viernes, 8 de abril de 2011
Angel
Quisiera que el alma se me escapará del cuerpo.
Me gustaría ser etéreo y flotar, me gustaría ser un ángel de largas alas de plumón blanco.
Observar a los hombres desde las nubes y mofarme de sus súplicas y sus lamentos.
Me gustaría lanzar una saeta contra aquellos que detesto, una saeta divina, impregnada en curare de Dios, de ese que te atenaza los sentidos y te va dejando morir poco a poco, hasta que te conviertes en nada y esperas la vida en un mundo futuro.
Quisiera volar muy rápido, lo suficientemente rápido para estar en todos los sitios a la vez.
Acechar junto a la cabecera de la cama del que implora ayuda y susurrarle al oído que se pegue un tiro y luego volar hasta la cúpula de una catedral y observar a las beatas arrodilladas, pasando muy rápido las cuentas de sus rosarios.
Me gustaría ser omnisciente, para dejar de tener preguntas, para vender las respuestas y corromper las conciencias.
Me gustaría tener una espada de fuego y hundirla en el pecho del malvado, del odioso, del impuro, del ingrato, del cruel, del inmisericorde. Hundirla hasta la empuñadura en las entrañas del avaro, del que ejerce su poder sin conciencia, del que envenena la tierra y el mar.
Quisiera ser yo el que castiga, el Ángel de la muerte, la ira de Dios.
Y sin embargo camino por la calle escuchando los pensamientos de la gente, sin poder hacer nada.
Quisiera ser un Angel negro, porque siempre he tratado de ser un Ángel de amor y eso me ha vuelto débil y ahora agacho la cabeza.
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