Como
vallisoletano que soy, reconozco parte del legado de don Miguel de Cervantes en
la corrección con la que se habla el castellano en mi ciudad, ciudad en la que
también residió el “manco de Lepanto”. Los vallisoletanos nos preciamos de
hablar el mejor castellano del mundo y sinceramente creo que el haber leído desde
niños a Cervantes, ha influido notoriamente en ello.
Don Quijote
se me presenta un personaje atemporal. Siempre habrá sitio en la humanidad para
los caballeros andantes que influidos por la lectura de pasados actos heroicos,
apuesten por enfrentarse a las injusticias que campan a sus anchas por el
planeta, aún a riesgo de ser tomados por locos.
La vida me
ha llevado a ser armado caballero por mis lectores y a ellos me debo y por
ellos pico espuelas con la lanza en ristre, mientras cargo contra una infinidad
de gigantes disfrazados de molinos, listas del paro, corrupción, violencia de género y terrorismo.
La brujería los ha permitido adoptar muy diversas formas. Prometo no
desfallecer en mi empeño y conseguir rescatar de todo mal a mi Dulcinea del
Toboso, que oculta su inmortal belleza y encanto, tras otro nombre más mundano y
actual.
Mis textos
se sumarán a los de otros muchos caballeros que no temen entrar en combate para
desfacer entuertos armados solamente con una pluma o un teclado.
La palabra
es el arma más poderosa y no habrá sortilegio ni encantamiento capaz de
doblegarme en singular combate, mientras la esgrima limpia, afilada y correcta.
Puede que
vuelva a ser derribado de mi montura y puede que mi cuerpo maltrecho y
dolorido, no resista demasiados lances ya. Pero con fuerza y honor, alcanzaré
el triunfo de la razón y un día recibiré
el beso de aquella que me ha hecho desear ser la mejor persona posible y que me
ha inspirado, me inspira y me inspirará, los textos y los versos más hermosos.