viernes, 17 de febrero de 2023

Para servir y proteger


 Y en realidad sirven y protegen. Y se juegan la vida por nosotros, sin importarles nuestro color de piel, nuestra condición social o nuestro credo.

Ayer conocí a un inspector de homicidios del cuerpo nacional de policía y por esas cosas de la vida, compartí mesa con él y con su familia, y disfruté de una conversación muy interesante, de un buen vino de la Ribera de Duero y de un entrecot al punto (al del cocinero, no al mío).

Tengo la suerte y el orgullo de conocer a muchos miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado. Conozco miembros de la policía científica, de la brigada de información, del SEPRONA e incluso, una mujer con la que viví un delicioso romance de juventud, es desde hace unos años miembro de la unidad de Caballería de la Policía Nacional. 

Lo siento mucho, pero para aquellos que se empeñan en vendernos que todos los policías, guardias civiles y militares, son unos fascistas represores, levanto mi dedo mientras les dedico la más perfecta y contundente peineta. Y de paso los mando a disfrutar de una abundante ración de sexo anal sin caricias previas ni palabras bonitas. Ojo, que de todo habrá en la viña del señor, pero generalizar es de mediocres, y os aseguro que en esta ocasión pagan muchos justos por muy pocos pecadores.

El servidor público al que conocí ayer es un tipo realmente agradable y muy comprometido con su labor. Ha servido en distintas unidades del cuerpo nacional de policía, se ha jugado la piel como escolta de autoridades durante esos tiempos en los que los etarras disparaban en la nuca en vez de apoyar propuestas del gobierno en el congreso, y ha hecho muchos kilómetros a lomos de una moto de gran cilindrada antes de unirse al grupo de Homicidios.

Mientras charlábamos y compartíamos vino, daba gusto verlo pendiente de que a su mujer y a sus hijas adolescentes no les faltara absolutamente nada, y de que estuvieran a gusto en una mesa donde nos reunimos 12 personas para celebrar el cumpleaños  de una de mis hermanas.

Por avatares de la vida me senté junto a este ángel de las calles y desde el primer minuto conectamos y mantuvimos una conversación cordial, amena y muy entretenida y edificante.

Ha sido compañero y es amigo de algunos de mis conocidos en el cuerpo, y fue muy fácil conectar con él, pues también disfruta de la novela negra y ha leído a algunos de los autores que yo respeto y admiro.

La conversación fue derivando por diferentes puertos y arribamos al de la situación actual de aquellos que como él están dispuestos a recibir un disparo por nosotros o a matarse en la carretera persiguiendo a delincuentes o acudiendo en nuestra ayuda. Me asombró saber por su boca de que en una pequeña capital de provincias como Valladolid, se hayan intervenido un impresionante número de armas de fuego y no hablo de escopetas de caza, sino de armas automáticas y semiautomáticas. De armas de combate como el AK 47 con el que un vecino del barrio de Pajarillos disparó una ráfaga, atravesando las carrocerías de varios vehículos aparcados junta a su casa y estando a punto de herir a un taxista. O de la Pietro Beretta de 9 mm que utiliza el inspector Pinacho (protagonista de mi trilogía de novela negra distópica) y con la que él mismo fue encañonado por un delincuente vallisoletano con antecedentes penales durante una identificación rutinaria en la ronda de circunvalación de la ciudad.

Este padre de familia, enamorado de su mujer y entregado custodio de sus hijas, está dispuesto a todo con tal de garantizar la seguridad incluso de aquellos que sin tener la más remota idea de las condiciones laborales de los servidores públicos, no dudan en calumniarlos y difamarlos, aferrándose a un malentendido derecho a la libertad de expresión. 

Cuando este servidor de  la ley se ve obligado a sacar su arma para defender su vida o la de un ciudadano, lo hace con el temor de verse obligado a utilizarla, pues sabe que además del nada desdeñable daño moral y sicológico que puede sufrir si la dispara, correrá un grave riesgo al verse sometido a una presión judicial y social inmerecida y realmente abusiva.

Desde aquí quiero levantar mi copa por todos aquellos hombres y mujeres que en un acto de generosidad están dispuestos a morir o a matar por nosotros.

Desde este humilde blog aplaudo y agradezco su valor y su entrega, y pido respeto y consideración con quienes eligieron cuidar del ganado y protegernos de los lobos, que gracias a la incompetencia de los legisladores y a la necesidad de mantener la poltrona de aquellos que nos gobiernan, cada día que pasa agrandan la manada y se vuelven más voraces y mas sanguinarios.

Escribir sobre un tiroteo con bajas es fácil, vivirlo tiene que ser una pesadilla.

Gracias por servirme y protegerme.



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