jueves, 26 de enero de 2023
Orientación y creación literaria desde una gran verdad
domingo, 15 de enero de 2023
Lentamente
Hazlo, por favor. Y que no te tiemble el pulso. Esto no será en absoluto un crimen, será un acto de amor porque muero lentamente entre terribles sufrimientos, y cada día me desangro en las lágrimas que no puedo contener. Así que por favor, si alguna vez me quisiste, y me consta que así fue, mátame rápidamente y permíteme escapar de esta condena. Apoya el cañón en mi frente y aprieta el gatillo con la certeza de que estarás realizando una buena obra, sin duda una acción terriblemente compasiva pues se me ha llenado de llagas el corazón y no te imaginas cuanto sufro cada vez que cierro los ojos y mi inconsciente te busca.
No te preocupes, digamos que tu colaboración será una suerte de eutanasia, la más generosa de las respuestas a mi llamada de auxilio y a mis súplicas implorando clemencia, pues me desgarran la carne los recuerdos de las noches a tu lado, y me arden en la piel los restos de tus caricias. Será un acto de suprema bondad , de infinita generosidad y de extrema dulzura. Así lo comprenderán quienes deban juzgarte en la tierra y en el cielo, y te prometo que nadie podrá acusarte de mi muerte, porque llevo muerto mucho tiempo ya, y ningún juez se ha personado para certificar la defunción, firmar docenas de tristes y fríos papeles que obvian el verdadero motivo ni ordenar el levantamiento del cadáver. Morí el día en que cortaste el hilo rojo que unía nuestras almas y me abandonaste tras besarme por última vez. Y en ese mismo instante supe que había muerto porque una vida sin ti es la mayor de las tristezas, un desierto abrasador, una ciénaga insalubre infestada de caimanes, un precipicio infinito. Todo ello incompatible con la vida. Al menos con la mía.
Si he de subir al parnaso quisiera alternar con todos esos poetas que cantaron al amor a lo largo de los siglos. Y pedirles explicaciones y responsabilidades. Y si el destino decide volver a enviarme a este valle de lágrimas, solo espero que una vez más decida cruzarme contigo y permitir que te encuentre de nuevo, como llevo haciendo desde que el mundo es mundo y el creador quiso que una criatura bípeda y torpe habitara el planeta y jugara a ser dios, creyera ser dios y diseñara y ejecutara sin remedio su propia extinción. Un siglo tras otro he muerto y he vuelto a ti, y un siglo tras otro se me ha permitido hallarte, porque en efecto dios existe y se lo pasa genial con nosotros.
No temo que se me arroje al infierno porque vivir si ti es el peor de los infiernos y ya lo he conocido, ya se me ha recluido en él, y ya lo he sufrido cada mañana que he despertado, he podido abrir los ojos y he tomado consciencia de no hacerlo a tu lado.
Por eso, mi vida, te pido que lo hagas ya. Mátame rápido, permíteme entrar de nuevo en ti y bucear en tu humedad, hacer el amor lentamente, por última vez, y volver a sentir que al vaciarme entre tus brazos, todo habrá merecido la pena, incluso el dolor de volver a perderte.
miércoles, 4 de enero de 2023
Irse
—No hay nada que hacer –dijo el cardiólogo cuando revisó las pruebas que se le habían realizado al paciente que dormía sedado en la habitación situada dos pisos más abajo en el hospital donde se le ingresó de urgencia unas horas antes– su corazón ha decidido que ya no puede más, que ya ha tenido suficiente. Esto no es habitual, un caso así solo lo he visto en otra ocasión hace muchos años ya, pensé que nunca volvería a tratar a un paciente con el síndrome Capuleto, pero los electrocardiogramas y el tac con contraste no dejan lugar a dudas.
—Nunca ha sufrido del corazón –le explicó la hermana del paciente sollozando –fuma, si, pero lleva un par de años cuidándose mucho y sé que al menos hace algo de deporte a diario.
El doctor vuelve a ponerse las gafas y le echa otro vistazo a los resultados de las distintas pruebas y análisis. Las evidencias son claras y en momentos como ese es cuando se le hace un mundo ser absolutamente sincero con los familiares de los pacientes que le toca tratar en urgencias. A urgencias no suelen llegar tipos sanos y en perfectas condiciones. Más allá de infartos y anginas de pecho, a veces le toca enfrentarse a situaciones mucho más delicadas incluso, y entonces es cuando debe hacer un verdadero esfuerzo para presentarse como el profesional que es y dejar de lado frases vacías e inútiles que ni consuelan no alivian. El doctor Gómez De la Finca sabe que al paciente de la 211 apenas le quedan unas horas de vida y tiene que decírselo a los familiares que asustados y muy impresionados ocupan las sillas frente a la mesa de la consulta.
La luz de la sala aporta una fría calidez al momento del comunicado y el poto que cuelga de la librería tras la mesa y el ficus que reposa en una de las esquinas de la consulta tratan de darle algo de humanidad a la estancia, pero noticias como la que tiene que transmitir al matrimonio que aguarda el dictamen no resultan menos duras ni aún comunicándolas en un parque de atracciones.
—Lamento comunicarles que Iván se está dejando morir. La ciencia aún no se explica cómo, pero los pacientes afectados por este síndrome encuentran la manera de convencer a sus corazones de que la vida no tiene sentido y consiguen que el músculo obedezca a la mente y paulatinamente va deteniendo su camino decelerando el bombeo de la sangre hasta que el ritmo de los latidos se detiene y se produce ese fallo cardiaco que es incompatible con la vida.
La hermana de Iván no puede controlar el llanto y rompe a llorar desconsolada. Su marido la abraza y trata de mantener la compostura pero el asombro y la incredulidad se reflejan con claridad en su semblante.
Y ¿No hay ninguna forma de devolver la función al músculo? No sé...con química o mediante electrochoques o algún tipo de tratamiento agresivo –pregunta el afectado y sorprendido cuñado mientras abraza a su esposa.
—Lo siento, de verdad –contesta con verdadera sinceridad el abrumado galeno –pero si el no quiere vivir no hay nada que hacer, y parece que hace ya unos meses que comenzó el abandonó y el declive. Los enfermos del síndrome de Capuleto no reaccionan ante ningún estímulo ni a ningún tratamiento, por agresivo que resulte. Si me aceptan la analogía es como si hubiesen decidido desenchufarse de la máquina que los mantiene con vida, y la muerte es su único deseo.
—¿Esta sufriendo?–pregunta la hermana con un hilito de voz.
—No físicamente, eso se lo garantizo. No hay dolor de ningún tipo más allá del dolor emocional y del sufrimiento anímico. En efecto su hermano no padece de ninguna dolencia ni de ninguna afección que pueda acarrearle algún tipo de molestia, de dolor o de malestar. Los compañeros de siquiatría definen el síndrome de Capuleto como una depresión extrema. Lo llaman "la muerte amada".
El compungido matrimonio abandona la consulta del doctor Gómez De la Finca y bajan a la habitación donde mantienen a Iván sedado y conectado a distintas máquinas.
Iván está consciente y cuando los escucha entrar abre los ojos y les dedica una mirada azul con os ojos brillantes y acuosos.
—Lo siento mucho, tesoro –dice con voz queda –no quería haceros sufrir y no quiero que sufráis por mi. Entiéndeme, hermanita, mi vida sin ella no tiene sentido y me voy feliz porque sé que el destino volverá a juntarnos en otro momento, con otros nombres, con otros cuerpos, pero la reconoceré y me reconocerá.
—Siempre dijiste que rendirse no era una opción...que nunca tararías la toalla–protesta su cuñado mientras apoya una mano sobre el hombro del moribundo escritor. –Sé que eres católico. Tu dios es el único que podría quitarte la vida. Según tu fe él te la dio y solo él puede arrebatártela. Si te dejas morir por voluntad propia será un suicidio y condenarás tu alma inmortal Y de alguna forma al hacerlo estarás negando la existencia de dios y renegando de tu fe.
—Dios existe, cuñado. Y se lo pasa genial con nosotros. No reniego de él ni lo culpo de mi pena. Todo está escrito y quizás él decidió que en esta ocasión ella quisiera dejarme ir, que no le importara perderme, que aún queriéndome, porque sé que me quiere, prefiriera esperar a otro momento, a otra vida a otra realidad en la que podremos ser felices al fin.
—Eres un romántico, Iván. Y lo vas a ser hasta el final. ¿No te das cuenta de que al dejarte morir vas a destrozar el corazón de los que te queremos? –le increpa su hermana verdaderamente enfadada.
—Ya te he explicado que me voy feliz, porque sé que volveré a verla. Este no era nuestro momento, pero nos amamos, la amo, la he amado a lo largo de muchas vidas y sé que la amaré hasta que el universo deje de existir. Y más allá todavía. He atravesado galaxias de cariño y he cruzado océanos de amor para encontrarme con ella. Este Iván que hoy morirá no es más que el envoltorio que recubre el sentimiento más hermoso, tan hermoso que solo puede nacer de dios. ..del único dios, del dios verdadero. Sin duda fue ese dios quien la creó a ella, pues solo dios pudo tallar en una mujer a una criatura tan adorable, con un corazón tan bello, con un rostro tan hermoso, con un espíritu tan puro.
—¡Vale ya!–grita la desconsolada hermana de Iván tan enojada como desesperada al ver que su hermano tiene perfectamente claro que no quiere vivir sin aquella que simboliza todo lo que llevaba años soñando en una mujer, sin aquella musa que inspiró sus mejores novelas y sus poemas más armoniosos.
—No te enfades, nena. Ahora soy feliz. Me voy sabiendo que algún día volveré a ser un hombre feliz y pleno y que todo terminará llegando. Incluso lo bueno.
Y diciendo estás últimas palabras cerró los ojos y expiró. Las maquinas que recogían sus constantes vitales comenzaron a emitir un desagradable y estruendoso pitido que alertó al personal de guardia y aunque en cuestión de segundos se presentaron en la habitación médicos y enfermeras provistos de desfibriladores y demás aparatos concebidos para obrar milagros, el único milagro que sucedió allí fue la paz y al felicidad que se reflejó el rostro del difunto.