en el borde justo de la cama, allí donde los pliegues de las sábanas forman gigantescas cordilleras rocosas y poquito a poco comenzó a despojarse de la ropa, de los miedos y de las historias pasadas.
No de todas, obviamente, tan solo de aquellas que le llevaron a tatuarse una enorme lágrima negra en el pecho.
Mientras dobla con esmero la camisa blanca, imagina lo sencillo que es convertirse en otra persona.
Uno, puede transformarse en cualquiera, incluso en aquella mujer que decidió no volver a leer un periódico, ya que gracias a tanto dolor impreso con tinta sucia, había dejado de creer en la poesía.
Dejar de creer en la poesía es dejar de creer en los besos, en los ocasos, en los niños yunteros, en las cebollas que lloran y tienen cien cañones por banda y vientres de luz y canciones desesperadas.
En los corazones más abiertos y en las mentes más torturadas.
Él prefiere imaginar vivencias.
Puede imaginar que es una muchachita llena de inseguridades que se pregunta porque coño trabaja en esta hamburguesería grasienta, después de haberse pasado media vida estudiando. ¿Quizás porque el destino no le reserva nada más?
Ni de coña.
Él, que ahora es también ella, va a demostrale y va a demostrarse que los sueños se envuelven en torno a un largo bastón blanco, como el algodón de azúcar de la feria.
Mastica todo lo que le queda por hacer y disfruta de los recovecos del futuro.
Es y será un ente pleno limitado únicamente por su ego, no por las circunstancias del mercado laboral, ni por esos ángeles sospechosos que la aman encerrándola en un armario, restringiendo las visitas y supeditando los " te quieros" a los terrores del macho dominante.
Caen los pantalones como en una de esas comedias italianas, de repente, con solo desabrochar un botón.
Y abandona los peligros de ser ella para volver a convertirse en él.
Por un momento se excita al descubrirse medio desnudo y acaricia la idea de dedicarse un ratito.
Y vaya si lo hace, se dedica cientos de reproches, los que caben en un dormitorio en penumbra y eyacula excusas que no sirven para nada.
Pero a él lo reconforta.
Vivir en ocasiones es una gran jodienda, pero de pronto aparece algo o alguien que dota de significado real a la V a la I a la D y a la A...y silbando la canción de moda en "radio tira palante" comienza a recoger las prendas que hace tan solo unos minutos o unos recuerdos, le resultaban tan húmedas.
Ahora están calentitas y amorosas y se viste como quien hace el amor con alguien inesperado.
Sonriendo.
Puede ser quien le apetezca porque puede escribirse la vida que se le ponga en la punta de la pipa, pero le pese a quien le pese, le gusta ser simplemente
YO.
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