causaron las zarpas del más viejo de los dos machos, y no habría regresado a hombros de quienes lo pudimos sacar de allí tras arrancarle al borde de la muerte de las mandíbulas del gran oso.

No podemos permitirnos el lujo de perder dos cazadores en cada partida. Las cinco cazadoras que fueron entrenadas por la gran sacerdotisa del rayo y yo misma, cobramos tantas piezas como nos es posible y alimentamos al clan durante las nieves, pero hasta que los hombres no admitan que estamos más que preparadas, y no entiendan que da igual lo que tengamos entre las piernas para cerrar el círculo de lanzas ante los osos, los lobos, y los más fieros animales del bosque, corremos el peligro de debilitarnos como grupo, y si otros clanes nos atacan para robarnos el fuego o los víveres no podremos defendernos.

Vima, el marido de Nula, nuestra líder, ha comenzado a pintar en las paredes de la cueva la historia de cómo los guerreros murieron por no haberme escuchado y le dan la espalda a mis consejos. Esto servirá para que nuestros hijos y nuestras hijas no olviden que ante las garras de las fieras todos somos iguales, y para que escuchen siempre los consejos de quien esté más capacitado para dirigir la cacería, sea hombre o mujer.

No hay comentarios: