Mi madre ha dicho toda la vida, que las prisas son malas compañeras.
Hay que ver, las madres...siempre lo clavan.
Desde que era un renacuajo me han perdido las prisas.
Supongo que es mi naturaleza inquieta, o simplemente esa pulsión del "aquí y ahora", tan inmadura y que tantos problemas acarrea.
Y lo cierto es que eso de tener prisa es un coñazo, cada vez que empezaba un libro que me apasionaba, leía compulsivamente con el único fin de alcanzar lo antes posible el desenlace, y en más de una lectura, hice trampas y llegué a saltarme algún capítulo.
En más de una relación también me he saltado algún capítulo, en vez de sentarme tranquilamente a disfrutar de cada una de las páginas.
La vida se me antoja a cámara lenta, pienso rápido, actuó rápido y la termino cagando casi siempre.
Creo que estoy en pleno proceso de frenado, aunque he de hacerlo con mucho cuidado, reduciendo velocidades y no pisando el pedal hasta el fondo, porque si no, derraparé y terminaré dando una barbaridad de vueltas de campana.
No es un ejercicio fácil, de verdad.
Cuando se ha vivido tan deprisa como he vivido yo, cuando tu trabajo te obliga a estar alerta constantemente y en· todos los "fregaos", cuando confundes calma con tedio o relax con angustia, no es fácil.
Pero vive Dios que me lo estoy currando.
Y se puede, cuesta, pero se puede.
El problema aparece cuando al reducir, no consigues detener la inercia de forma inmediata y como siempre he sido un jodido agonías, tengo prisa hasta para frenar.
Voy aprendiendo.
Creo que de manera sorprendente, mi mente y mi corazón se han puesto a cero y han comenzado a contar de nuevo desde el pasado domingo y la vida me ha presentado una nueva oportunidad para ser plenamente feliz, a raíz de una conversación tan deliciosa como transcendental.
Así que aquí estoy. Me he puesto el cinturón de seguridad y estoy agarrando el volante con todas mis fuerzas, porque tengo la sensación, de que si no consigo frenar, pasaré junto a la mujer más increíble que he conocido nunca y la dejaré atrás y no tengo la más mínima intención, porque la quiero con toda mi alma.
Espero saber detenerme justo a su lado, abrir la puerta del copiloto e invitarla a subir.
Y conduciré despacito, que despacito, también se llega al destino, pero disfrutas más del paisaje.
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