Hermanastras celosas y rabiosas las hay por todas partes pero en el fondo no es culpa suya, sino de aquellos que las convencieron de que lo merecían todo por derecho de nacimiento. Por eso cuando ven a una mujer como tú, se sienten atacadas al saber que el verdadero derecho a ser feliz es tuyo, que te lo llevas currando mucho tiempo y has puesto los medios, aunque la vida te haya sacudido una y otra vez. Has descubierto que el amor, como canta Macaco, es el único camino. Y es un camino que igual ahora mismo ya no pensabas volver a recorrer, por haberte encontrado en él con dragones, ogros, hechiceros y demás subproductos de la fantasía. Pero también te has encontrado conmigo, que sé que este es el veredero camino. El que hay que recorrer en presente y no en pasado ni en futuro, simplemente colocando un pie delante del otro apartando la maleza, esquivando a las serpientes y mandando a tomar por el culo a las fieras que pretendan arrancarnos la vida a mordiscos.
El amor es algo maravilloso pero hay que tener mucho cuidado, porque se ha convertido en un producto gourmet al que le han salido muchas imitaciones de baja calidad de esas que se venden en el todo a cien. Prefiero ahorrar o pedirle un crédito a mi alma. Si quieres estaría genial que avalases ese crédito y si lo necesitas, yo avalaré el tuyo. Aunque creo que tú vas sobrada de efectivo emocional y te puedes dar el capricho de adquirir el amor más exclusivo, el de denominación de origen, el de pata negra.
Y lo demás son chorradas, o cuentos.
Había una vez no hace tanto ni en un país tan lejano, una hermosa mujer que decidió echarle coraje a la vida y que despidió a su hada madrina. Y un trovador que se había estancando en cantarle a las penas y a las mujeres equivocadas.
Y fueron felices y se hartaron de chuletillas y de pan tumaca, maridado todo ello eso sí, con el tinto oportuno.
Continuará (el the end es un rollo)
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