domingo, 8 de marzo de 2020

137

137 es mucho más que un número. Es la estadística de la vergüenza, de la ignominia. De lo mucho que aún tenemos que aprender y solucionar.
Cada día 137 mujeres mueren asesinadas en el mundo.
Estamos en el siglo XXI y pese a que ya hemos pisado la luna, desafiamos todas las leyes físicas y coronamos las cimas más altas y más peligrosas, aún seguimos escalando una montaña cuya cumbre se nos presenta todavía lejana y borrascosa. Pero llegará el día en el que una mujer plante la bandera de la igualdad, de la razón, de la justicia. Y entonces se despeñarán por sus laderas aquellos que no sepan ver que el futuro también se escribe en femenino. Caerán los que siguen pensando que nacieron con un extra de derechos y de libertades solo por tener entre las piernas un órgano al que se le conceden más funciones de aquellas para las que fue diseñado. Aunque muchos hombres piensen con el pene, el pene no es un cerebro. No es el órgano creado para el raciocinio. Hay que fomentar la educación sexual, hay que incidir mucho en esta parte de la biología y la morfología.
He escrito mucho sobre el amor. y el amor con mayúsculas, el AMOR de verdad, lo encontramos en primer lugar en la madre. Una madre está dispuesta a morir por sus crías, a renunciar a todo por ellas. Una madre es el sumun de la generosidad. Y no solo nos encontramos con estas virtudes en la especie humana. En todas las especies, las hembras llevan en el genoma la fuerza, el valor, la astucia y la generosidad con que garantizar y facilitar la vida de los frutos de sus entrañas.
Nosotros tenemos pene, si, pero carecemos de ese grado de perfección en el vínculo que nos une a nuestros hijos.
Mi padre ha sido mi faro. Mi luz y mi guía. Aunque han pasado ya más de cinco años desde que el farero tuvo que dejarnos, su luz aún brilla para mi guiando mis pasos. Pero puede que su más acertada elección, su mejor regalo y su más valioso legado fue mi madre.
De la unión de las dos mejores personas que he conocido nunca, nacieron mis hermanos y de estas cuatro bendiciones en mi vida, mis tres hermanas me han enseñado que las mujeres saben luchar por sus objetivos y son tan merecedoras o más que los hombres de alzarse con el triunfo.
Por eso, por los ejemplos que he tenido a mi lado, por el amor que he recibido siempre de las mujeres de mi entorno, por el que he sabido ganarme de la mujer compañera y pareja, no consigo entender que puede pasar por la cabeza de un hombre que mata a una mujer,
Errare humanun est, está claro. pero errar demasiado y negarse a aprender de los errores es algo que pocas veces puedo escribir en femenino. Soy un hombre y pese a ello no me supone ningún problema reconocer que como género estamos excesivamente limitados por la costumbre y la prepotencia de nuestros egos. Pero basta ya. Trabajemos juntos para que este número se reduzca a cero. Para que la muerte, que es algo real y a lo que tendremos que conceder acceso cuando nos toque, llegue solo por causas naturales o por accidentes de todo tipo, pero no por deseo salvaje, por celos, posesión. egoísmo, rencor y otras formas de nombrar a  la frustración.
Comienza la cuenta atrás. Tenemos que llegar hasta cero.

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