Decidí entregarme a ti. Decidí que fueras tu quien entrara a colonizar ese territorio que aún no había conocido ningún hombre y creo que a pesar de todo, seguirá siendo un territorio virgen. No supiste clavar tu bandera en mi playa y se la llevó la corriente mar adentro, arrastrada por las olas de la marea de la insatisfacción y el desinterés.
Quería arder contigo, quería que me aplicases la chispa adecuada. Quería contener los gemidos mordiéndome los labios y apretando los nudillos, como he visto en mil películas pero, tan solo me mordí los labios para no gritarte mi desprecio y escupirte mi repulsa.
Desde luego eres atractivo, no te lo voy a negar, lo triste es que no seas nada más que una cara bonita y un cuerpo perfecto. Lo siento. Te pierde tu egoísmo, tu soberbia, tu arrogancia y tu desidia. Te pierde esa facilidad para seducir a jóvenes inocentes e inexpertas como yo, pero creo que esta vez no he perdido nada, he ganado en conocimientos. Lo que acabamos de realizar no es para nada eso que llaman "hacer el amor". Creo que ha sido una variante del onanismo más feroz pero en vez de la mano has utilizado mi cuerpo.
El sexo lo esperaba divertido, imaginativo, placentero, por encima de todo un trabajo de dos.
Nos acostamos dos personas, pero solo consumó el acto una de ellas y de forma mecánica y muy poco comunicativa. A excepción de tus "chupa", "así, así" y "muévete", no escuché ninguna otra palabra y tan solo sentí tus manos presionando mi cabeza y abriendo mis piernas.
No tienes ni puta idea de lo que te he regalado, no lo mereces y me arrepiento océanos de haber sacrificado este momento contigo.
Lo siento, pero no soy la actriz porno contratada para repetir una y otra vez tus escenas favoritas.
Me voy del plató, abandono el rodaje.No me incluyas en los títulos de crédito.
Todo ha sido culpa mía, me perdió la impaciencia por alcanzar el paraíso prometido y en algún momento debí equivocar el camino y seguir la senda del infierno de lo anodino.
Tu corte de pelo perfecto, tus ojitos verdes, tus músculos de gimnasio. Tus seductoras sonrisas ensayadas una y otra vez ante el espejo de otros ojos inocentes. Guárdatelo todo para ti y sigue masturbándote con ingenuas jovencitas, mientras puedas y te lo consientan. Yo buscaré un hombre a quien amar en su humana imperfección. Me da lo mismo que no esté cachas, que no sea alto, que no luzca un estupendo corte de pelo, que no sepa pronunciar las erres o que llore leyendo versos de poetas bilbainas. Me da igual que sienta tanto temor como pasión al acostarse conmigo y comprenderé con cariño, que precisamente su deseo y su ilusión por hacerme el amor, sea lo que le haga temer no estar a la altura.
Entonces y solo entonces, llegaré al orgasmo.