Estudié en un colegio de jesuitas y pese a ser cristiano, no consiguieron convencerme de que el sexo es pecado. No al menos el sexo tal y como yo lo entiendo y disfruto. Puede que sea pecado el sexo que se obtiene forzando, humillando o manipulando a otras personas y de eso sí que podrían darme lecciones aquellos miembros de la Iglesia que han confundido la manera de transmitir y enseñar el amor de Dios, deshonrando la memoria y el recuerdo de tantos y tantos religiosos que han dedicado su vida a la fe y a la educación, sin haber ensuciado en absoluto los ideales y creencias que les llevaron a ello.
Mientras me desnudo y te espero en la cama, borro de mi conciencia cualquier tabú que pueda estropearnos el momento y me dispongo a entregarme a ti en cuerpo y alma. Entonces realizas una entrada triunfal en el dormitorio iluminado por la tenue luz de media docena de velas, al ritmo de una canción de mi rapera favorita.
Siempre me sugirió mucho contemplar una mujer hermosa capaz de conferir elegancia y belleza a la combinación de zapatos de tacón con ropa interior minúscula y en esta ocasión, tan erótica y fantástica visión me hace enmudecer en el acto pero tú, mujer tan inteligente como hermosa, al percatarte de ello, clavas tus ojazos en los mios y dices pronunciando cada palabra con gran lujuria : "pide por esa boquita". Mi cuerpo reacciona de inmediato y un calor intenso se apodera de todo mi ser, secándome la garganta. El corazón me late a mil por hora y parece que toda la sangre de mis venas acude a fortalecer la erección más intensa de mi historia. Creo que por la repentina y total ausencia de saliva, no seré capaz de pronunciar palabra pero entonces sucede el milagro y con voz alta y clara te pido que te pongas de rodillas. Tras unos minutos de éxtasis total en los que tu lengua y tus manos toman al asalto la parte más delicada de mi ser, consigo volver a articular palabra y complaces mi segunda petición adoptando una nueva posición amatoria en la que ambos disfrutamos al tiempo del sabor y de la calidez de nuestros sexos. Antes de terminar de perder el control sobre mi voluntad, consigo incorporarme y en cuestión de segundos cabalgo sobre ti agarrado a tus caderas. Puestos a pedirte cosas me inclino sobre tu espalda y te pido al oído que por favor me regales un orgasmo a la altura de la situación.A tenor de lo entrecortado de la respiración que acompaña cada uno de tus movimientos y de lo excepcionalmente húmedo de tu interior, creo que no soy el único que ha disfrutado de nuestra pequeña conversación durante este encontronazo. Te liberas de mi presa, me derribas y te decides por ser tú la que lleve las riendas de la situación a horcajadas sobre mi. Así nos encuentra un descomunal orgasmo que nos llega a ambos al tiempo finiquitando el combate, fundiéndonos en un amoroso y férreo abrazo.
Una vez más queda demostrado lo importante de una buena comunicación, si esta fuese mejor entre los seres humanos, las cosas serían completamente diferentes.
El respeto, la confianza y la comunicación son elementos que al sumarse al amor pueden sustentarlo todo.