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domingo, 28 de diciembre de 2025

Dudare humanum est


 Me ratifico en lo que he afirmado en más de una ocasión: dudar es tan humano como errar. Y para mi desgracia soy terriblemente humano.

Vivimos en un tiempo en el que al sociedad se empeña en etiquetarlo todo, y en ponerle nombre, o simplemente unas siglas lapidarias a cuanto nos desconcierta, nos asusta, nos limita, o simplemente nos define. 

Resulta que uno de mis mejores amigos, que es un artista como la copa de un pino y no deja de componer canciones y de crear belleza, fue diagnosticado con un TDAH que lo condiciona y lo marca; que tras aquellos minutos de muerte clínica y esa temporadita en coma, todo se redujo a que pasé por una ECM, y que aquella salvaje experiencia terminó de colocarme en el grupo de los PAS.

Y todo esto, todo, más allá de las particularidades de cada uno y de nuestras circunstancias, se alimenta siempre de lo mismo, de las dudas.

Entre mis sentencias recurrentes esta esa que dice que cuando quiero hacerme daño, hago introspección.

Me aterra sentarme a hablar conmigo. Bueno...más bien me aterra escuchar lo que tengo que decirme, porque aunque lo he intentando en incontables ocasiones, jamás consigo engañarme, y las verdades a veces duelen demasiado.

Todo aquello a lo que concedo verdadera importancia, por fuerza termina obligándome a tomar decisiones, y por desgracia no siempre son las decisiones acertadas. Eso a lo que me lleva inexorablemente es a dudar y, por ende, a angustiarme entre las dudas. 

Con la edad he aprendido que esa angustia se debe principalmente al miedo a equivocarme a la hora de tomar una decisión, y que al equivocarme, pueda perjudicar a las personas que estén a mi lado. 

Tengo un miedo espantoso a hacer daño a las personas que quiero y a defraudarlas, tengo miedo a hacerme daño, y a defraudarme, y si sumo dos y dos y, tras hacerlo confirmo que de toda la vida siguen siendo cuatro, parece que lo que más me asusta es asumir que el ser humano es una criatura propensa a cometer errores y a hacer  y a hacerse daño. Por lógica lo que realmente me asusta, no es otra cosa que asumir que también que desde esa intensa humanidad que me define, cometeré errores. Es un silogismo de manual: el ser humano comete errores, Juan es un ser humano, ergo Juan comete errores.

Esta es la pescadilla que se muerde la cola, dudo y temo, temo y dudo, y me castigo por mi inseguridad.

Seguramente dejaré de tener miedo a decidir cuando compruebe empíricamente que de un tiempo a esta parte, empiezo a acertar en muchas de las decisiones que tomo, aunque me siga flagelando por algunas de las que más influyeron en mis vidas y me marcaron el alma, como la de mirar hacia otro lado dando por sentado que mi concepto de amistad y de fidelidad eran universales, arrancar la moto desoyendo a los amigos que me pidieron que no lo hiciera, o creer que quien reclamó mi vuelta lo hizo por amor, y no por despecho.

Por fin y tras muchos años de imperdonable inmadurez, comienzo a hacerme mayor.

Ahora tan solo me queda aprender a no angustiarme y perder el miedo ante aquello que me haga reflexionar. Vamos...tan solo me queda aprender a vivir.