En el que no puedo evitar jugar a ser el único Dios y así todo es mucho más sencillo y todos somos mucho más felices (yo incluido).
Es mi universo, y allí las cosas funcionan siempre como yo quiero que funcionen. Todo es perfecto, las sonrisas iluminan las mañanas y las noches y, el sol solo se eclipsa cuando ELLA me besa administrándome una de sus prodigiosas píldoras para mantenerme en pie, o cuando se cubre todo el firmamento con la sombra de un abrazo cálido, sincero y reconfortante. Y nada sale mal, ni nada termina de repente entre lágrimas, sino siempre de la mejor de las maneras que soy capaz de imaginar y de escribirme. La luna sale a pasear siguiendo unas hermosas pupilas y en ocasiones baja a la fragua con su polisón de nardos, y brinda con aquel poeta que descubrió que la voluntad del blanco satélite plagado de cráteres en vez de volcanes como aquel que habito, contralaba la cordura de mi especie alterando su razón o expandiendo sus mentes, y también las mareas, bañando las playas con olas de esperanza. Él convirtió su hallazgo en versos antes de caer bajo el fuego de la confusión de los hermanos enfrentados, regalándonos una eternidad de romances gitanos y de versos en Nueva York.
La única pega que encuentran aquellos que se rigen exclusivamente por la diosa cordura, es que mi universo es paralelo y no real.
Mi universo está situado poco más o menos en el punto medio entre el lugar que visualizo al cerrar los ojos y el lugar donde quisiera vivir junto a ELLA el resto de mis vidas, una detrás de otra, y en todas enamorados, satisfechos y felices sanando nuestras heridas y cauterizándolas con saliva, con caricias oportunas y con copas de vino. Está lejos, muy lejos , y a salvo de catástrofes, de invasiones, de imposiciones y de crueldad. Al entrar hay un mostrador donde los alérgicos a los gatos pueden recoger tantos antihistamínicos como necesiten, pues los felinos proliferan Por eso es imaginario, porque en la vida real los gatitos mueren abandonados, atropellados o perseguidos, todo es jodidamente complicado y el destino se entretiene poniéndonos palos en las ruedas y viéndonos tropezar (ya podía comprarse un libro bien gordo de sudokus y de sopas de letras). En este universo real y en ocasiones implacable, hay un verdadero Dios, existe, y se lo pasa genial con las personas como yo, como nosotros. Pero no le culpo por ello porque sus caminos son inescrutables y acostumbra a escribir recto con renglones torcidos.
Si me paro a pensar me doy cuenta de que en realidad no necesito ver para creer, sino creer para ver y no rendirme ante la oscuridad, ni desesperarme al no enfocar bien por culpa de las incómodas dioptrías emocionales que crecen alimentadas por las ilusiones perdidas que todo lo destruyen.
En mi universo encuentro esas ilusiones que despisté por el camino o abandoné sobre la barra de un bar, sobre la cama de una mujer o sobre la tapa de un piano, y vuelven a tener sentido y futuro. A veces me retiro allí a descansar y me relajo ausente de las complicaciones de una realidad plagada de circunstancias difíciles o adversas. A veces prefiero que me llamen loco, iluso o ingenuo. Y es que a los locos nos verán bailando cuando todo esto se termine yendo a la mierda y el mundo tangible se resquebraje. Entonces habrá cola en la puerta de acceso a mi universo y muchos se sorprenderán al darse cuenta de que está restringido el derecho de admisión. Solo entrarán aquellas personas que yo considere buenas y necesarias, y en él habitan las buenas y necesarias personas que ya se marcharon del mundo real.
Mi universo es mi casa. Si te digo que pases y te pongas cómodo, entiendo que no querrás ensuciarla ni desordenarla, sino compartir conmigo momentos de necesaria liberación y de eterna lectura del libro adecuado.
En mi universo cada edificio es una biblioteca y cada negocio una papelería; cada tormenta una tormenta de ideas, cada incendio un fuego de pasión, cada terremoto una fiesta y cada muerte una pausa.
En mi universo no tengo que ponerme gafas de sol para ocultar esta mirada azul y cuando comparto palabras azules los invitados las comprenden a la primera, aunque comiencen con R.
No hay miseria, no hay dolor, no hay traición y no hay aceitunas, pero a cambio tenemos todas las variedades de vino, todas las viandas elaboradas por los maestros artesanos que me hacen feliz en el mundo real, y todos los caprichos que pueda imaginar, que consideres imprescindibles y que te ayuden a sonreír.
En mi universo cada ruido es una nota musical y el estruendo es una sinfonía, las amenazas son poemas en versos de arte mayor y los golpes orgasmos terriblemente placenteros.
Un día os invitaré a venir. De momento os cuento como es, por si os apetece incluirlo en vuestro mapa de galaxias.
La cartografía de los sueños imposibles le dedica varias páginas y fotos a todo color.