Roferre, hija de un bravo noble castellano que falleció pocos años antes de la invasión musulmana, no dudó en vestir la armadura de su padre y en tomar su espada y su escudo para defender a los habitantes de su querida Zamora, y destacó entre todos los caballeros cristianos al demostrar que lo importante no era si bajo la cota de mallas latía un corazón masculino o femenino, sino la bravura de sus actos, el acierto de su estrategia y el coraje de su alma.
Muchos de los considerados entre las huestes cristianas más valientes y esforzados guerreros, rindieron sus lanzas al paso del caballo de Roferre, tras haberla visto combatir al moro y expulsarlo del convento de extramuros donde se habían refugiado los hijos de los campesinos y aldeanos que al ver llegar a los jinetes sarracenos, corrieron a encerrarse allí.
Roferre tiñó de sangre árabe la armadura de su padre junto a las puertas del convento, y consiguió la victoria gracias al valor y la determinación de su brazo al servicio de su dios y sus vecinos, y en honor a la memoria de su añorado maestro y padre.
El mismo rey Ramiro, admirado por su valor y prendado de su belleza, le ofreció en recompensa por su gesta cualquier cosa que pidiera, pero ella declinó el premio y tan solo reclamó del rey, la potestad para educar y formar a cuantos de entre esos niños y niñas rescatados de una muerte segura, quisieran tomar las armas. El rey entonces la nombró paladina de los más jóvenes y algo menos de doce meses después, durante la batalla de Simancas por la que se derrotó al caudillo Abderramán y se recuperó Zamora, el regimiento de Roferre, integrado por algunas de aquellas niñas rescatadas entonces, se laureó en el combate y contribuyó de una forma clara a la victoria del rey.
La historia de mi país se cimenta también con el hierro de sus valerosas mujeres.
Tal y como lo has escrito, parece que se trata de un verdadero suceso histórico, pero al investigar sobre la caída y reconquista de Zamora, he visto que la tal Roferre es tan solo producto de tu imaginación.
ResponderEliminarComo mujer te agradezco que tu protagonista de relato épico fuera una valiente guerrera y no un musculado machirulo. A ver si esto se extiende a otros géneros y a otros escritores.
Gracias. Me alegra particularmente tu comentario, y ya no solo porque te haya resultado creíble históricamente (me documenté bien para escribirlo y conseguir cierta veracidad en los hechos), sino porque este relato nació como homenaje a una amiga zamorana, y por extensión a todas las mujeres que me han demostrado su valía y su derecho a que los hombres las traten con absoluto respeto, que son la práctica totalidad de las mujeres que conozco. Esa es mi idea del feminismo, la igualdad entre los géneros.
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