La vida se ha encargado de demostrármelo y soy de los que cree en el destino, pero principalmente en que nosotros escribimos nuestro propio destino y a todos nos llegará el momento y será cuando tenga que ser y no cuando lo digan las estadísticas.
Todo llega, todo. Lo bueno y lo malo siempre terminan llegando y aunque lo bueno acostumbra a remolonear, cuando se decide a presentarse inunda la vida de esperanza y de ilusión y le da sentido a todo. Lo malo es el invitado sorpresa que se cuela en nuestra fiesta aprovechando una puerta abierta por descuido. Es nuestra responsabilidad preocuparnos de que no pase pero aunque cerremos con candado y pongamos la alarma, encontrará un resquicio en la ventana del desván o imitando a Papá Noel, se dejará caer por la chimenea.
Debemos ser cuidadosos al repartir las invitaciones porque lo malo es un experto en el disfraz y como el T1000 de la famosa película de Swartzeneeger adopta todo tipo de identidades.
Yo estoy aprendiendo a escribir mi destino y a repartir con cuidado las invitaciones a mi fiesta.
Lo mejor de todo es que desde hace unas semanas ya es una celebración conjunta con lo mejor que me podía suceder, que ha adoptado una identidad perfecta y pelirroja. A nuestra fiesta solo invitaremos buenas noticias y sumaremos esfuerzos para que sea la fiesta del siglo.
Viva con moderación, es su responsabilidad.
Las prisas no son buenas consejeras, los excesos nunca serán nuestros amigos y la cobardía, el miedo, el dolor y la tristeza tendrán que hacer un grupo de wasap aparte, Juan ha abandonado el grupo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario