Pues menudo papelón.
En teoría hoy se terminaba el mundo, pero como cada mañana el gato me ha mordido el dedo gordo del pie izquierdo a las 7,.55 horas, 6.55 en Canarias.
Me he vuelto a levantar carraspeando y tosiendo los 25 pitillos del día anterior y el café ha vuelto a saberme demasiado fuerte y demasiado solitario.
He seguido mi rutina de ejercicios, como Jane Fonda, y después de una ducha reponedora y necesaria, me he sentado al ordenador.
Ayer pasé la tarde con mi chica y unos amigos, pero de forma disimulada y sin hacer mención alguna al tema Maya, llamé a mis padres y a mis hermanos, a ver que tal todo y a enviar besos.
Nunca se sabe.
Yo puse mis cosas en orden, pero sin alardes y sin que se me notara que aunque soy un tipo racional, una pequeñísima fracción de mi inteligencia humana concedía al funesto vaticinio del fin del mundo cierta credibilidad.
Mucho peor lo tienen que estar pasando hoy los que estaban convencidos de ello.
El fulano místico que creyendo por completo en que ayer era el último día de la humanidad, se ha plantado frente a su jefe, su suegra, su cuñado o su vecina del tercero, se ha bajado pantalones y calzoncillos y se ha marcado un hermosísimo "calvo" de despedida.
O el tímido oficinista que durante años ha amado en secreto a la compañera rubia de ojos verdes y caderas demoníacas, que al ver como el reloj del curro marcaba las 20horas, dando por concluida la última jornada laboral, se ha levantado, ha masticado un "Smint" de menta, ha agarrado a su compañera por la cintura y la ha besado a lo Adrian Broddy, introduciendola en la garganta cuarto y mitad de solomillo de lengua.
Más chungo lo lleva el chavalito enclenque y melenudo del barrio, que harto de que el jefe de los skinheads de la zona le diera paliza tras paliza, a las 23.59 se ha quedado a gusto, espetándole en la cara y delante de toda la banda, la lista completa de orificios por donde podían introducirse meteoritos y bolas de fuego en el cuerpo de su madre, más en concreto, de "su puta madre".
O un señor de Talavera de la Reina, numerario del opus, abogado de intachable reputación y amantísimo padre de doce hijos, que ayer noche se embutió en un salto de cama de su mujer y se calzó unos tacones de aguja que quitaban el sentido y de esa guisa y con un bolso monísimo a juego con la boa de plumas, se presento en la cafetería de debajo de casa, a tomarse media docena de wiskys "on the rocks" y a guiñarle el ojo a los parroquianos.
La que han liado los jodios Mayas.
De todas formas, tengo que deciros que me alegro que sigamos todos aquí, que es verdad que vivimos unos tiempos de mierda, que nos estamos cargando el planeta, los valores y la dignidad de la raza humana, pero, que coño, más allá de la prima de riesgo y los chanchullos de los corruptos, me encanta salir a la calle y disfrutar de este aire contaminado, la cerveza aguada y vuestras sonrisas.
Hoy tengo que deciros que es una gozada estar vivo.
viernes, 21 de diciembre de 2012
martes, 18 de diciembre de 2012
Cantando por diversos palos.
De brandys, ojos verdes y copitas de jerez
Sentado en la mesa más apartada, en el rincón más oscuro de
la taberna más ajada de la ciudad, no pudo evitar recordar sus ojos al apurar
la copa.
Es consciente de que esta es la única manera de rescatarla
del olvido, de compartir con su recuerdo un último beso, un brandy, media
docena de palabras de amor y otra copa de Jerez.
Y es que el tiempo pasa tan deprisa como el resto de las
cosas buenas de la vida, cercenando las ilusiones con su guadaña mellada de días perdidos, de noches que malgastó con otras mujeres, de tardes de oro y grana.
Cincuenta años atrás, ella se casó con otro,
destrozándole el corazón.
Desde aquél día decidió arrimarse más que nunca a las astas
de los morlacos, suplicando una pronta
muerte en el albero, pero ni Dios ni el toro le concedieron el alivio de la
sangre.
Hoy, la guitarra sigue sonando flamenca, por peteneras de
alcohol y llanto.
Hoy vuelve a brindar por ella, como cada noche, y entre las
cicatrices que adornan el cuerpo del torero, sangra más que nunca, la que ella
le dejó al partir.
Este relato que no debía exceder de 300 palabras lo escribí para ser presentado a un certamen organizado por una bodega jerezana.
Obviamente, los participantes debían incluir las palabras Brandy y Jerez en el texto.
No gané, pero aquí os lo dejo, a ver si os gusta.
martes, 11 de diciembre de 2012
No ha sido más que un sueño
de eso me he dado cuenta al despertarme, pero aún así, aún siendo plenamente consciente de que no existes más que en el absurdo de mi mente, me he enamorado de ti.
Como un colegial, hasta las trancas, tanto que no me sostienen las patitas y se me escapa el corazón por la boca.
Siento que me hierve la sangre, que me sube la fiebre que me escuecen los ojos y me tiemblan las rodillas.
Que se me queda pequeña el alma para llenarla de otra cosa que no seas tú.
Tú, que tan solo eres una sombra escurridiza en un laberinto irreal, donde apenas puedo seguirte y por mucho que lo intente, corro, pero no te alcanzo.
Tú, que apenas he vislumbrado tu rostro una fracción de segundo y me ha parecido tan hermoso que no soy capaz de recordarlo con claridad al despertar.
No entiendo porque me ha sucedido esto.
Huyo del concepto de amor, porque no termino de creer en él y de repente se me castiga de esta forma, presentándome su esencia allí donde no puedo defenderme, ni razonar, ni tratar de desenmascararlo.
Allí donde no puedo extraer su esencia mentirosa y mezquina.
Y ahora me encuentro absolutamente indefenso, porque a traición y sin aviso, has hecho que me enamore de ti.
De ti, que no existes tan siquiera.
Espero impaciente a que llegue la noche, deseando encontrarte de nuevo y alcanzarte esta vez.
Y preguntarte que mal te hice para que me castigues así.
Y por qué deseo que lo sigas haciendo todas las noches del resto de mi vida.
Como un colegial, hasta las trancas, tanto que no me sostienen las patitas y se me escapa el corazón por la boca.
Siento que me hierve la sangre, que me sube la fiebre que me escuecen los ojos y me tiemblan las rodillas.
Que se me queda pequeña el alma para llenarla de otra cosa que no seas tú.
Tú, que tan solo eres una sombra escurridiza en un laberinto irreal, donde apenas puedo seguirte y por mucho que lo intente, corro, pero no te alcanzo.
Tú, que apenas he vislumbrado tu rostro una fracción de segundo y me ha parecido tan hermoso que no soy capaz de recordarlo con claridad al despertar.
No entiendo porque me ha sucedido esto.
Huyo del concepto de amor, porque no termino de creer en él y de repente se me castiga de esta forma, presentándome su esencia allí donde no puedo defenderme, ni razonar, ni tratar de desenmascararlo.
Allí donde no puedo extraer su esencia mentirosa y mezquina.
Y ahora me encuentro absolutamente indefenso, porque a traición y sin aviso, has hecho que me enamore de ti.
De ti, que no existes tan siquiera.
Espero impaciente a que llegue la noche, deseando encontrarte de nuevo y alcanzarte esta vez.
Y preguntarte que mal te hice para que me castigues así.
Y por qué deseo que lo sigas haciendo todas las noches del resto de mi vida.
viernes, 7 de diciembre de 2012
Otra ocasión para conocernos.
Pues eso,
que el próximo sábado día 15 a las 19horas en el teatro de La Vega de Valladolid (Arroyo de le Encomienda) tendremos otra ocasión para conocernos y para charlar un poco de este libro que es una selección de textos de Laespinillacuandobesa, acompañados de las ilustraciones de Estela Labajo, una jovencita que estoy seguro de que dará mucho de que hablar.
Como acostumbramos Estela y yo, no será una presentación como las habituales, sino que contaremos con la colaboración de amigos del mundo del teatro y de la música de Castilla y León, así como con la ayuda de mi inseparable Eva Moreno, de Cadena Ser, que siempre secunda todas mis locuras (en parte porque nos queremos y en parte porque ella también tiene una buena pedrada).
Ángela Hernandez, escritora y autora del prólogo que precede a los textos seleccionados y Paz Altés, editora, dos mujeres con las que da gusto hablar de cualquier cosa y sobre todo de literatura, porque es un lujo aprender con ellas, ambas grandes amigas también, nos acompañaran en la mesa esa tarde.
Desde la fundación municipal de Cultura de Arroyo contaremos con la presencia de Mayka Herrero, que está desarrollando una gran labor al frente de la biblioteca de Arroyo y acercando al gran público sus recomendaciones literarias a través de la prensa escrita.
Estaremos encantados de responder cualquier pregunta que los lectores nos planteéis y al terminar la charla,
otro gran amigo, Jesús Ramos de Bodegas "Viejo Coso" de la Ribera de Duero, nos ayudara a conseguir ese puntito tan estupendo que proporciona el vino con unas cuantas botellas de su tinto.
El vino estará amenizado con la música de otro estupendo amigo de Vesperdidos (Valladolid Vespa club) Alejandro Castro "Jander".
Creo que es un buen plan para un sábado por la tarde (y por la noche, porque los que os animéis conmigo seguiremos la farra en "El Palique", en La flecha) y os invito a todos a acercaros hasta allí.
Mi gato no vendrá, tiene un compromiso anterior y le será imposible, pero os manda saludos.a todos.
Y eso es todo amigos, espero veros el día 15.
Un abrazo grande.
que el próximo sábado día 15 a las 19horas en el teatro de La Vega de Valladolid (Arroyo de le Encomienda) tendremos otra ocasión para conocernos y para charlar un poco de este libro que es una selección de textos de Laespinillacuandobesa, acompañados de las ilustraciones de Estela Labajo, una jovencita que estoy seguro de que dará mucho de que hablar.
Como acostumbramos Estela y yo, no será una presentación como las habituales, sino que contaremos con la colaboración de amigos del mundo del teatro y de la música de Castilla y León, así como con la ayuda de mi inseparable Eva Moreno, de Cadena Ser, que siempre secunda todas mis locuras (en parte porque nos queremos y en parte porque ella también tiene una buena pedrada).
Ángela Hernandez, escritora y autora del prólogo que precede a los textos seleccionados y Paz Altés, editora, dos mujeres con las que da gusto hablar de cualquier cosa y sobre todo de literatura, porque es un lujo aprender con ellas, ambas grandes amigas también, nos acompañaran en la mesa esa tarde.
Desde la fundación municipal de Cultura de Arroyo contaremos con la presencia de Mayka Herrero, que está desarrollando una gran labor al frente de la biblioteca de Arroyo y acercando al gran público sus recomendaciones literarias a través de la prensa escrita.
Estaremos encantados de responder cualquier pregunta que los lectores nos planteéis y al terminar la charla,
otro gran amigo, Jesús Ramos de Bodegas "Viejo Coso" de la Ribera de Duero, nos ayudara a conseguir ese puntito tan estupendo que proporciona el vino con unas cuantas botellas de su tinto.
El vino estará amenizado con la música de otro estupendo amigo de Vesperdidos (Valladolid Vespa club) Alejandro Castro "Jander".
Creo que es un buen plan para un sábado por la tarde (y por la noche, porque los que os animéis conmigo seguiremos la farra en "El Palique", en La flecha) y os invito a todos a acercaros hasta allí.
Mi gato no vendrá, tiene un compromiso anterior y le será imposible, pero os manda saludos.a todos.
Y eso es todo amigos, espero veros el día 15.
Un abrazo grande.
viernes, 30 de noviembre de 2012
El cesto de las palabras inútiles
Estaba aquí, sentado al ordenador, bebiéndome una copa con el gato en el regazo y la televisión encendida, sin prestar demasiada atención a ninguna de las cuatro cosas cuando de repente un anuncio de una entidad bancaria me llamó la atención.
Generalmente me suelen provocar arcadas, porque todos son tus amigos y quieren lo mejor para ti y te ofrecen el oro y el moro hasta que las circunstancias se complican y la suerte te abandona.
Es ahí, cuando dejas de pagar una o dos, o tres mensualidades de la hipoteca y te sacan de tu casa a patadas, cuando ves el tipo de amigos que te has echado.
Aunque de ese tipo de amistades ya hablaremos otro día, porque de amigos perros, sanguijuelas y traidores tengo mucho que contar.
El caso es que estos "amiguitos" vestidos de naranja, hablaban de depositar la palabra "comisiones" en el cesto de las palabras inútiles.
Y me pareció un buen título para un texto.
Supongo que ese cesto del que hablan en el anuncio será de mimbre, como todos los cestos que me vienen a la cabeza, pero enorme, gigantesco.
Hay demasiadas palabras inútiles, o mejor, han convertido en inútiles muchas palabras que siempre tuvieron un significado útil.
Imagino que cada uno tendremos nuestro cesto, porque lo que para unos no tiene utilidad alguna, para otros si, pero en su vasta arrogancia, desde esta entidad se atreven a condenar a la inutilidad un sin fin de palabras que ni tan siquiera comprenden.
Han buscado en un diccionario palabras cuyo significado desconocen, pero que suenan altamente incomprensibles e inútiles en vez de arriesgarse a realizar un ejercicio de sinceridad y arrojar a ese cesto público y en letras de colores, palabras cuyo significado si conocen, pero les siguen resultando de igual modo incompresibles e inútiles.
Palabras como solidaridad, humanidad, clemencia, honradez,comprensión...
Hoy son incapaces de pronunciarlas.
Solo componen sus versos con números y balances.
Y son números y balances para ellos las lágrimas que brotan de los ojos del que tiene que abandonar su hogar y lanzarse a la vida, arrojando a su vez a ese gran cesto, otras palabras como alegría, ilusión, esperanza...
Y de esta manera el cesto se va llenando poquito a poco y la tapadera ya casi no cierra, para hacerlo tienen que poner sus culos cebados con la desgracia de muchos encima.
Y si aún no cierra con ese peso odioso y odiado, se le coloca además, el peso de los cerca de cuarenta mil millones de euros que durante treinta años pagaran céntimo a céntimo los honrados trabajadores de este país
Para que cierre su puto cesto de las palabras inútiles.
Hay que ver...que grandes publicistas y que osados son estos "amigos" que nos hemos echado.
Generalmente me suelen provocar arcadas, porque todos son tus amigos y quieren lo mejor para ti y te ofrecen el oro y el moro hasta que las circunstancias se complican y la suerte te abandona.
Es ahí, cuando dejas de pagar una o dos, o tres mensualidades de la hipoteca y te sacan de tu casa a patadas, cuando ves el tipo de amigos que te has echado.
Aunque de ese tipo de amistades ya hablaremos otro día, porque de amigos perros, sanguijuelas y traidores tengo mucho que contar.
El caso es que estos "amiguitos" vestidos de naranja, hablaban de depositar la palabra "comisiones" en el cesto de las palabras inútiles.
Y me pareció un buen título para un texto.
Supongo que ese cesto del que hablan en el anuncio será de mimbre, como todos los cestos que me vienen a la cabeza, pero enorme, gigantesco.
Hay demasiadas palabras inútiles, o mejor, han convertido en inútiles muchas palabras que siempre tuvieron un significado útil.
Imagino que cada uno tendremos nuestro cesto, porque lo que para unos no tiene utilidad alguna, para otros si, pero en su vasta arrogancia, desde esta entidad se atreven a condenar a la inutilidad un sin fin de palabras que ni tan siquiera comprenden.
Han buscado en un diccionario palabras cuyo significado desconocen, pero que suenan altamente incomprensibles e inútiles en vez de arriesgarse a realizar un ejercicio de sinceridad y arrojar a ese cesto público y en letras de colores, palabras cuyo significado si conocen, pero les siguen resultando de igual modo incompresibles e inútiles.
Palabras como solidaridad, humanidad, clemencia, honradez,comprensión...
Hoy son incapaces de pronunciarlas.
Solo componen sus versos con números y balances.
Y son números y balances para ellos las lágrimas que brotan de los ojos del que tiene que abandonar su hogar y lanzarse a la vida, arrojando a su vez a ese gran cesto, otras palabras como alegría, ilusión, esperanza...
Y de esta manera el cesto se va llenando poquito a poco y la tapadera ya casi no cierra, para hacerlo tienen que poner sus culos cebados con la desgracia de muchos encima.
Y si aún no cierra con ese peso odioso y odiado, se le coloca además, el peso de los cerca de cuarenta mil millones de euros que durante treinta años pagaran céntimo a céntimo los honrados trabajadores de este país
Para que cierre su puto cesto de las palabras inútiles.
Hay que ver...que grandes publicistas y que osados son estos "amigos" que nos hemos echado.
lunes, 26 de noviembre de 2012
Resumen
Que siendo muy pequeño pusieron un libro en mis manos y desde entonces sigo pasando páginas con la misma curiosidad, aunque con menor esperanza.
Que los otoños aún siguen precediendo a los inviernos, como antaño, pero ahora me doy cuenta de que las hojas caídas no volverán a decorar las ramas desnudas.
Y que hace más frío cuando te sorprendes a ti mismo comentando la película de La2 con el gato.
Hubo sotanas y estampitas de santos negros y vírgenes llorosas, golpes con la regla y canciones en el coro de la iglesia. Compañeros de pupitre con apellidos compuestos y sueños prefabricados y excursiones en Polaroid.
No demasiado pronto pero si demasiado tarde descubrí los entresijos de la condición humana y me salieron tan solo cuatro o cinco granitos, a la sombra del futuro bigote que comenzó enseguida a apuntar su peculiar paleta de colores.
Poquito después, llegaron las chicas.
Todo se volvió mucho más interesante, excitante, desafiante, decepcionante, de nuevo interesante, excitante, desafiante, decepcionante y, así una y otra vez. Y así sigue siendo hoy en día.
Las cervezas, los ratitos de tasca, las peleas con los chicos de otros colegios o entre nosotros mismos, para terminar después todos abrazados en una fiesta de hormonas.
El olor de la perrita que me acompaño desde niño, aunque con los años volviera a nacer una y otra vez con las mismas orejotas, el mismo pelo rojizo y diferentes nombres.
El primer dolor al descubrirme traicionándome a mi mismo, que fue lo bastante hondo como para no querer volver a hacerlo.
El dolor más intenso al traicionar a un amigo.
La promesa de no traicionar a nadie más ni volver a traicionarme.
Recuerdo por encima de todo la felicidad que producía la ausencia de responsabilidades y el absurdo deseo de querer comenzar a asumirlas.
Derecho, magisterio, el servicio militar donde aprendí a dormir con un ojo abierto.
Abandonar mi tierra y deambular durante años por otras plagadas de distintos acentos, nuevas amistades y nuevas experiencias.
Volver con los míos.
Durante treinta y tantos años me he reído mucho, muchísimo y espero seguir haciéndolo, pase lo que pase y caiga quien caiga, cueste lo que cueste.
Nunca he renunciado a la risa, ni al placer de la buena compañía.
Escogí lo que no debía unas cuantas veces, lo reconozco, pero de los errores se aprende más que de los cuadernos sin borrones.
De alguna manera incluso equivocarse puede llegar a convertirse en algo sustancialmente atractivo. Será por eso que no me canso de hacerlo.
Hoy llevo a cuestas alguna pena, muchas alegrías y la certeza de saberme vivo.
Y de que aún me quedan muchos párrafos por hilvanar.
También mucho por aprender.
Y muchas conversaciones con mi gato.
martes, 20 de noviembre de 2012
Vuelo rasante.
Hacia ya un buen puñado de semanas que no me enfundaba las calzas, el jubón y el gorrito con la pluma.
Se estaban apolillando en el fondo del armario, junto al arenero que le puse a los monstruos para que hicieran allí sus cositas y no me despertasen a medianoche con necesidades tan mundanas.
Últimamente cambié el modelito por otro a base de chaleco, camisa y corbata.
Por el modelo "demuéstranos lo que vales".
Pero en días como hoy, la corbata me oprime en exceso la traquea y los cuadros de la camisa pierden su color como los de aquél payaso en la lavadora.
Necesitaba volar un rato y sentir el frío de Valladolid en el rostro, mientras planeaba en un vuelo rasante sobre los tejados de mi ciudad.
Aún puedo volar.
Por muchas intentos que haga por abandonar el traje de Peter, siempre termino volviendo a él, como un borracho a su trago o una corista a las medias de rejilla.
Será que me gusta el verde.
La diferencia entre la realidad y la fantasía radica básicamente en que al espolvorear sobre mi cabeza el polvo de hadas, desaparecen los agobios, las penas y las barreras.
Los amigos dejan de morir y todos los perritos de este mundo tienen dueño.
Solo necesito de unas horas para desaparecer del gris y sumergirme en los colores.
Solo de un poco de estar tranquilo siendo yo.
Este es un otoño frío y al caer el sol, el humo de las chimeneas decora con sus estalagmitas de hollín el cielo cuajado de nubes.
Me gusta sortearlas con los brazos pegados al costado, girando sobre mi mismo una y otra vez, como quien esquiva los charcos en un pinar embarrado.
Volar siendo quien solo soy a veces, cuando me repudio a mi mismo.
Me poso en la espadaña de un campanario y observo desde arriba a los que caminan con prisa.
Que son casi todos.
Puedo ver a la castañera de la Plaza del Portugalete repartiendo calor envuelto en papel de periódico.
A los municipales dirigiendo el tráfico ateridos, golpeando las botas contra el asfalto para calentar los pies.
Al niño que llega tarde a clase de violín, con el instrumento a la espalda y el cuaderno de música en una mano, la otra agarrando la mano de su madre.
O de una amiga de su padre.
Las estudiantes de Derecho arregladas para ir a clase como quien se acicala para la visita de un amante.
Un anciano oteando a través de las vayas de las excavaciones de la Antigua, ahora decoradas de clamor popular.
Vuelo hasta la plaza mayor llena de vida, de comercio, de Riberas y de tapas de concurso.
Sin que nadie se de cuenta, me detengo a descansar unos segundos sobre las sienes plateadas del poeta Zorrilla.
"Cuan gritan esos malditos", repito para mi.
El Campo Grande, con sus pavos reales, sus estanques y sus paseantes tristes y solitarios.
La Academia de Caballería, el homenaje al regimiento de Cazadores de Alcántara, terriblemente ignorado mientras carga al paso entre autobuses, coches y viandantes presurosos.
Vuelo sobre la plaza de toros, escenario de tantos crímenes sin resolver.
El Pisuerga, caudaloso y oscuro.
Entro por la ventana tratando de no sobresaltar al gato que duerme ajeno a todo y me descubro sentado al teclado, con el pitillo en la boca y un café abandonado y ya tibio sobre la mesita del salón.
Paso de puntillas por detrás de mi y vuelvo a guardar el traje en el armario.
Que bien me ha sentado el paseo.
Como añoraba volar.
Se estaban apolillando en el fondo del armario, junto al arenero que le puse a los monstruos para que hicieran allí sus cositas y no me despertasen a medianoche con necesidades tan mundanas.
Últimamente cambié el modelito por otro a base de chaleco, camisa y corbata.
Por el modelo "demuéstranos lo que vales".
Pero en días como hoy, la corbata me oprime en exceso la traquea y los cuadros de la camisa pierden su color como los de aquél payaso en la lavadora.
Necesitaba volar un rato y sentir el frío de Valladolid en el rostro, mientras planeaba en un vuelo rasante sobre los tejados de mi ciudad.
Aún puedo volar.
Por muchas intentos que haga por abandonar el traje de Peter, siempre termino volviendo a él, como un borracho a su trago o una corista a las medias de rejilla.
Será que me gusta el verde.
La diferencia entre la realidad y la fantasía radica básicamente en que al espolvorear sobre mi cabeza el polvo de hadas, desaparecen los agobios, las penas y las barreras.
Los amigos dejan de morir y todos los perritos de este mundo tienen dueño.
Solo necesito de unas horas para desaparecer del gris y sumergirme en los colores.
Solo de un poco de estar tranquilo siendo yo.
Este es un otoño frío y al caer el sol, el humo de las chimeneas decora con sus estalagmitas de hollín el cielo cuajado de nubes.
Me gusta sortearlas con los brazos pegados al costado, girando sobre mi mismo una y otra vez, como quien esquiva los charcos en un pinar embarrado.
Volar siendo quien solo soy a veces, cuando me repudio a mi mismo.
Me poso en la espadaña de un campanario y observo desde arriba a los que caminan con prisa.
Que son casi todos.
Puedo ver a la castañera de la Plaza del Portugalete repartiendo calor envuelto en papel de periódico.
A los municipales dirigiendo el tráfico ateridos, golpeando las botas contra el asfalto para calentar los pies.
Al niño que llega tarde a clase de violín, con el instrumento a la espalda y el cuaderno de música en una mano, la otra agarrando la mano de su madre.
O de una amiga de su padre.
Las estudiantes de Derecho arregladas para ir a clase como quien se acicala para la visita de un amante.
Un anciano oteando a través de las vayas de las excavaciones de la Antigua, ahora decoradas de clamor popular.
Vuelo hasta la plaza mayor llena de vida, de comercio, de Riberas y de tapas de concurso.
Sin que nadie se de cuenta, me detengo a descansar unos segundos sobre las sienes plateadas del poeta Zorrilla.
"Cuan gritan esos malditos", repito para mi.
El Campo Grande, con sus pavos reales, sus estanques y sus paseantes tristes y solitarios.
La Academia de Caballería, el homenaje al regimiento de Cazadores de Alcántara, terriblemente ignorado mientras carga al paso entre autobuses, coches y viandantes presurosos.
Vuelo sobre la plaza de toros, escenario de tantos crímenes sin resolver.
El Pisuerga, caudaloso y oscuro.
Entro por la ventana tratando de no sobresaltar al gato que duerme ajeno a todo y me descubro sentado al teclado, con el pitillo en la boca y un café abandonado y ya tibio sobre la mesita del salón.
Paso de puntillas por detrás de mi y vuelvo a guardar el traje en el armario.
Que bien me ha sentado el paseo.
Como añoraba volar.
domingo, 4 de noviembre de 2012
Retales
Se me ocurrió vestirme con los retales de un vestido blanco que siempre me vino estrecho.
Y largo, tan largo que tropecé con el bajo y me caí de bruces en el peor de los charcos, el de agua más turbia y restos de vómitos.
Soy el padrino de la mayor de mis desgracias y sostengo la cabeza del retoño sobre la pila bautismal, sin saber que coño contestar a la perorata del cura.
El caso es que renuncio a Satanás y a sus pompas.
Tengo un pompero propio con el que crear unas enormes que lleguen hasta el cielo antes de estallar en cientos de miles de pedacitos jabonosos.
Dentro de todas ellas viajan las palabras que no encontré el día que cerraste la puerta y al reventar en el aire, llueven sobre mi mojándome el cabello y los hombros. Y el vestido blanco, estrecho y largo.
Lo acabo de poner a secar y me he dado cuenta de que ya no es bonito, es tan solo un hilvanado de retales que se sostiene armado con parches.
Me enciendo un cigarrillo.
Las réplicas de todos los terremotos que me han sacudido el alma y el tabaco rubio terminaran matándome.
Pero me importa una mierda.
Me siento a fumar en la barandilla del balcón, junto a mi gato, él mastica regaliz y me observa mientas silbo a todas las chavalas que pasan por la calle...y a los chavales, que cojones, aunque solo sea para conseguir que me llamen maricón.
Y reparen en mi.
Solo llevo puestas las calzas, ni el jubón ni el gorrito con la pluma.
El torso desnudo y los pezones avisándome del tamaño de la pulmonía que me aguarda.
Las cicatrices, de un tono más rosado que el resto de mi piel, me sirven para recordar que antes de abrir la boca para decir "te quiero" hay que tenerlo claro y contar hasta siete millones muy despacito.
Se ha hecho de noche.
Cada día que muere me acerca más y más a lo que se que me espera.
Lo que me espera.
¿Y lo que yo espero de la vida?
Supongo que necesito que me quieran.
Y eso es un problema serio, porque no están las cosas para esperar amor.
Creo que la mayoría de las personas han asumido que el amor no es del todo necesario, dadas las circunstancias que nos rodean ahora.
Con amor no extiendes cheques ni pagas facturas, ni compras birras en el Mercadona.
El amor parece un bien prescindible.
Pero yo no puedo prescindir de ello.
Así que consumo el cigarrillo y vuelvo a entrar en casa, me sirvo un whisky con hielo y me siento ante el teclado, para decirte que sigo aquí, que estoy aquí, y tras contar muy despacito hasta siete millones, para decirte que te quiero.
Y largo, tan largo que tropecé con el bajo y me caí de bruces en el peor de los charcos, el de agua más turbia y restos de vómitos.
Soy el padrino de la mayor de mis desgracias y sostengo la cabeza del retoño sobre la pila bautismal, sin saber que coño contestar a la perorata del cura.
El caso es que renuncio a Satanás y a sus pompas.
Tengo un pompero propio con el que crear unas enormes que lleguen hasta el cielo antes de estallar en cientos de miles de pedacitos jabonosos.
Dentro de todas ellas viajan las palabras que no encontré el día que cerraste la puerta y al reventar en el aire, llueven sobre mi mojándome el cabello y los hombros. Y el vestido blanco, estrecho y largo.
Lo acabo de poner a secar y me he dado cuenta de que ya no es bonito, es tan solo un hilvanado de retales que se sostiene armado con parches.
Me enciendo un cigarrillo.
Las réplicas de todos los terremotos que me han sacudido el alma y el tabaco rubio terminaran matándome.
Pero me importa una mierda.
Me siento a fumar en la barandilla del balcón, junto a mi gato, él mastica regaliz y me observa mientas silbo a todas las chavalas que pasan por la calle...y a los chavales, que cojones, aunque solo sea para conseguir que me llamen maricón.
Y reparen en mi.
Solo llevo puestas las calzas, ni el jubón ni el gorrito con la pluma.
El torso desnudo y los pezones avisándome del tamaño de la pulmonía que me aguarda.
Las cicatrices, de un tono más rosado que el resto de mi piel, me sirven para recordar que antes de abrir la boca para decir "te quiero" hay que tenerlo claro y contar hasta siete millones muy despacito.
Se ha hecho de noche.
Cada día que muere me acerca más y más a lo que se que me espera.
Lo que me espera.
¿Y lo que yo espero de la vida?
Supongo que necesito que me quieran.
Y eso es un problema serio, porque no están las cosas para esperar amor.
Creo que la mayoría de las personas han asumido que el amor no es del todo necesario, dadas las circunstancias que nos rodean ahora.
Con amor no extiendes cheques ni pagas facturas, ni compras birras en el Mercadona.
El amor parece un bien prescindible.
Pero yo no puedo prescindir de ello.
Así que consumo el cigarrillo y vuelvo a entrar en casa, me sirvo un whisky con hielo y me siento ante el teclado, para decirte que sigo aquí, que estoy aquí, y tras contar muy despacito hasta siete millones, para decirte que te quiero.
viernes, 26 de octubre de 2012
Ese punto de dulzor.
Solamente sucede muy de vez en cuando.
Se alinean los astros, cae una estrella, arde un planeta y entonces me miras con esa luz en los ojos.
Y me pregunto porque coño vas a alejarte de mi.
Pero te irás a otra vida dejándome más confuso que nunca para que viva la mía afrontando un día tras otro sin verte sonreír.
Y cuestionándome las reglas de todo.
A veces creo que alguien te puso en mi camino con alguna intención, a veces creo que esta costumbre tan mía de perderme entre palabras terminará por llevarme a una playa muy lejana donde estaré solo.
La soledad no me hace bien, por eso me echo a la calle.
Cuando estoy solo acostumbro a etiquetar los errores, les pongo una anillita en los dedos de los pies y un chip detrás de las orejas, así puedo saber cuando están cerca y salir corriendo.
También me delito recordando lo suave de tu piel y el sabor de tus labios.
Ahí es cuando me echo a la calle, para quitarme de la boca ese punto de dulzor que me dejaste.
Yo te he empujado a irte.
Siempre termino haciéndolo.
Del mismo modo que me doy la vuelta para saber si también tu vas a volverte, como en las comedias románticas.
Entonces se apaga la luz del portal y me doy cuenta de que vuelvo a estar solo, rodeado de gente.
Se alinean los astros, cae una estrella, arde un planeta y entonces me miras con esa luz en los ojos.
Y me pregunto porque coño vas a alejarte de mi.
Pero te irás a otra vida dejándome más confuso que nunca para que viva la mía afrontando un día tras otro sin verte sonreír.
Y cuestionándome las reglas de todo.
A veces creo que alguien te puso en mi camino con alguna intención, a veces creo que esta costumbre tan mía de perderme entre palabras terminará por llevarme a una playa muy lejana donde estaré solo.
La soledad no me hace bien, por eso me echo a la calle.
Cuando estoy solo acostumbro a etiquetar los errores, les pongo una anillita en los dedos de los pies y un chip detrás de las orejas, así puedo saber cuando están cerca y salir corriendo.
También me delito recordando lo suave de tu piel y el sabor de tus labios.
Ahí es cuando me echo a la calle, para quitarme de la boca ese punto de dulzor que me dejaste.
Yo te he empujado a irte.
Siempre termino haciéndolo.
Del mismo modo que me doy la vuelta para saber si también tu vas a volverte, como en las comedias románticas.
Entonces se apaga la luz del portal y me doy cuenta de que vuelvo a estar solo, rodeado de gente.
lunes, 22 de octubre de 2012
Bailarines
Estaba sentado ante el ordenador, trasteando de una página en otra con la televisión encendida (me hace mucha compañía y a mi gato le encanta) redactando propuestas de espectáculos para colegios y centros cívicos y en general, matando las horas.
En "La sexta3" estaban emitiendo " El hijo de la novia", la película que hace ya unos cuantos años hizo que me convirtiera en un ferviente admirador del cine argentino.
No se si la habéis visto, si no, os la recomiendo. Es una película de esas que cuando terminan, consiguen que abandones la butaca deseando ser mejor persona.
Los argentinos son especiales, tan pronto te revuelven las entrañas tocándote la fibra más sensible, como te nacionalizan una empresa a cara descubierta.
El caso es que aunque esta película la he visto en varias ocasiones, no he podido evitar ir centrando mi atención paulatinamente en la pantalla del televisor.
Unas cosas llevan a otras y esta vez, no he podido evitar pensar en mis padres.
Mi padre no prepara tiramissu y mi madre no tiene altzeimer, pero inevitablemente, ver a dos personas que llevan juntas más de cuarenta años, queriéndose como el primer día me evoca la figura de mis padres.
En las escenas finales, Ricardo Darín observa desde la distancia a sus padres en la ficción y comenta en voz alta: "es como ver bailar a Fred Asteire, parece tan fácil..."
Y es cierto.
Yo también les veo como bailarines que se enfrentan a las piezas más difíciles con la habilidad de dos virtuosos.
Han tenido cinco hijos, algunos, les hemos dado más problemas que alegrías.
Han quemado cientos de cartuchos tratando de darnos lo mejor de ellos mismos.
Siempre bailando.
La semana pasada nos sentamos a su mesa para celebrar cuarenta y dos años de coreografías perfectas y al poner la tarta sobre la mesa, colocaron en el centro, entre nata y chocolate, las figuritas de los novios que decoraban otra tarta, cuarenta y dos años atrás.
Y yo no pude evitar pensar¿ porqué nunca aprendí a bailar?
Lo intenté, pero creo que pisé demasiadas veces a mi pareja de baile y al final encontró quien la llevara mejor.
Es cierto que en ocasiones mis padres pueden perder el compás, la vida es dura, pero enseguida marcan el ritmo mentalmente y vuelven a acompasarse con la melodía.
Y es muy bonito ver como se mueven, abrazados, la cabeza de mi madre en el hombro de mi padre, tan segura junto a él y el tan orgulloso de que ella siga elijiendole entre todos los hombres del salón.
Y nosotros tan felices, sabedores de que ya casi nunca se baila así, y tratamos de aprender, de seguir sus pasos.
Espero que la orquesta aún les reserve muchas piezas y que el día de mañana, sigan bailando en otra pista, una en la que bailando, siempre bailando, nos esperen a nosotros para seguir dándonos otra lección magistral.
Joder con los argentinos...le hacen a uno llorar.
En "La sexta3" estaban emitiendo " El hijo de la novia", la película que hace ya unos cuantos años hizo que me convirtiera en un ferviente admirador del cine argentino.
No se si la habéis visto, si no, os la recomiendo. Es una película de esas que cuando terminan, consiguen que abandones la butaca deseando ser mejor persona.
Los argentinos son especiales, tan pronto te revuelven las entrañas tocándote la fibra más sensible, como te nacionalizan una empresa a cara descubierta.
El caso es que aunque esta película la he visto en varias ocasiones, no he podido evitar ir centrando mi atención paulatinamente en la pantalla del televisor.
Unas cosas llevan a otras y esta vez, no he podido evitar pensar en mis padres.
Mi padre no prepara tiramissu y mi madre no tiene altzeimer, pero inevitablemente, ver a dos personas que llevan juntas más de cuarenta años, queriéndose como el primer día me evoca la figura de mis padres.
En las escenas finales, Ricardo Darín observa desde la distancia a sus padres en la ficción y comenta en voz alta: "es como ver bailar a Fred Asteire, parece tan fácil..."
Y es cierto.
Yo también les veo como bailarines que se enfrentan a las piezas más difíciles con la habilidad de dos virtuosos.
Han tenido cinco hijos, algunos, les hemos dado más problemas que alegrías.
Han quemado cientos de cartuchos tratando de darnos lo mejor de ellos mismos.
Siempre bailando.
La semana pasada nos sentamos a su mesa para celebrar cuarenta y dos años de coreografías perfectas y al poner la tarta sobre la mesa, colocaron en el centro, entre nata y chocolate, las figuritas de los novios que decoraban otra tarta, cuarenta y dos años atrás.
Y yo no pude evitar pensar¿ porqué nunca aprendí a bailar?
Lo intenté, pero creo que pisé demasiadas veces a mi pareja de baile y al final encontró quien la llevara mejor.
Es cierto que en ocasiones mis padres pueden perder el compás, la vida es dura, pero enseguida marcan el ritmo mentalmente y vuelven a acompasarse con la melodía.
Y es muy bonito ver como se mueven, abrazados, la cabeza de mi madre en el hombro de mi padre, tan segura junto a él y el tan orgulloso de que ella siga elijiendole entre todos los hombres del salón.
Y nosotros tan felices, sabedores de que ya casi nunca se baila así, y tratamos de aprender, de seguir sus pasos.
Espero que la orquesta aún les reserve muchas piezas y que el día de mañana, sigan bailando en otra pista, una en la que bailando, siempre bailando, nos esperen a nosotros para seguir dándonos otra lección magistral.
Joder con los argentinos...le hacen a uno llorar.
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