viernes, 18 de octubre de 2013

Ingravedad

es lo que siento cuando cierro los ojos y pienso en ti.
Al principio pensé que podría tratarse de una angina de pecho, pero luego descubrí que me hacen flotar algunos recuerdos.
 Otros me arrastran a lo más profundo.
Y cuando el abismo deja de ser insondable, el marco incomparable y el entorno privilegiado y todo se convierte en otra puta mierda de día, cierro los ojos y me elevo.
A veces me siento como la típica rubia estúpida de la típica película americana.
Me tumbo delante de la tele abrazado a mi gato, tragándome una comedia romántica tras otra y de no ser por mi terror a los azúcares refinados, seguro que engulliría toneladas de helado de chocolate.
En su lugar, como un paquete tras otro de pechuga de pavo baja en sal.
Suspiro cuando el chico dice eso de "siempre te he querido" y se me ponen los pezones como bates de baseball cuando ella cierra los ojos y pone los labios blandos, en actitud oferente.
Ahí vuelvo a ser yo, porque en vez de parecerme terriblemente romántico, imagino la de cosas que un director atrevido podría hacer con esa escena y en lo divertido que resultaría que el chico, en vez de besarla, pusiera en tan delicados morritos un matasuegras, una turuta o incluso su propio...
En fin...que no valgo ni para deprimirme.
Soy un jodido desastre.
Hace días puse un plástico en la cama, un cubre colchón de esos, para no tener que cambiar las sábanas empapadas de lágrimas cada mañana.
Hoy lo he quitado, la vida sigue y el sonido de las uñas del gato arañando el plástico es espantoso.
Decía, que al cerrar los ojos y pensar en ti, siento como el aire se vuelve más pesado y mi cuerpo más ligero.
Puedo flotar pensando en esa sonrisa tuya, tan jodidamente bonita, tanto, que debería ser el logotipo de algo realmente chulo.
La imagen corporativa de la empresa más alucinante del mundo.
Por eso necesito que sonrías, que sonrías constantemente, que me sonrías.
El mundo de por si, ya es lo suficientemente triste como para privarle de su mayor fuente de luz.
Así que como es viernes y ya me he quitado de encima casi todo el trabajo, me voy a dar un capricho y voy a volver a cerrar los ojos.
Y cuando todos los recuerdos hermosos empiecen a teñirse con la tinta del pasado y comience a hundirme, pensaré una vez más en esa sonrisa.
Y me daré un garbeo por el aire.
Y entonces me dolerá menos la distancia.
Y comenzaré a pensar en lo que me dijiste antes de colgar el teléfono.










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