Abro los ojos y en cuestión de segundos las sienes me hacen el listado de las consumiciones de anoche.
Cada punzada de dolor es un chupito de whisky que me podía haber ahorrado.
De repente los recuerdos comienzan a llamar a la puerta, llegan borrosos y maltrechos, pero terminan llegando.
Giro la cabeza y no estás, en tu lugar, el gato me contempla socarrón.
Te has ido en silencio, mientras dormía.
Las mujeres de hoy en día sois tan prudentes como discretas.
Enciendo un cigarro y me arrastro hasta la cocina, buscando agua fría desesperadamente. Vacío la botella en cuestión de segundos, mientras me pregunto como coño llegamos a casa y si estuve a la altura.
Imagino que no, a tenor de la resaca, pero conseguir que te decidieras a acostarte conmigo en semejantes circunstancias, es ya un mérito lo suficientemente grande como para sentirme satisfecho.
Aunque bueno...tu también ibas bonita, no se quien se llevó a la cama a quien, imagino que fue un acuerdo tácito que establecimos en silencio, a la tercera copa.
Ahora que me doy cuenta, ni tan siquiera tengo tu número, pero supongo que eso no es casual.
No valgo para este tipo de cosas, la verdad. Yo soy más de enamorarme como un quinceañero y escribir poemas, lo de las noches de pasión sin compromiso me queda grande.
Siguen llegando recuerdos, ahora algo más nítidos.
Se me mezclan con otros recuerdos similares, no acierto a descifrar cuales de ellos dibujan la realidad de tu cuerpo desnudo y cuales pertenecen a otras noches, otros momentos, otras mujeres.
Consigo a duras penas prepararme un café y el primer trago me recuerda que anoche no cené nada, que son las tres de la tarde y que en cuestión de segundos, mi estómago me va a pasar la cuenta de lo de ayer y en el mejor de los casos, vomitaré hasta la primera papilla.
Acabo de recordar tu nombre y el color de tus ojos. Son bonitos, azules. Más azules que los míos.
No hay ningún mensaje escrito con carmín en el espejo del baño, debo de dejar de ver películas de Sandra Bulloc, o como coño se escriba.
Media hora exacta debajo del chorro de agua, que voy alternando de caliente a frío, de helada a hirviendo.
Trato de hacer mis ejercicios diarios y estoy a punto de romperme la cabeza al caer de la barra de dominadas que instalé en el marco de la puerta.
Hoy como mucho, flexiones desde el el sofá.
Bueno, supongo que debería estar contento, esto era lo que quería, lo que me recomendó todo el mundo, hasta mi psicóloga: "matar la esperanza" se llama, o en argot de la calle "volver al mercado" u "olvidarme de ella".
El caso es que de alguna manera, hoy me siento mucho más solo que ayer.
No he matado la esperanza, con suerte la he infligido una herida superficial, aunque si lo analizo mejor, a mi es que lo de matar lo que sea, no me va demasiado.
A lo mejor es que no soy ese tipo de persona. Follar está genial, pero aporta más bien poco.
Seguramente más de un amigo ponga el grito en el cielo cuando comparta estas reflexiones, pero chicos, que se le va a hacer, os juro que lo intento, pero de esta forma no siento nada.
El sexo mola, es un desahogo físico cojonudo y además sirve para favorecer el ego, ya que sentirse deseado es estupendo y aumenta la secreción de endorfinas y todo eso. Mi problema es que aún no le he cogido el punto a los intercambios fugaces.Yo necesito amar.
Poco a poco voy construyendo la película de anoche y comienzo a recordar detalles más concretos.
Me caes bien, eres una mujer interesante y te agradezco el rato que me regalaste ayer, de verdad, me siento en deuda.
Prometo hacerme con tu número y llamarte a ver como estás y si regresaste a tu casa sin problema.
De momento, hoy me quedaré aquí con mi soledad y mis recuerdos y trataré de entender que cojones me pasa en la cabeza y por qué me siento así de vacío, cuando debería estar contento.
Creo que añoro despertar y encontrarme con una sonrisa, con una caricia, con algo de conversación.
Igual es que ya estoy demasiado mayor para seguir jugando al eterno adolescente, o que soy un caso perdido.
Igual, es que prefiero lamerme las heridas a matar esperanzas.
Igual es que no quiero sacar de mi vida a más personas maravillosas que hoy te adoran y mañana no te responden los wasaps y me da pánico que me vuelva a pasar.
Cada momento tiene su canción y rebusco entre mis discos hasta que doy con el LP indicado.
Kurt Cobain canta desde la tumba "tell me where do you sleep last night", mi gato le hace los coros y yo me quedo mirando fijamente el techo.
Azules, más azules que los míos.