Pues si...el mañana llega hoy.
Y ya puestos a tirar de obviedades, de frases hechas y de clichés, voy a jugar con el manido, "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy".
En esta ocasión no voy a correr y no voy a vivir acelerado, pues ya sé lo que pasa cuando no sabes frenar o no puedes hacerlo: la vida te frena, y lo hará de la forma que sea. Y seguramente esa frenada radical no conlleve nada bueno, como ya pude apreciar en el pasado, cuando el destino me frenó en seco haciéndome morder el asfalto.
Son tiempos de hacerse buenos propósitos y, más allá del consabido recuperar la forma física chupando lechuga y dejándome las lumbares entre abdominales y flexiones, he decidido empezar a cuidar de mi también en lo emocional, y a tratar de elegir bien a aquellas personas que formarán parte de mi manada, de mi presente y de mi futuro, y a condenar al definitivo olvido a esas que me confundieron y me destrozaron por dentro. Y debería ser algo más sencillo de lo que pienso, ya que sinceramente me atraen mucho más las personas que son bonitas por dentro, las que son hermosas como seres humanos y he aprendido a valorar esa belleza interior por encima de otras muchas cosas. Las que son bonitas únicamente por fuera y tan solo pueden ofrecer un físico llamativo, a la larga terminan quitándose el maquillaje y descubres lo espantoso de su verdadero ser. Y ojo, que soy terriblemente humano y nunca me amargó un dulce, por lo que muy a menudo me he dejado llevar por unas sugerentes caderas, una convincente caidita de ojos o unos irresistibles labios. Pero bueno...las cicatrices que decoran mi corazón y mi alma dan fe de lo poco acertado de mis elecciones, y de lo peligroso de mis caprichos.
Y cuidar de mi emocionalmente va mucho más allá de ser cauto a la hora de compartir la oscuridad de un portal, las sombras de un callejón mal iluminado, el lado más cálido de la cama, o un proyecto de futuro. También habla de intentar cubrir las necesidades personales, escucharme, atenderme, mimarme y protegerme, como si lo estuviera haciendo de una de esas personas por las que daría la vida sin dudarlo, y a las que no voy a abandonar bajo ningún concepto, pero que deberán comprender que yo también me necesito.
Siempre querré a la gente que quiero y jamás cortaré ese bendito hilo rojo que une las almas, pero he decidido atenderme y mirar también por mi felicidad.
Ha llegado el momento de dejar de llorar a escondidas cuando el pecho duele tanto que no puedo soportarlo más, de abandonar las inseguridades que nacen del "¿Y si?" y del "quizás". Es la hora de agarrarme a lo que he cultivado durante tantos años, a lo que he aprendido con esfuerzo y sacrificio, y muchas veces a base de golpes, pues la letra con sangre entra. Es la hora de optimizar recursos y de hacer valer este continuo aprendizaje, pues la vida pasa y pesa, y te enseña mucho por el camino, a veces cosas que quisieras no haber tenido que aprender.
Voy a enviar mis tropas a cumplir una fundamental misión, que sé que me reportará la necesaria victoria: la peligrosa operación "¿Qué hay de lo mío?".
Y comienza hoy. Espero no tener que lamentar excesivas bajas.