domingo, 19 de enero de 2014

Ropas de artista.

Imagino que es en esas pequeñas cosas que tiene el día a día, donde uno va construyendo su verdadera esencia.
No me refiero a darle un euro al muchacho que toca el violín bajo la nieve en la esquina de mi calle, ni de acudir corriendo a rescatar una mariposa agonizante de las cloradas aguas de la piscina.
No se trata de abrir la puerta al que te precede ni de ceder amablemente el asiento a una señora, o señorita.
Tampoco hablo de poner la otra mejilla cada vez que algún inútil apoltronado trata de torpedear tu trabajo o de destruir todo aquello que pueda evidenciar su falta d iniciativa.
Ni de elegir el vino adecuado de los que triplicando su precio de mercado, se presentan en las cartas de los restaurantes.
No hablo tampoco de seleccionar con acierto la corbata que combina con la camisa, la chaqueta, el cinturón, los calcetines, los zapatos y la raya del ojo de la señorita de la ventanilla del banco donde vas a pedir uno de esos créditos donde firmas con tu sangre y en el acto, un rayo rubrica en el documento y por triplicado, que acabas de quedarte sin alma al menos durante 35años.
Me refiero más bien, a abrir los ojos cada mañana y echar un vistazo rápido alrededor.
Y darle gracias a quien cada uno estime más oportuno por el techo que te cobija, el gato que te sonríe y la mujer que duerme a tu lado.
Encenderte un pitillo aún a sabiendas de que el cowboy del anuncio de Marlboro la diño de cáncer de pulmón, eso si, siendo el tipo que mejor ha lucido nunca un cigarro en los labios.
Hablo de sentarte ante el teclado al tiempo que esparces miguitas de pan alrededor de la mesa, a ver si las palomas de la inspiración se animan a picotear un ratillo.
De trabajar y esforzarse en que el trabajo sea lo más digno posible, aún a costa de que una mañana tu cabeza haga "chis-pum" y necesites un buen lingotazo de tila y un delicioso orfidal, que se deshace en tu boca, no tu en tus manos.
De ser sincero, ser siempre sincero.
Obviar los miedos y tratar de ser mejor persona con cada día que pasa, incluso en esos momentos en los que te gustaría mandar al planeta entero a plantar un pino en una galaxia muy, muy lejana.
Y sobre todo, hablo de no renunciar a los sueños.
El pasado viernes tuve la inmensa suerte de poder leer unos relatos ante un centenar de persona que se habían reunido entorno a la fantástica excusa de catar varios vinos y maridajes gastronómicos.
Un micro y al toro.
Me reencontre con mis sueños, en el instante justo en el que comencé a leer el primero.
Y es que verán ustedes, me considero un tipo de lo más afortunado.
Llevo una buena vida, tengo un trabajo estupendo aunque ingrato en ocasiones.
Cada noche beso a la mujer que amo y cada mañana me pellizco, para asegurarme de que su respiración junto a mi oído no es fruto del exceso de taninos.
Y aún así, siento que de alguna manera he bajado al trastero alguna de mis mayores ilusiones.
Disfruto leyendo, actuando o hablando ante el público.
Me gusta la conexión que se logra con un grupo de desconocidos, aunque ese lazo sea absolutamente temporal.
Y es por ello que escribo.
Escribo en este blog y en otros blogs, escribo en mi muro de Facebook, escribo, para sentirme vivo y realizado.
Muchas veces no tengo gran cosa que decir, pero aún así, lo comparto.
Quiero vestirme de nuevo con mis ropas de artista y enfrentarme al vértigo del directo.
Y tengo muy claro que lo voy a seguir haciendo.
Así que aviso, he vuelto.
Un abrazo muy grande para todos.









No hay comentarios: