domingo, 7 de agosto de 2016

La verdadera fe

Durante milenios el ser humano  ha matado y ha sometido a sus congéneres en el nombre de Dios. Da igual el momento y el lugar pero la historia universal está plagada de la tan manida costumbre de tratar de imponer religiones, creencias e ídolos. Los nombres con los que se identificaban al dueño del universo han sido de lo más variopintos, al igual que sus distintas reprsentaciones. La mayoria forman parte de nuestro vocabulario habitual y los hemos aprendido desde bien pequeños, desde que tuvimos acceso a ellos, desde que nació en nosotrós o se nos inculcó, la verdadera fe. Estos nombres evolucionan con el paso del tiempo pero siempre perdurarán en nuestras memorias, porque a veces volvemos a ellos y recurrimos a terminos olvidados para tratar de desenterrar la sepultada y arcaica fe de algunos pueblos.
Rupia, Piastra, Dinar, Peseta, Libra, Yen, Rublo, Euro,Dolar...hay tantas maneras de nombrar al Dios verdadero, como culturas y civilizaciones en el planeta.
Pero no debemos permitir que reine el caos y hay que crear leyes y normas por las que regirse, so pena de eterna condenación e indecibles sufrimientos.
Los diez mandamientos en los que resumimos la verdadera fe, son:
-Amarás al dinero sobre todas las cosas.
-Gastarás en vano
-Santificarás la bolsa.
-Honrarás a la casa de la moneda y al Ibex 35, o sea, a tu madre y a tu padre.
-No matarás, si no supone un beneficio económico para alguien, el que sea.
-No cometerás actos impuros, como compartir y donar, o cualquier acto de caridad.
-No robarás, si pueden pillarte e imputarte por ello, como acusado ante un tribunal.
-No extenderás cheques falsos ni sin fondos.
-No tendrás pensamientos impuros, sobre el justo reparto de la riqueza
-Codiciarás los bienes ajenos y sobre todo envidiarás el dinero del prójimo.
Lo más triste es ver como aún con lo sencillo y lo básico de este decálogo, hay personas que se empeñan en pecar y son capaces de vivir felizmente con lo que tienen, sin tratar de robar la más miserable cantidad, ni defraudar en sus impuestos, ni siquiera intentar tributar en paraisos fiscales, que son los únicos y verdaderos paraisos en la tierra.
Dios lo puede todo, lo controla todo y su voluntad es la única ley y ante él debemos inclinarnos, agachar la cabeza y acatar su voluntad.
Todos somos hermanos y  miembros de su única Iglesia y por suerte contamos con infinidad de templos repartidos por los cinco continentes, con sucursales muy cerca de nuestras casas, que visitar en horario comercial,cuantas veces queramos, porque él siempre estará allí y si lo necesitamos, contaremos con confesionarios exteriores donde acudir a ponernos en paz con él, utilizando nuestras libretas o tarjetas de crédito y débito.
La fe evoluciona con el tiempo y hoy contamos con la gran fortuna de poder acceder a su palabra a través de nuestros teléfonos móviles, tablets u ordenadores personales.
La cabeza visible de Dios en la tierra es nuestro Santo Padre o Papa, con sede en Bruselas. Cuenta con la ayuda de innumerables hombres y muejeres a su servicio, que se han educado en seminarios con títulación universitaria y masters y que trabajan empleados y al frente de cada templo, siempre dispuestos a aconsejarnos, guiarnos y ayudarnos a no sucumbir ante las continuas tentaciones del maligno.
Porque para nuestra desgracia, todos hemos nacido con  un terrible pecado: la generosidad.Pero al abrir nuestra primera cuenta corriente nos redimimos de él y será la obligación moral de padres y padrinos en la fe, el que todo niño pueda ser bautizado con el agua de la vida(en metálico,si fuese caso de mortal necesidad).
El señor es mi pastor, nada me falta. Con verdes fajos me apacienta.
Yo confieso, ante Dios todopoderoso, que he pecado mucho, de pensamiento,palabra, obra y omisión. Con mi cuenta con mi cuenta con mi gran cuenta.
Danos hoy nuestro crédito de cada día y perdona nuestros desfalcos, como nosotros pedonamos a los que desfalcan.
Tengo que dejaros, porque soy voluntario y me voy de misiones, a Wall Street, donde parece ser que como la lepra, se está extendiendo la prudencia y el ahorro.

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