Muchas veces he tenido la conversación en la que yo afirmaba ante alguna persona que se lo tomaba casi a risa, que los animales que comparten espacio y día a día conmigo terminan convirtiéndose en uno más de la familia.
Es cierto, no llevamos la misma sangre ni nos parecemos lo más mínimo físicamente (ya quisiera yo esos ojazos) y lo más diferenciador aún: ni tan siquiera somos de la misma especie animal.
Creo que si se estudia desde el cariño, la clasificación de los seres vivos en especies, grupos y razas sufriría una importante alteración.
No creo que el afirmar que las denominadas "mascotas" son un miembro más de cada familia me convierta en un taradito ni en un gilipollas integral.
He crecido con perros en casa y guardo recuerdos maravillosos de cada uno de aquellos animalitos que se prestaron a convivir con nosotros.
La revolución emocional llegó con los gatos, una especie con la que nunca había convivido hasta que apareció "Bankia" un gatito al que rescaté del abandono y le di aquel nombre absolutamente metafórico y acertado, ya que apenas un mes después de haberlo llevado a casa el pobre murió, pues según el veterinario arrastraba una infección bacteriana de la que no pudo recuperarse y que le había dejado sin nada, sin defensas, sin energías y sin fuerzas.
Igualito que aquella institución financiera homónima.
Al poco me regalaron a este caballerete que hace ya tres años vive conmigo y sinceramente más que pensar que él sea mi gato, creo que yo soy su humano.
La dignidad de los felinos en cada uno de sus gestos y movimientos no deja de sorprenderme.
El mundo felino es de lo más curioso e interesante. Hay un refrán árabe que dice que Dios inventó al gato para que el hombre pudiera acariciar al león.
Lo que tengo muy claro es que cuando gatete muestra cariño es un gesto absolutamente sincero, no hay ningún tipo de impostura ni falsedad en él, incluso sé que alguien podría decirme que es cariñoso cuando quiere comida o algún capricho o juego pero hay muchos gestos de cariño absolutamente desinteresados y que no van asociados a ninguna recompensa.
Muchas veces encuentro en redes sociales mensajes de amigos que han perdido a sus mascotas bien por avanzada edad, enfermedad o accidente y son realmente tristes ya que hablan de esas pérdidas desde el corazón y eso se nota.
La ternura que transmiten los animales es muy especial, completamente limpia y ausente de cualquier otra cosa que no sea cariño, placidez y agradecimiento por estar a tu lado.
Ojalá los humanos supiéramos demostrar así de facilmente los mismos sentimientos y perdiésemos la vergüenza a expresar las emociones.
Vale que en ocasiones te encuentras con perros que te muerden, gatos que te arañan y demás pero pasa como en todo, no siempre vas a caer bien ni te van a caer todos bien.
Muchas veces esos arrebatos se deben al instinto y en alguna ocasión a la pésima educación o al trato que reciben en sus hogares.
Está claro que nadie va a querer a un animal extraño como al que vive con él, pero al menos seguro que lo respetará y lo tratará bien si se da el caso.
Os aseguro que no me he convertido en un rarito ni en un chalado que afirma querer más a su gato que a las personas pero desde luego he aprendido a quererlo al menos tanto como quiero a mucha de la gente que forma mi entorno.
Es nuestra obligación educar a los más pequeños en el respeto hacia los animales al igual que deberíamos educar en el respeto hacia todas las personas cualquiera que sea su sexo, raza, religión y condición social.
Otro gallo nos cantaría.
Y este texto lo he escrito yo, os prometo que no dejado el blog abierto y cierto pequeño cuadrúpedo bigotudo y sigiloso ha aprovechado la ocasión.
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