Tuka ha tenido que pasar pruebas muy duras. Lleva meses
entrenando, desde que decidió que seguiría su instinto, como buena labradora.
Isabel, la humana con la que vive, siempre le lleva allá
donde va ella y hace ya años que Tuka descubrió el mar y comenzó a nadar y a
bucear sin miedo.
Una tarde de verano en la que Isabel estaba aburrida y
cansada, encendió el televisor y Tuka se tumbó junto a ella y descubrió una
interesante historia, en la que una humana con aspecto de tener que amamantar a
una camada insaciable, salvaba a otros humanos de morir ahogados. También había
otro humano que le resultaba muy familiar. Recordó que ese humano antes se
dedicaba a conducir un coche que hablaba y si se enfadaba con el humano, no le permitía abrir las puertas al llegar a recoger a su cita y aceleraba con mucha mala leche al paso de los
radars de tráfico.
Esta vez, ese humano corría de un lado a otro de la playa
con los flotadores preparados (los suyos del abdomen y uno de plástico naranja
para que se agarren los socorridos en el mar) se bañaba todo lo que quería, comía
como un cerdito y encima le pagaban por todo eso.
Tuka decidió ser vigilante de la playa, comenzó a hacer un
largo detrás de otro, aprendió a tirar del bañador sin arrancarlo, para
arrastrar a los humanos manteniendo a salvo también su dignidad y a bucear con
y sin snorkel. Del mismo modo y al no haber cuartos de baño para perros en las
playas españolas, aprendió a enterrar sus cositas después de quedarse a gusto y
haber hecho un sudoku y dos o tres crucigramas del periódico.
Isabel lejos de tratar de convencerle de abandonar su sueño,
le animó a ello. Isabel sabe mucho de perseguir sueños y hacerlos realidad, así
que Tuka se propuso no defraudarle, ni defraudarse a ella misma, que en el
fondo es siempre lo más importante.
Mañana colgaran en el BOE la adjudicación de las nuevas
plazas y los destinos. Espera haber conseguido que su nombre figure con letras
bien grande, como en su placa del collar.