Al profundizar en la relación entre la prostituta africana y el joven primerizo, nace el texto para llevar a escena.
El elemento central es el erotismo, y mi mayor problema, escribir un relato erótico al uso.
De alguna manera siempre tengo que enmarcarlo en algún contexto más abrupto, en este caso, es más un texto de denuncia social que erótico.
A ver si os gusta.
Desde luego, os recomiendo que no os perdáis su espectáculo, os informaré de fechas y salas.
Diosa de ébano.
-Tienes que poner tus manos aquí-
Con delicadeza y con cierta ternura, la joven meretriz tomó
las manos del tembloroso muchacho y las colocó en torno a sus pechos de diosa
africana.
El joven exhaló u largo e incontenible suspiro de excitación
al notar aquellas preciosidades entre sus dedos.
Instintivamente acarició con las yemas los voluminosos
pezones color crema, que le recordaron extrañamente a unas gominolas que se vendían únicamente en los recreativos de la plaza,
junto al colegio de su barrio.
Sin saber muy bien porque, pero sin dudarlo, inclinó la
cabeza sobre los pechos y comenzó a lamer los aquellos pezones.
- Vaya, tu tío me dijo que eras un crío inexperto, pero…
No pudo terminar la frase, las ávidas caricias que la lengua
del muchacho distribuía generosa por su
piel, hicieron que experimentara un placer que había olvidado hacia años.
La succión de los labios del muchacho, entregado por
completo al deleite de sus pechos, le recordaron a los terneros mamando de las
ubres de las vacas, allá en su aldea de Etiopía.
Han pasado cinco largos años ya, desde que al cumplir los
18, su familia consiguiera reunir el dinero necesario para enviarla a
Marruecos, desde donde cruzaría el Estrecho y llegaría a España para trabajar
de modelo, como les aseguró aquel hombre del reloj de oro y las gafas de
espejo.
-Su hija saldrá en todas las revistas , y en las películas
de Almodovar, haré de ella una estrella, ya lo verán-
Al subir en el cayuco, un marroquí de tez cetrina le
arrebató a golpes cuanto llevaba, incluido el pasaporte y el dinero.
Al llegar a España fue mucho peor. A ella y a las otras
muchachas que viajaban con ella, las metieron en un camión y sin darlas
siquiera un poco de agua, las condujeron como ganado, hacinadas de mala manera,
asfixiadas de calor, hasta un mugriento burdel de carretera.
Allí el hombre del reloj de oro y las gafas de espejo la
violó, la violó por todos los orificios de su cuerpo, sin piedad.
Después y a lo largo del resto del día fue violando al resto
de sus compañeras de viaje.
Algunas eran vírgenes aún, ella no.
A ella la esperaba Neguelle en la aldea , para casarse.
Estaba juntando las cabezas de ganado necesarias para hablar con su padre y
formalizar la boda.
De alguna manera, sabía que ya no habría de volver junto a
el.
Cada día, media docena de hombres sucios y bebidos abusaban
de ella.
Algunos, prendados de su belleza, se avergonzaban un poco y
eran más delicados, pero la mayoría se vaciaban sin contemplaciones.
Una vez, un hombre grande y sudoroso comenzó a golpearle el
rostro mientras la cubría.
Al oir los gritos de dolor, el hombre del reloj de oro y las
gafas de espejo entró en la habitación y le puso al violento amante una pistola
en la cabeza.
-Si me estropeas el género, ya no valdrá nada. No la pegues
en la cara o te mato-
El gorila asustado, obedeció y tras terminar la faena, la
obsequió con un puñetazo en el estómago.
-sin estropear el género- Farfulló entre babas.
Estos cinco años pasados en el burdel, parecían una vida
entera, la peor de las vidas.
Sin embargo hoy la habían traído un muchacho para que lo
desvirgara, cortesía del tio de la criatura.
Al parecer, el joven había quedado huérfano meses atrás y su
tío se había propuesto quitarle las penas de tan sutil manera.
No sabia porque , pero aquel crío tembloroso y excitado le
despertó una gran ternura y por ende, la devolvió la humanidad que le habían
arrebatado en el burdel poquito a poco, a lo largo de estos cinco años.
Comenzó a excitarse también ella, se humedeció como cuando
Naguelle la acariciaba el cuello o las orejas, o rozaba con su gran miembro su
vientre.
El joven la desnudó no sin cierta dificultad y se tumbó
sobre ella, arqueándose nervioso sin saber bien que hacer, pero entregándose
por completo a las directrices que le marcaban los instintos más atávicos.
Ella tomó su rosado y erecto aparato suavemente con una mano
y lo ayudó a entrar., mientras que con la otra, apoyada en la espalda del
chaval, comenzó a marcar un ritmo constante, acompasando cada embestida de
cadera con un beso.
Estaba siendo penetrada y esta vez y por primera vez en
años, lejos de asquearla, le gustó.
Allí estaban los dos, como dos animalitos perdidos y
asustados, entregados a una comunión casi mística a través del sexo.
Se abrazaron mientras alcanzaban el orgasmo al unísono y es
ese mismo instante, ambos, lloraron.