Te he visto ahí, tan delgadito.
Tan mínimo, tan pequeño en ti, cuando para mi tenias que ser grande.
Tan refugiado en ti mismo consumiéndote.
Te he visto tan reducido que me has dado miedo.
Y ahora me pregunto como has podido llegar a ese extremo.
También me pregunto como la vida nos hizo tan diferentes, siendo los dos harina de un mismo costal y condimento de un mismo guiso.
Tú te llevaste las dudas, yo la indiferencia frente a cada pregunta.
A mi me dio siempre igual saber quien o que está detrás de cada punto suspensivo, tú te cuestionas una exhalación tras otra.
Tú leías y reflexionabas, yo engullía textos y autores.
A ti te sobra y a mi me falta y a mi me sobra y a ti te falta.
Tu camino salia a partir de un recodo de lo más extraño y yo no pude ver como te distanciabas hasta que me giré y al mirar hacia atrás, de repente ya no estabas.
No se que necesitas de mi, aparte de otro cigarrillo.
No se que puedo ofrecerte, aparte de otro cigarrillo.
No se como llegar hasta ti sin que me repudies y me desprecies.
Necesito un serpa que conozca bien la ruta, porque me pierdo cada vez que intento acercarme a lo que llevas dentro.
Al final todo se termina diluyendo, como los grumos del Colacao en la leche caliente.
Sin quererlo paso del enfado a la tristeza y de la tristeza a la esperanza y de la esperanza a la indiferencia y de la indiferencia a la tristeza y de la tristeza al cariño y del cariño al enfado.
Y así...sucesivamente.
El caso es que vivo con tu imagen y con el recuerdo de tantas y tantas imágenes, unas más felices que otras, como estampas de un álbum que no quieres completar nunca.
Y te he visto ahí, tan delgadito.
Y pase lo que pase y le pese a quien le pese o me pese y aunque me pese, te voy a querer siempre.
Y eso duele, aunque tu no te des cuenta.
O precisamente por eso.
Son las dos de la mañana y te tengo tan presente.
viernes, 27 de septiembre de 2013
martes, 17 de septiembre de 2013
Maletas.
Sucede que en ocasiones no me sirve lo que acostumbro a repetir para tranquilizarme.
Y todo se torna de repente misterioso.
Y los cristales se empañan desde fuera y las luces cambian de color y me encuentro ahí...sin saber que coño me ha pasado y porqué tengo tantas dudas.
Sucede que los acontecimientos dejan de vivirse y simplemente, suceden..
Sucede que me siento raro y me pongo serio y me convierto en lo que no me termina de gustar, por mucho que lo intente.
Paso así un par de días o tres, en los que prefiero estar a solas con mi gato mirándole fijamente a los ojos, para ver si ahí dentro encuentro alguna de las respuestas que hasta hace no demasiado encontraba en cualquier parte.
La casa parece más grande y el suelo se comba al pisar.
La ropa huele a otras personas.
Mi cama es como la cinta transportadora de maletas de un aeropuerto de mala muerte, lleno de moscas y papeleras que desbordan envases de hamburguesa y botellines de agua arrugados.
Yo no dejo de desaparecer y aparecer una y otra vez y nadie viene a recogerme.
Dando vueltas en la realidad que se me antoja tan distinta a lo esperado.
Me tumbo boca abajo pasando el brazo derecho por debajo de la almohada y tengo la sensación de que todo lo que no cubre la almohada, no existe.
Creo que a veces, me cuesta saber si estoy vivo.
Y luego de repente, como vino, se fue.
Y todo vuelve a la normalidad y las rutinas se sientan a cotillear junto a la fuente del pueblo, con las faldas remangadas y los pies descalzos sacando cantares a los imprevistos y criticándolo todo.
No se si esto es normal, o soy un tipo raro.
No se si os pasa a vosotros, pero hay días en los que no me reconozco.
A lo mejor es que le doy demasiadas vueltas a las cosas, como si fueran maletas en una cinta transportadora.
O yo que se...
Y todo se torna de repente misterioso.
Y los cristales se empañan desde fuera y las luces cambian de color y me encuentro ahí...sin saber que coño me ha pasado y porqué tengo tantas dudas.
Sucede que los acontecimientos dejan de vivirse y simplemente, suceden..
Sucede que me siento raro y me pongo serio y me convierto en lo que no me termina de gustar, por mucho que lo intente.
Paso así un par de días o tres, en los que prefiero estar a solas con mi gato mirándole fijamente a los ojos, para ver si ahí dentro encuentro alguna de las respuestas que hasta hace no demasiado encontraba en cualquier parte.
La casa parece más grande y el suelo se comba al pisar.
La ropa huele a otras personas.
Mi cama es como la cinta transportadora de maletas de un aeropuerto de mala muerte, lleno de moscas y papeleras que desbordan envases de hamburguesa y botellines de agua arrugados.
Yo no dejo de desaparecer y aparecer una y otra vez y nadie viene a recogerme.
Dando vueltas en la realidad que se me antoja tan distinta a lo esperado.
Me tumbo boca abajo pasando el brazo derecho por debajo de la almohada y tengo la sensación de que todo lo que no cubre la almohada, no existe.
Creo que a veces, me cuesta saber si estoy vivo.
Y luego de repente, como vino, se fue.
Y todo vuelve a la normalidad y las rutinas se sientan a cotillear junto a la fuente del pueblo, con las faldas remangadas y los pies descalzos sacando cantares a los imprevistos y criticándolo todo.
No se si esto es normal, o soy un tipo raro.
No se si os pasa a vosotros, pero hay días en los que no me reconozco.
A lo mejor es que le doy demasiadas vueltas a las cosas, como si fueran maletas en una cinta transportadora.
O yo que se...
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