Soy de Invernalia y estoy acostumbrado a vestir de negro como el resto de los guardianes del muro y me viene fenomenal porque ya de paso, guardo un encubierto luto por todas las historias de amor que murieron y que tuve que sepultar en el fondo de mi alma.
Mientras hago mi ronda en el muro, me subo la capucha de la capa en previsión de que el viento helado del norte se adueñe de todo mi ser y vuelva a congelarme el corazón.
No quiero tiritar y no lo haré si me puedo arropar con sus besos y entrar rápidamente en calor. Sé que conseguirá mantener mi sangre caliente con sus palabras precisas.
Cubriré el lecho de páginas repletas de pensamientos cálidos y confortables y me ocuparé de que nunca falte un leño en la chimenea para que pueda sentarse junto a ella y calentarse las manos, si llegase a transmitirla el frío que en ocasiones me congela el espíritu, pero no será necesario.
Vive bajo un sol radiante y besa en la distancia y con acento pero no escatima en besos ni en palabras incandescentes que colocar entre las sábanas para hacer las noches plácidas.
A veces mientras me encomiendo a los dioses antes de entrar en combate con los caminantes blancos, oigo el sonido de su cuerno a lo lejos y entonces desenvaino mi espada con la certeza de que no será mi cabeza la que terminará clavada en una pica al llegar el ocaso.
Ella me ha ayudado a vencer muchos temores, entre ellos el peor y más salvaje, que anidó en mi pecho y crió docenas de pequeños temores que me estaban empezando a devorar por dentro.
Soy un guerrero vestido de negro dispuesto a vender cara mi vida y ya no permitiré que nadie me inoculé su helado veneno.
Soy el rey en el norte y ella es mi reina allá donde quiera que esté, por muy lejos que sea.
Conseguiré que los dragones nos despejen el camino hasta el trono de hierro y desde allí gobernaremos los siete reinos.
La historia la escribiremos nosotros y la escribiremos juntos. Nos gusta escribir.