viernes, 5 de agosto de 2016

El camino amarillo

Supuestamente era el que me llevaría hasta la morada del Mago de Oz, quien me ayudaría a regresar al seguro y confortable hogar, del que me arrebató un tornado salvaje, no hace demasiado.
Al caminar, pensé que no estaría de más aprovechar para que me concediese el cerebro que siempre he querido y así, dejar de ser ese espantapájaros absurdo que he sido en ocasiones y que no paraba de equivocarse y hacer mal las cosas por mera ignorancia, no por maldad, aunque sé que eso no es excusa Ya puestos pensé también en solicitarle la venía de un corazón a prueba de fracasos. Un corazón a estrenar, sin remiendos ni cicatrices por todas partes, un corazón que lata fuerte bajo la hojalata de mi pecho, que reluce y brilla mucho, pero se traspasa y se abolla con excesiva facilidad.
Solo tendría que llegar a un lugar bajo el arco iris, donde todo sería fascinante y adorable y además, no habría que pagar ni alquiler ni hipoteca, ni tan siquiera un canon de alojamiento, ni un canon cultural de esos que se han puesto de moda.
El miedo que me provocaba la terrible bruja del norte me dio la idea de que como no hay dos sin tres, o así reza el refranero popular, le solicitaría a su mágica excelencia el valor para enfrentarme a todo lo que me hacía sentir pequeñito, porque siendo como era, un leo de manual, lejos de ser un tipo valiente como el rey de la selva, me asustaba de mi sombra ( lo cierto es que precisamente muy grande no es, la jodia). Pensaba también por el camino, que un día de estos aprovecharía para cosérmela a los zapatos, que ultimamente le había dado por escaparse y hacer su vida, pero eso es otra historia y ahora no viene al caso.
El trayecto no era escandalosamente arduo y, aunque me había llegado a plantear el buscar un Bla-Bla Car que me acercara hasta allí, decidí que me apretaría de un trago mi cantimplora de "jugo de gumibayas escocés" y que me pondría una rayita de polvo de hadas, con lo que estaba seguro de que llegaría volando.
Con lo que no había contado era con encontrarme con la jodida bruja del norte al doblar una esquina.Un cubo de agua en toda la jeta fue la solución ideal, aunque ya había intuido que la policía de la magia actuaría según el protocolo establecido para estos casos, me llevaría al talego y tendría que demostrar  legítima defensa, ante un tribunal de violencia de género. Me parece genial el sistema y estoy dispuesto a someterme a él, si eso redunda en la seguridad de las brujas y hadas buenas e inocentes.
Solo quería vivir mi propio cuento, dejar de representar cada día el papel de Peter Pan y conseguir algo en mi vida, aunque fuese el billete para el viaje de vuelta al lugar de donde no quise irme nunca. Pero esto, también es otra historia.
Os la contaré algún día y ya de paso, aprovecharé para contaros mis conversaciones con un zorro encantador, lo bonito que es mi planeta y lo increíblemente hermosas que están mis rosas, aunque tienen unas espinas de la hostia y siempre que intento acariciarlas, me atraviesan las manos de lado a lado...y el corazón.
También os contaré lo triste que ha sido despedirse del niño que habita en mi, al que me ha tocado castigar, encerrándolo en lo más profundo y oscuro de mi alma y obligándolo a madurar sí o sí, dado lo espantoso de su comportamiento y lo nefasto de sus calificaciones escolares, con un muy deficiente en actitud vital, otro en afectividad y un insuficiente en sueños cumplidos. Menos mal que el muy capullo siempre vuelve de las recuperaciones con las mejores notas. Se le da bien lo de la recuperación.
 

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