miércoles, 30 de marzo de 2016

Las ánimas del monte.

Se conjuraron para conseguir crear el rincón perfecto alejado del mundanal ruido y lo colocaron entre un río lleno de vida y un montecito tan desnudo de vegetación que fue bautizado con el sobrenombre de "la calva".
Estoy hablando de Espejo de Tera, una pequeña  pedanía soriana habitada por unos irreductibles galos que a golpe de poción y de odas sanjuaneras de sus bardos, consiguieron conquistar mi corazón ampliando las fronteras hasta incoporar mi alma a su término municipal.
Allí hice teatro, malabares, acrobacias y toqué algún instrumento pero, sobre todo disfruté de la vida al entender que los placeres cotidianos te pueden llevar al éxtasis más placentero.
Allí me integré en una comunidad que con su comportamiento me reconcilió con el género humano.
No es baladí que haya elegido Espejo de Tera para ambientar mi relato novelado "Temporada de setas", pues jugar con el contraste entre lo bucólico del emplazamiento y lo terrible de los crímenes que allí se cometen, le aporta un punto de sal perfecto a la trama. Al escribirla he ido revisando en las diferentes versiones no solo la ortografía y la gramática, si no también la esencia del lugar, moldeando algunos aspectos hasta conseguir convertir la luz de Espejo en las tinieblas oportunas. Con la inestimable ayuda de mi editora, que me está aportando una visión externa con gran criterio en todos los aspectos, cada día avanzo hacia la versión definitiva que se publicará en poco tiempo y con la que quiero conseguir además de una lectura amena  e interesante, hacer un homenaje a todos los vecinos de esta comunidad que han compartido junto a mi los mejores momentos y los más tristes y duros.
Debo mucho a este lugar. Espiritualmente me empadroné en Espejo hace muchos años ya y como dicen por ahí: uno es de allí donde cuelga su sombrero. Sé que en Espejo mi sombrero tiene un lugar especial reservado junto a los de todos los de sus excepcionales habitantes y mi creatividad se vuelve un océano al nutrirse de las aguas de tantos ríos que desembocan en él.
Gracias por ser...y por estar.

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