miércoles, 7 de mayo de 2025

Buscar el gremio Echar una mano a oscuras.


 Tal y como había acordado con Salomé, la inspectora Nogueira se presenta en las oficinas de SVAE el día indicado a la hora establecida, y tras ser presentada como una nueva trabajadora en prácticas  al resto de teletramitadores que se encuentran allí, se le asigna un puesto de trabajo, una dirección de correo electrónico corporativa y una extensión para el uso de la centralita. Clara, quien ya había desempeñado una misión trabajando como infiltrada entre los cárteles de la droga de la costa del sol, no tiene el menor problema en asumir el rol de su nueva identidad y de presentarse a todos como Inés Sánchez, palentina, titulada como secretaria de dirección por una prestigiosa academia de Madrid, de esas de "a cojón de mico" el diploma, y dispuesta a desarrollar de la mejor de las maneras las competencias de secretariado virtual que exigen su nuevo empleo. El cabello recogido en un moño alto sujeto por un divertido lazo de gatitos, una indumentaria lo suficientemente estilosa para ir "arreglá, pero informal" y unas gafas de montura infantil de Agatha Ruiz de la Prada, completan su acertada imagen para no levantar sospechas. En la mochila PUMA en la que porta la taza para los desayunos, los Smint para refrescar y aclarar la garganta, las llaves del coche y de casa,  una libreta para notas y un par de bolígrafos, oculta también los grilletes, la placa, un 38 especial y algo de munición extra por si las cosas se ponían serias.

Alma, la coordinadora a la que Salome ha asignado su formación, se acerca sonriente y solícita a explicarle su cometido y a ayudarle en cuantas dudas pudieran surgirle. A Clara de inmediato le cae bien aquella coordinadora. Su aspecto inocente y empático y su evidente compromiso con el buen ambiente en el trabajo, la hicieron sentirse tan a gusto que de no ser por el requerimiento casi inmediato de Salomé se habría olvidado de qué coño era lo que la había llevado a trabajar allí.

—Inés—llama Salomé—Si no estás en llamada ven un momento a mi mesa.

Clara se levanta solícita y acude a la mesa desde donde la agente de El Faro del norte controla no solo a los trabajadores a su cargo, sino todas las llamadas de aquellos clientes cuya tramitación podía levantar sospechas y ser susceptible de abrir la puerta a las fuerzas del mal que utilizan esos nuevos pasadizos virtuales para obtener información sobre las viviendas de algunos objetivos, y el acceso a las mismas bajo las más insospechadas e inocentes identidades.

—Dime Salomé. ¿Todo bien? Creo que he entendido bien lo que me ha explicado Alma y estoy segura de que en breve cogeré las llamadas sin meteduras de pata—, disimula Clara en voz alta para que nadie sospechase el verdadero motivo de su requerimiento.

—Bien, Inés—contesta Salomé también en voz alta. Solo quiero que escuches conmigo la grabación de la llamada que acabas de atender para marcarte algunas cosas que puedes mejorar simplemente leyendo bien los protocolos y siguiéndolos sin omitir nada ni añadir nada de tu cosecha personal—le dice Salomé mientras la invita a colocarse los auriculares, que Clara acomoda sobre su orejas soltando con una mano el lazo que aseguraba el cabello recogido.

La grabación como ya esperaba no era la de una de sus gestiones, sino la de una reciente gestión de Laertes, un teleoperador de aspecto soñador y melancólico y de  maneras tan dulces que era capaz de apaciguar  con dos acertadas frases a quienes llamaban para quejarse a una administración de fincas de la ausencia de luz en el portal, o a una compañía de telecomunicaciones de la caída de la red en su municipio. Lo que nadie sabía era la clase de persona que se escondía tras esas amables palabras y ese relajado y amable tono de voz, pero esa es otra historia.

En esta ocasión, Laertes había atendido al guardia de seguridad de la urbanización de Benamara, en Estepona, quien llamaba para informar de que no funcionaban las cámaras de seguridad ni las barreras de acceso en la garita de entrada. Misteriosamente se había ido las luces de la urbanización y todos los controles estaban informatizados. El problema está en que aquel fallo en el sistema eléctrico coincide con la llegada hace apenas media hora del sequito de Yasir, el hijo menor y casquivano del emir de Runara, heredero de una de las más grandes fortunas de oriente medio, quien había alquilado una "pequeña" villa de 800m2 cpn 8 dormitorios, 6 cuartos de baño, sala de cine, piscina climatizada y casa de invitados, para pasar de incógnito el puente del 1 de mayo jugándose los millones de su padre en el casino Nueva Andalucía sin llamar la atención de los periodistas de la prensa rosa que asedian las urbanizaciones vecinas a Puerto Banus. 

Clara cruzó la mirada con Salomé y no hicieron falta palabras. En el acto la inteligente y resolutiva agente secreta se hace con su teléfono móvil para avisar a Ulises, la directora de la secreta agencia que vela por los intereses de España, cuando de pronto la luz de las oficinas también se fue sin previo aviso, y lo que es peor, los teléfonos móviles dejaron en el acto de estar operativos, fuera cual fuera el operador bajo el que encontrasen la red.

Clara se levantó fingiendo tener que encontrar un teléfono operativo para interesarse por el estado de su único hijo ingresado en el hospital para unas delicadas pruebas médicas y abandonó las oficinas en busca de Iván, sin saber que este ya estaba arrancando su vehículo encubierto para recogerla y emprender de nuevo camino a la costa del sol.

—Vamos a tener que solicitar traslado a la comisaria de San pedro de Alcántara—bromea Iván al abrir la puerta del copiloto a Clara apenas diez minutos después.

—Pues si. Y yo venderé mi coche eléctrico—. responde su compañera y amiga tan irónica como preocupada—el apagón es a nivel peninsular. España y Portugal se han ido a negro.

—¡Cojonudo!—ruge Iván—festival del delito. Hoy se han abierto las puertas de todos los garitos para que los chorizos disfruten de una inesperada barra libre.


Continuará.


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