viernes, 20 de julio de 2012

En estos días

Peter cumplirá un año menos.
Alguien dijo que la inmadurez a partir de los treinta es puro egoísmo...¿y a partir de los trescientos?
Peter elige con esmero la piñata más grande del local regentado por un chino triste y malencarado.
Necesita que sea enorme, inmensa.
Tiene que rellenarla con todo lo que se le escapa del alma, con lo que se le cae del corazón a cada paso que da, dejando un rastro inconfundible de besos perdidos, de noches irrepetibles y de polvo de hadas.
Peter se ha cortado el pelo y esta mañana ha abusado del contorno de ojos.
Antes, al despertarse ebrio del "Grog" de Garfio, tan solo necesitaba sumergirse un ratito en la laguna de las sirenas.
Ahora se aplica todo tipo de ungüentos, porque aunque su cuerpo no envejece, su alma se hace cada día más mayor y la cara es el espejo del alma, y cuando se enfrenta al vidrio roto de su cuarto de baño, entiende que la vida sigue marcando.
Peter ha invitado a todo el que quiera acercarse a su fiesta.
Allí estarán los niños perdidos, los bucaneros borrachos, los guerreros indios, las sirenas que le cantan al oído una noche tras otra y campanilla, que aunque cansada de una semana más que difícil se dejará caer a tomar un vino.
Prepara meticulosamente el discurso en el que anunciara a todos que definitivamente, se niega a crecer.
No le gusta en lo que se ha convertido el mundo, pero ahora sabe cual es su verdadera misión.
La gente necesita a Peter Pan para darse cuenta de cuan peligroso es estancarse en el pasado.
No puedes vivir el mismo desamor una y otra vez, no puedes consolarte en la alacena de Garfio a cada puesta de sol.
No puedes fingir que las heridas se cierran solas, que la almohada mantiene la forma de su cabeza, que el aire huele a ella.
Peter  duda entre comprar muchas velas pequeñitas, que simbolicen un año con cada llama, o en su lugar hacerse con una gran vela negra, que represente una vida, su vida.
Encenderla y dejar que poco a poco se vaya consumiendo.
Los invitados se acercan, le palmotean la espalda, le abrazan y le estrechan la mano.
El asiente con la cabeza y fuerza el cacareo.
Se lleva la mano a la pluma del sombrero con coqueta galanteria cuando aparece la princesa india y la noche se llena de canciones y vapores de alcohol.
Inevitablemente, busca entre todas las estrellas sus ojos verdes.
Pero no están.
Peter prefiere recoger mañana, por hoy a tenido demasiado.
Se acuesta, solo, triste y avergonzado. No debería deprimirse, Peter Pan siempre será un adolescente y los demás, viviremos.

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