Haz el favor, encuentrame tu.
Porque yo estoy extenuado de buscarte. Porque creí haberte encontrado en docenas de ocasiones y tan solo eran malas copias de lo que he recibido y disfrutado de ti.
Porque te llevo buscando desde hace muchas, muchas vidas y me temo que el destino no volverá a reencontrarnos hasta dentro de unas cuantas reencarnaciones más.
No sé si la próxima vez te amaré como hombre, como mujer, como gato o como voraz tintorera pero lo que si que sé, es que bajo la forma que sea, te seguiré amando como todos estos siglos, con el alma y el corazón, con la mente y la piel. Con todo mi ser.
A veces me pregunto porqué coño el destino se entretiene jugando con nosotros. Porqué nos ha permitido unirnos durante anteriores existencias y ahora nos lo está poniendo tan difícil.
Una vez me besaste bajo el cielo estrellado de Roma, antes de partir con tu cohorte hacia Britania y una vez, te rescaté de la guillotina donde iban a cortar tu hermosa cabecita, más o menos a la altura del cuello donde lucias ese ostentoso collar de diamantes, con los que hubieras podido alimentar durante semanas a todo el pueblo de París, que se moría de hambre. Compartimos camarote en el Titanic y apuramos botellas clandestinas durante la ley seca.
Llevamos encontrándonos milenios pero ya son demasiadas las vidas en las que no se nos ha permitido coincidir. Y no es justo.
Estoy cansado, agotado, desesperado. Por favor, búscame tu. Encuentrame.
Enloquezco cada vez que creo reconocerte en los labios de una mujer y me derrito entre sus brazos, soñando que son los tuyos pero no lo son. En esta vida nunca eres tu, al igual que en mi anterior vida, en la que pretendí haberte encontrado justo antes de matarme sobre aquella moto. Y al volver a nacer comprendí que tampoco eras tu. Y desee no haber nacido y no volver a nacer de nuevo.
Ya no sé cómo hacerlo, no sé donde mirar y no sé como llegar a ti.
Por eso hoy te pido que me busques tu, que trates de dar conmigo. Puede que también estés dando palos de ciego en algún lugar del planeta, en el rincón más recóndito de cualquier otro continente o a la vuelta de la esquina.
Cada vez que me cruzo con alguien que despierta en mi lo que tu has despertado siempre, intento llegar hasta el fondo de su alma y comprobar si esta vez eres rubia o morena, alta o baja, blanca o negra. No me importa como te hayan diseñado en esta ocasión, lo que amo de ti es esa luz con la que llevas iluminando mi camino desde la primera de mis odiseas. Pero al haberme deslumbrado tantas veces, me cuesta acostumbrar mis ojos a ti. Y no consigo verte. No consigo distinguirte y eso me hace desear la muerte para volver a nacer en otro cuerpo y en otro lugar, a ver si tengo más suerte.
Sé que se están agotando los días y sino me encuentras tu, habremos perdido otra oportunidad para volver a estar juntos.
Solo le pido a los dioses que se apiaden de nosotros y nos permitan ser felices. Que ya toca.
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