Una vez más las letras de este impresionante poeta urbano parecen estar escritas para acompañar mi realidad, mi emoción y mis textos. Me pasa con él exactamente lo mismo que he sentido al escuchar algunos temas de Ryden y de Residente. Los escucho, los siento míos, los amoldo a lo vivido y a lo que quisiera vivir y los convierto en partes de mi historia y de mis recuerdos. Mi historia...
Ayer se cumplieron once años del que quizás fue el momento más duro de mi historia, y el verdadero punto de inflexión que me ayudó a despojarme de mucho de lo que me lastraba como persona y a correr más libre, más seguro, más completo. Ayer esta efeméride me alcanzó en Toledo y allí entre en una iglesia a darle gracias a mi Dios, a mi familia, a mis amigos y a la gente que quiero, porque como canta El Chojin yo soy yo y la gente que quiero, y sin la gente que quiero soy un ser incompleto.
Gracias. A todos. Por tanto. Por todo.
He aprendido a decir gracias, pero también aprendí a decir los siento, y a pedir perdón. Quizás este aprendizaje salvaje y realmente duro ha sido tan necesario como eficaz para ayudarme en mi empeño de convertirme en el mejor Juan que pueda llegar a ser. Y ese Juan estará construido por lo mejor de lo que me ha regalado ese verdadero ejército de personas maravillosas que se negaron a verme morir y que con sus oraciones, su energía y sus buenos deseos, consiguieron que regresara de esos minutos de muerte clínica y que despertara de esa semanita durmiendo junto a la pálida señora ese sueño difícil y complejo al que llamamos coma.
`Ya está. La vida pasa y pesa, pero gracias a Dios todo sigue girando y aún tengo mucho que vivir, que disfrutar y que sufrir. Aún tengo mucho que contar y que escribir.
Pero aprovecho este blog para dejar constancia de algo, SOY UN TIPO TAN AFORTUANDO COMO AGRADECIDO, y siempre pago mis deudas, y cumplo mis promesas.
Dumas se cansa de escuchar en bucle la canción de los Radiohead que suena como tono de llamada en el teléfono del inspector de homicidios que decidió adoptarlo y compartir espacio, vida, tiempo y cariño con él. Creep le gusta mucho, pero una vez tras otra y con la calidad de audio de un smartphone resulta demasiado cansino incluso para un gato común europeo de menos de un año. En un alarde de valor salta sobre el pecho de su humano de compañía y acomodándose junto a su rostro comienza a ronronear con tanta fuerza que el inspector Pinacho termina despertándose.
Al recuperar la conciencia, Iván acaricia al gato que ha decidido que ya es hora de arrancar la jornada y escucha la persistente llamada que anuncia el teléfono sobre la mesilla de noche, junto al paquete de Chesterifield y a su Pietro beretta de 9mm.
Al hacerse con el teléfono y con un cigarrillo y el mechero, y no por ese orden precisamente, Pinacho lee en la pantalla, Salomé, y descuelga de inmediato sorprendido pro su temprana llamada.
—Todavía no han pasado las burras de leche, Salomé—ironiza el servidor de la ley aspirando una intensa calada de la sustancia que terminará con su vida si no lo hace antes una bala, un cuchillo o un mal golpe en alguna zona vital —. Ya me dirás que tripa se te ha roto a las siete y media de la mañana.
—Buenos días también para ti, Pinacho—gruñe Salomé indignada por la respuesta del rubio agente de homicidios—. A mi no se me ha roto ninguna, pero a cierto fulano de tez extremadamente picada por la viruela, que me aguardaba con una navaja de barbero en la zurda oculto tras uno de los pocos coches que ya estaban aparcados en el parking de las oficinas de la empresa, se le ha roto un poco el cuello.
Pinacho sabía que Salomé era mucho algo más que una agente de inteligencia y cuando le comentaron que había sido una de las más eficaces agentes de campo de la organización, sabía que se refería a cosas como esa.
—Imagino que los de casa ya se habrán desecho del cadáver.
—No te quepa duda—confirma Salomé—, han tardado menos de veinte minutos en acudir con una motocicleta de gran cilindrada, una chupa de su talla y un casco integral para hacerse con él y simular un mortal accidente de tráfico en la vecina ronda VA30.
—Da gusto lo bien que se trabaja en este país—ironiza Pinacho apurando una nueva calada del pitillo—. Y al margen de lo de tu nueva muesca en la culata, ¿tienes algo más que contarme?—pregunta mientras aparta con delicadeza a Dumas y se levanta para prepararse el primer café de la mañana.
—Pues claro, majete, a ver si te crees que lo que más me gusta a estas horas del día es escuchar tu voz. El hecho de que este individuo al que los compañeros de la científica ya han podido identificar se haya acercado por SVAE con la intención de presentarme sus respetos no ha sido casual. Al registrar su cadáver y encontrar su teléfono, hemos hecho un volcado de las conversaciones de wasap y en una de ellas hemos localizado un mensaje con la lista de objetivos que le habían notificado, en la que además de mi, estabais tu y tu querida compañera.
Al escuchar esto Pinacho tuerce el gesto. Si han incluido en la misma lista de objetivos sus nombres junto al de aquella agente trabajando de incógnito como encargada de una empresa de asistencia virtual, es obvio que han descubierto su relación. Y eso no quiere decir otra cosa que hay un topo en El faro del norte, y que la nueva mafia de muy lucrativa actividad delictiva, descubierta a raíz de haber eliminado a aquel sujeto en el hall de su casa, no está dispuesta a renunciar a la impresionante fuente de información que han encontrado en las llamadas de los angustiados vecinos que solicitan un técnico, un fontanero, un persianista, un electricista, un cristalero o al profesional del gremio oportuno para solucionar los más inmediatos problemas en alguna de los cientos de comunidades de vecinos interconectadas con los asistentes virtuales que trabajan a las órdenes de Salomé.
—Ulises me ha pedido que te avise, y de paso me dado una orden que creo que no te va ha hacer ninguna ilusión.
—Dispara—dice Iván mientras bebe un primer trago del negro café costarricense recién hecho.
—Se me ha ordenado que Clara entre a trabajar con nosotros como teleoperadora del turno de tarde. Quiere que ella misma contraste llamadas conmigo y que te facilite algunas cosas.
—Joder—brama Pinacho—éramos pocos y pario la abuela.
—A mi tampoco es que me haga una ilusión loca, ricura, pero ya sabes, donde hay patrón no manda marinero. Además tras haber estudiado vuestras hojas de servicio, imagino que esto será cuestión de meses o mejor aún, de semanas como mucho.
—No creo que te haga falta que te explique la teoría de la relatividad, Salomé, ni lo mucho que vamos a disfrutar de cada segundo de los que nos toque emplear en resolver este caso, pero te aseguro que será mejor que esta calaña que pretende desvalijar a nuestros queridos conciudadanos contratase un seguro de vida lo suficientemente generoso como para dejar cubiertos a sus hijos en caso de toparse conmigo antes de haber podido saborear el segundo café de la mañana. Ahora te dejo—se despide—voy a llamar a la inspectora Nogueira y a ponerle al corriente de las novedades.
—Haz lo que consideres oportuno, Pinacho, pero no dejes de seguir los protocolos que marca la organización para que todo salga de la mejor de las maneras posibles.
—No te preocupes, reina, así lo haré.
Tras colgar el teléfono acaricia a Dumas entre las orejas y enciende otro cigarrillo. Una ducha de agua fresca que tonifique sus músculos y un poco de contorno de ojos, le devolverán un aspecto más o menos agradable. Eso y una camisa limpia a juego con sus azules ojos de niño bueno.
A veces da algo de pereza afrontar el día, y hoy le apetece más bien poco vivir, pero bueno, esto es parte del trato.
Aunque sinceramente...no estoy muy seguro de sentirlo de verdad.
No quería hacerlo, pero no me has dejado otra opción. He tenido que matarte, he tenido que hacerte mucho, mucho daño, pero como es algo irreal y literario, que tan solo sucede en negro sobre blanco, no estoy infringiendo ninguna ley, tan solo la que me conmina a perdonarte o a poner la otra mejilla. He tenido que escribirte el más cruel de los sufrimientos que he sido capaz de escribir, más cruel aún que cada uno de tus falsos te quiero, y me has obligado a disfrutar con ello. Y mucho me temo que aunque me arrepiento de haber sido capaz de conjugar tanta maldad en presentes continuos, participios y gerundios, algo me dice que volvería a hacerlo.
En el pasado te escribí las palabras mas bellas, de hecho recolecté aquellas más delicadas y más hermosas, las mejores, aunque entonces ninguna me parecía lo suficientemente buena para describir lo que me ardía dentro del pecho cada vez que cruzaba la mirada contigo, pero me enseñaste a dejar de querer, y yo que pensé que no sabía hacerlo y que nunca sería capaz de aprender a renunciar a un recuerdo bonito. te odio por haberme enseñado a odiar, y te maldigo por haber conseguido que te maldiga en todas mis lágrimas.
Al escribir la última frase Laertes, asiente con la cabeza en el universo paralelo en el que obedece a quien escribe su realidad cotidiana, arranca la cuartilla del cuaderno y sin detenerse siquiera a rubricar esta carta sin destinatario ni remitente, la clava al pecho del cadáver de la mujer que un día lo llevó a plantearse cambiar de vida, renunciar a la violencia y abandonar todas las sombras entre las que había construido su realidad, su razón de ser y su futuro.
La conoció por avatares del destino y por avatares del destino la besó por vez primera. El destino también hizo que ella amaneciera en su vida un día tras otro y el destino, que es tan juguetón como tramposo y mal perdedor, lo empujó a apretar el gatillo y a atravesarle el cráneo con una bala de 9mm cuando la suerte estaba echada, los hados se habían rendido a las evidencias y el último beso sabía a traición, a veneno y a otros labios.
El destino de Laertes es rubio y tiene los ojos azules y tristes, pero muy expresivos, escribe en cuanto tiene un minuto que robarle a sus obligaciones y sabe que es el único dios de un universo imaginario en el que su voluntad es ley.
Al fin y al cabo Laertes lleva años viviendo de una de las profesiones más antiguas de este mundo, la de asesino a sueldo, y sonríe al pensar que ha sido a un tiempo sicario, cliente y víctima, juez jurado y verdugo, y que pese ha haber desempeñado tantos oficios al tiempo, no ah cotizado por ninguno de ellos, ni malgastado un euro.
Antes de arrojar el cuerpo al interior de la pira preparada para tal fin, le echa un último vistazo. Aparentemente es una mujer de la que cualquiera podría haberse enamorado, pese al rigor mortis, pero esas adorables facciones ocultan el verdadero rostro del súcubo más feroz que jamás poseyó a una mortal.
Ya está. Alea jacta est.
Laertes enciende un cigarrillo con su viejo y fiable mechero de gasolina, aspira profundamente la primera calada y se gira abandonando aquel tétrico ritual en el que junto a ella quema los restos de un corazón que un día amó más de lo que jamás ha amado un corazón en este sistema solar. Se permite el lujo de una única, solitaria y extremadamente salada lágrima, se promete no volver a enamorarse jamás y durante un par de segundos acaricia la culata de su Pietro Beretta planteándose pegarse un tiro allí mismo y terminar con todo. Pero la vida sigue. Como escuchó una vez y escribió mil veces, la vida pasa y pesa. Pero sigue, y Laertes decide seguir respirando, pase lo que pase y le pese a quien le pese. O al menos eso es lo que decide su destino, su hacedor y su sacra némesis antes de guardar el archivo y apagar el ordenador.