viernes, 31 de enero de 2014

Poniendo los ojos en blanco

como un tiburón antes de hincarle el diente a la surfista más maciza de la playa.
Como una hormiga soldado que cierra filas contra la pared del hormiguero, a sabiendas de que la jodida termita gigante que se le viene encima no va a tener la más mínima compasión.
Así me siento cuando me clavas la mirada.
Y te veo ahí delante, tan inmensamente bonita, tan repleta de ti, tan segura de que sigues despertando en mi ese ardor guerrero.
En el fondo no se si me enerva o me colma, porque en efecto me sobra hasta la última prenda que llevo puesta y hasta la última de las prendas que puedo arrancarte a bocados y al mismo tiempo me encantaría tener la suficiente fuerza de voluntad como para decirte " ¿de que cojones vas?".
Pero supongo que es mi sino. Me rindo delante de ti, por que eres muy bella y yo muy gilipollas.
Imagino que seguiré boxeando con mis principios hasta que el médico de guardia certifique que definitivamente me he terminado de ir al carajo con mis rayadas y mis paranoias.
Y cuando me muera, cuando ponga los ojos en blanco por última vez, solo me quiero llevar tu imagen.
Creo que será la mejor de las compañías, allí donde me destine el cabrón que ha de sellar los papeles.
Seguro que en el más allá, seguiremos con la misma vaina.
Me sienta fatal la consciencia.


domingo, 19 de enero de 2014

Ropas de artista.

Imagino que es en esas pequeñas cosas que tiene el día a día, donde uno va construyendo su verdadera esencia.
No me refiero a darle un euro al muchacho que toca el violín bajo la nieve en la esquina de mi calle, ni de acudir corriendo a rescatar una mariposa agonizante de las cloradas aguas de la piscina.
No se trata de abrir la puerta al que te precede ni de ceder amablemente el asiento a una señora, o señorita.
Tampoco hablo de poner la otra mejilla cada vez que algún inútil apoltronado trata de torpedear tu trabajo o de destruir todo aquello que pueda evidenciar su falta d iniciativa.
Ni de elegir el vino adecuado de los que triplicando su precio de mercado, se presentan en las cartas de los restaurantes.
No hablo tampoco de seleccionar con acierto la corbata que combina con la camisa, la chaqueta, el cinturón, los calcetines, los zapatos y la raya del ojo de la señorita de la ventanilla del banco donde vas a pedir uno de esos créditos donde firmas con tu sangre y en el acto, un rayo rubrica en el documento y por triplicado, que acabas de quedarte sin alma al menos durante 35años.
Me refiero más bien, a abrir los ojos cada mañana y echar un vistazo rápido alrededor.
Y darle gracias a quien cada uno estime más oportuno por el techo que te cobija, el gato que te sonríe y la mujer que duerme a tu lado.
Encenderte un pitillo aún a sabiendas de que el cowboy del anuncio de Marlboro la diño de cáncer de pulmón, eso si, siendo el tipo que mejor ha lucido nunca un cigarro en los labios.
Hablo de sentarte ante el teclado al tiempo que esparces miguitas de pan alrededor de la mesa, a ver si las palomas de la inspiración se animan a picotear un ratillo.
De trabajar y esforzarse en que el trabajo sea lo más digno posible, aún a costa de que una mañana tu cabeza haga "chis-pum" y necesites un buen lingotazo de tila y un delicioso orfidal, que se deshace en tu boca, no tu en tus manos.
De ser sincero, ser siempre sincero.
Obviar los miedos y tratar de ser mejor persona con cada día que pasa, incluso en esos momentos en los que te gustaría mandar al planeta entero a plantar un pino en una galaxia muy, muy lejana.
Y sobre todo, hablo de no renunciar a los sueños.
El pasado viernes tuve la inmensa suerte de poder leer unos relatos ante un centenar de persona que se habían reunido entorno a la fantástica excusa de catar varios vinos y maridajes gastronómicos.
Un micro y al toro.
Me reencontre con mis sueños, en el instante justo en el que comencé a leer el primero.
Y es que verán ustedes, me considero un tipo de lo más afortunado.
Llevo una buena vida, tengo un trabajo estupendo aunque ingrato en ocasiones.
Cada noche beso a la mujer que amo y cada mañana me pellizco, para asegurarme de que su respiración junto a mi oído no es fruto del exceso de taninos.
Y aún así, siento que de alguna manera he bajado al trastero alguna de mis mayores ilusiones.
Disfruto leyendo, actuando o hablando ante el público.
Me gusta la conexión que se logra con un grupo de desconocidos, aunque ese lazo sea absolutamente temporal.
Y es por ello que escribo.
Escribo en este blog y en otros blogs, escribo en mi muro de Facebook, escribo, para sentirme vivo y realizado.
Muchas veces no tengo gran cosa que decir, pero aún así, lo comparto.
Quiero vestirme de nuevo con mis ropas de artista y enfrentarme al vértigo del directo.
Y tengo muy claro que lo voy a seguir haciendo.
Así que aviso, he vuelto.
Un abrazo muy grande para todos.









martes, 14 de enero de 2014

Soñando con metáforas.

Supongo que el cerebro pasa de dormir y aunque el cuerpo cansado de tanto ajetreo se rinda más tarde o más temprano cada noche, las neuronas se ponen hasta arriba de redbull o de lo que sea que se pongan y siguen ahí, dale que te pego, en una jornada de trabajo que ríete tú de las reformas laborales más severas.
En mi cabeza hay un cine espectacular.
"3D", " Home sourround" y toda la vaina.
Suele haber sesión de estreno por lo menos seis días a la semana (al menos una noche, los taninos del tinto ejercen su presión sindical e impiden la proyección)
Esta noche han estrenado una peli de lo más interesante.Si tuviera que encasillarla en algún género, diría que era una película de terror psicológico.
Sobre el guión de mis miedos y mis traumas más recientes y más firmemente instaurados, los productores de la cinta han decidido construir un largometraje en el que el protagonista (que aunque no aparece en plano en ningún momento, era exactamente igual que yo) a base de cámara subjetiva, se ve envuelto en una trama de espantosos crímenes durante las obras de construcción de algo que parecía una mina subterránea.
En una de las secuencias más estremecedoras, nuestro patético y tembloroso héroe, tenía que cruzar un abismo sobre la pasarela de tablitas de madera más inestable y más ridícula del mundo.
Ahí es donde aparece el ingeniero jefe de la obra (supongo que mi proyección neuronal de Dios o de algún tipo de figura de autoridad todopoderosa) para explicar por medio de un monólogo muy interesante, que el miedo, se construye sobre tablas de dos centímetros de espesor, como he construido casi siempre mis relaciones de pareja.
Una necesidad desconocida pero imperiosa, obliga al protagonista a atravesar la pasarela y justo en el momento en el que se acerca al otro lado, donde brillan en la pared enormes vetas de mineral dorado (imagino que esa es una metáfora sobre la felicidad) aparecen sombras demoníacas que se abalanzan sobre los inestables listones para tratar de hacerlo caer.
Esas sombras, con voces femeninas, creo que representaban el pasado más cercano y más doloroso.
Solo unos centímetros separan al protagonista del codiciado metal, de la seguridad de la tierra firme (lo que viene siendo el amor) y tan solo un pequeño salto sería suficiente para ponerle a salvo en lo que imagino simboliza una vida armoniosa y estable, pero se queda ahí, abrazándose las rodillas, muerto de miedo, asustado como un conejito.
Ahí es cuando mi cuerpo comienza a estremecerse en la cama y a convulsionar.
Se acerca el momento del "to be continued" e inconscientemente no quiero abandonar la butaca sin que aquel timorato llorica salte y llegue al otro lado.
De repente, funde en negro y aparecen en un blanco cegador los jodidos títulos de crédito.
Me despierto con tus brazos rodeando mi cuerpo y por un momento trato de buscar al acomodador, o al gerente del cine y suplicarle que cambien el rollo del final y pongan uno en el que el "prota" se decide a saltar, se llena los bolsillos de oro y va en busca de la chica, que seguramente tenga tu misma nariz, tu mismo cabello largo y precioso y el mismo sabor en los labios.
En vez de eso, la banda sonora chirriante que se escapa a través de las puertas de la sala, se convierten de repente en los maullidos de mi gato que me da los buenos días.
Con el primer café del día comprendo que tengo miedo.
Miedo a que de repente, dejes de quererme.
A que aparezca otro héroe que pise mi espalda y llegue al otro lado antes que yo.
Miedo a que esto que siento, esté construido con finas baldosas y se resquebraje al impulsarme para el salto final.
Así que ahora me encuentro tratando de extraer todas las conclusiones posibles, en pleno "cine forum" conmigo mismo, poniendo en blanco o mejor, en negro sobre blanco; todo lo que recuerdo de esta noche.
Y estoy deseando ver la segunda parte en la sesión habitual de las  dos de la mañana, porque creo que esta vez, el hombrecillo rubio que se abraza las rodillas, se pondrá de pie y saltará con todas sus fuerzas.
Y le darán por el culo a las sombras demoníacas, al desconocido que tratará de pisarme la chepa y saltar sobre mi y al ingeniero jefe, porque me voy a hacer un rolex de dos por dos con el oro de la mina y voy a besar a la chica, que en efecto, es clavadita a ti, hasta que se me caigan los labios.
Y me voy a dar el gustazo de escribir bien grande en la pantalla: " Y fueron felices para siempre".
¿O eso es más propio de los cuentos?






sábado, 21 de diciembre de 2013

Last chance.

Estuve a punto de no reconocerla.
Coincidimos en unos grandes almacenes, ella iba acompañada de un muchacho menudo, de cabello largo y oscuro. Yo estaba solo, matando el tiempo en la sección de novedades musicales, acariciando las cajas de los cedes y retrasando el momento de volver a casa y sentarme a escribir en la dichosa novela que tantos quebraderos de cabeza me está dando.
Algo, no se que, hizo que levantara la vista y me fijara en ella justo cuando aquel muchacho le pasó el brazo alrededor de la cintura en un gesto a un tiempo cariñoso y protector.
Entonces ella se giró y pude verla con claridad.
El hechizo de ocultamiento era de los mejores que he visto, ningún mortal podría reconocerla, ni sospechar siquiera la verdadera naturaleza de su ser, pero por desgracia, para mi esos ojos verdes nunca tuvieron secretos.
Ni rastro de polvo de hadas, ni de sus pequeñas alas, simplemente una mujer preciosa con dos esmeraldas brillantes en el rostro.
Ella pareció sorprenderse también, supongo que he cambiado mucho y que de alguna manera no pudo o no quiso identificarme en un primer momento.
Tras la sorpresa inicial, sus ojos se relajaron y perdieron algo de fulgor, como si una pena enorme se hubiera apoderado de ellos.
Los clavó fijamente en los míos y el tiempo se detuvo.
La muchedumbre se quedó estática, la música cesó y los relojes se pararon.
Los recuerdos me arrollaron como una locomotora sin control.
El estanque de las sirenas, el barco de Garfio, los niños perdidos, la princesa india...
Traté de sonreír, pero en aquel instante atemporal, la sonrisa decidió escaparse con mi sombra.
A punto estuve de mandarlo todo al carajo, de renunciar a aquello que ansiaba : una vida normal, una apariencia normal ,un amor convencional, un futuro incierto.
A punto estuve de elevarme y cacarear, de ceñirme de nuevo las mallas,de correr a besarla, pero algo en mi interior me retuvo.
Campanilla pertenece al pasado, a los sueños de un niño obcecado en no crecer, a una vida que al final se torció y que no volverá.
Nunca había visto a un hada llorar y cuando la primera lágrima comenzó a descender por su mejilla, supe que por mucho que lo deseara, por muy firme que fuera mi propósito, por mucho que me esforzara, nunca podría olvidarla por completo.
De pronto las manecillas del reloj volvieron a marcar el tiempo, el público de los grandes almacenes reanudó sus quehaceres y la música regresó atronando aquel espacio con insoportables villancicos a ritmo de gospel.
Disimuladamente se secó las lágrimas con el dorso de la mano y en un acto de extrema crueldad, sabiendo que yo seguía contemplándola, se giro hacia aquel miserable humano y le besó en los labios.
Después, simplemente se confundieron entre el gentío y desaparecieron.
Medio mareado salí a la calle y encendí un pitillo.
Traté de comprender que amarga broma se esconde tras la vida, cuando aquella que lo fue todo, se convierte en una sombra entre otras sombras.
El viento helado me abofeteó sin clemencia alguna y por primera vez en mucho tiempo, deseé estar muy lejos de allí, sentado en mi nube, maldiciéndolo todo.
Pero lejos de abandonar, simplemente me subí los cuellos del gabán.
No me atreví a volverme, se que no hubiera podido soportar un segundo encuentro.
Con el cigarro entre los labios, cerré los ojos y comencé a caminar.
Se que ella permaneció un rato observándome al largarme de allí.
Lo que ya no se, es porque lloró.







jueves, 19 de diciembre de 2013

En Navidad

Se viste todo de luces de colores y de campanitas y de abetos fabricados en china.
De turrón blando que se hace bola y del duro que te manda al dentista al día siguiente y te jode cien euros de los que te habías guardado para pagar la factura de la luz.
De digestiones pesadas, de kilos de más, de copas de cava al que ni te acercas el resto del año.
De tangas rojos, de buenos deseos, de deseo.
Porque es Navidad y aunque ya casi no reconocemos lo que hay debajo del papel de regalo brillante que envuelve las fiestas, a mi me sigue gustando esta época.
Me gusta que las personas vuelvan a ser personas y cuelguen los cargos, los galones y las chorreras en el perchero de la entrada, junto al abrigo.
Me gusta que en la mesa, tratemos de poner buena cara al mal tiempo, a la cocina de la suegra y a los chistes del cuñado (aunque ese no es mi caso, mi cuñado tiene su gracia).
Me gusta rozarle el muslo a mi chica por debajo de la mesa, mientras finjo colocarme la servilleta bajo la atenta mirada de la  tiabuela.
Me gusta que mi padre cante villancicos, que mi madre cante villancicos y que los perros de mi madre y de mis hermanas , se sumen y canten villancicos.
Me gusta ver las caras de mis sobris la mañana del día de Reyes, y me gusta ver la cara de mi madre la mañana del día de Reyes, después de pasarse la noche entera colocando regalos para todos en el salón, convirtiendo el agotamiento en felicidad por los suyos.
Me gusta ver las caras de todos cuando ven mi cara el día uno de enero, más jodidito que la hija de Albano, pero puntual a mi cita.
Las cenas de empresa, donde los empleados pelotas preparan las rayas del jefe y donde los empleados canallas se meten las suyas y las del jefe, y de paso se cagan en la madre del pelota.
Donde por fin y a base de pelotazos, el oficinista se arma de valor y le dice "ojos verdes tienes" a la chica de recepción, que está para mojar pan y lo que haga falta.
Me gusta que la chica de recepción se haya hinchado de gintonics preparados, de esos con frutos del bosque y de rienda suelta a su pasión con el oficinista, en los baños del último garito que quedaba abierto en Valladolid.
Me encanta ver a mis amigos apurar la caña para irse corriendo a buscar a los niños porque va a empezar la cabalgata.
Mi gato y yo colocamos los zapatos en el sofá del salón y nos deleitamos con un whisky de malta, mirándonos a los ojos y repasando el último año.
El regalo más hermoso de todos, duerme ajeno a nuestros chupitos, con el cabello largo y oscuro extendido por la almohada y la perrita a los pies de la cama.
Y solo deseo que sea siempre Navidad entre nosotros, para despertarme cada mañana abrazado a ella, sintiéndome un niño otra vez, un niño que ha debido de ser muy,muy bueno.
Estas navidades, si me descuido, hasta me acabará gustando el jodido anuncio de la lotería.
Nanananana   na nana.



lunes, 2 de diciembre de 2013

Sonriendo un poco.

Yo no se lo que es el destino.
Si estoy sujeto a reglas cósmicas o divinas o humanas tal vez.
Si el hecho de sentirme vivo responde a esa extraña conjunción de factores que se produce al alinearse las estrellas con unos ojos que me miran de otra forma, distinta a como me han mirado hasta ahora el resto de los ojos.
Yo no se si a lo largo de esta vida tienes que pagar el tributo del karma, de los errores del pasado, de aquellas decisiones que creíste correctas o simplemente es que todos tenemos reservado en alguna parte un billete para sentirte feliz y primero hay que canjearlo por un montón de cabezazos contra la pared.
Se, que durante años y años me han rescatado de bosques sombríos, de arenas movedizas de fondos de botellas, de noches de dudas y de trayectos erróneos.
Que tengo a Reyes, a Elena, a Sandra, a Eva, a  Noe, Paz, Ángela y a un buen número de amigas que me han querido y me han enseñado a querer, aunque por el camino me he dejado también un montón de nombres.
Y cito solo a las mujeres, porque aun teniendo a los mejores amigos del mundo, a los que quiero y respeto, la comunión de sentimientos que experimento con ellas me ha modelado el espíritu hasta llegar a donde estoy.
Yo no se lo que es el destino, pero una noche fría y particularmente oscura, donde todo se difuminaba entre sombras, de entre la llovizna aparecieron unos labios para terminar posándose en mi boca.
Mis cartas de navegación para llevarme hasta donde siempre he querido ir.
Desapareció el frío, desapareció el miedo y desaparecieron también las inseguridades, los traumas, los rencores...
De repente todo lo hermoso cobró forma en su figura y no me quedó más remedio que admitir que alguien o algo, me acababa de regalar una oportunidad para vivir, en el sentido más amplio de la palabra.
Y ahora me encuentro viviendo.
Supongo, que siempre he buscado como plasmar las emociones de la manera más real, pero aunque trato de hacerlo y me siento y comienzo a escribir y borro lo escrito y vuelvo a escribir y vuelvo a borrarlo, no voy a conseguir describir esto que siento ahora.
Así que me rindo y me abandono al placer de saberme incapaz de transmitiros esto.
Lo que si puedo expresar, es el inmenso agradecimiento y cariño que siento por aquella persona de cabello corto y sonrisa infinita, que en el gesto más hermoso que he visto en mi vida, me dejó marchar, llorando y con la sensación de que en este viaje, ha sido la mejor compañera.
Gracias por ser lo que eres y por haber sido lo que fuiste.




jueves, 14 de noviembre de 2013

Gracias

por molestarte en buscar.
Por levantar las alfombras, apartar los muebles viejos y llenos de polvo, sacudir las cortinas y escudriñar en cada recoveco.
Gracias por no reparar en esfuerzos cuando yo no encontré fuerzas ni tan siquiera en mi flaqueza.
Por silbar mientras te subías a una escalera para mirar encima de los armarios y de las librerías
Por hacer de ello un juego en el que tus reglas son tan flexibles que cualquiera podría impugnarlas si quisiera pero nadie, ni yo mismo osaríamos hacer semejante estupidez.
Por desnudarte frente a mi.
Por abrazarme y tranquilizarme y por decirme: "no te preocupes...ya aparecerá".
Gracias por no desanimarte en mi desánimo, por apurar cada copa para que yo no cayera en la tentación de beberme siempre los últimos tragos.
Al final tenías razón, ha aparecido.
Como de costumbre, en el rincón más insospechado, pero ahí estaba, escondida, asustada, con una patita rota.
Gracias por abrazarla, sanarla, mimarla.
Volvemos a estar juntos, mi sonrisa y yo.
Gracias..

martes, 29 de octubre de 2013

Reversible

El alma debería ser reversible.
Así, cuando se derrama una de esas gotas inoportunas que se escurren al beberte la vida atragantadamente, no tendría uno que pasearse lleno de lamparones en la pechera.
Justo al ladito del corazón.
Le das la vuelta a tu alma y pones la cara sucia, triste y desgastada mirando hacia adentro.
Y sacas la cara impoluta y reluciente del alma a pasear, deseoso de que no se te escurran más goterones.
Pero la vida es como un porrón, si no tienes cuidado al tragar, te ahogas. Si no tienes cuidado al tratar de saciarte, te cae el liquido en la cara desde el extremo más ancho, que es el amor.
Y el amor deja manchas que no salen con nada, como mucho se van un poco, pero siempre quedan restos.
Por eso hay que beber con cuidadito por la parte fina, tratando de disfrutar los tragos pero sin pretender acabar con todo de golpe.
O te llenas de mierda, o te quedas con sed.
Porque todo se acabará antes de que te des cuenta.
Al final, un día comprendes que te has bebido la vida antes de tiempo y de que estás sediento, lleno de cercos y de sombras en el alma.
Y solo te queda sentarte a un lado del camino y esperar a ver si con suerte, alguien quiere volver a llenarte el recipiente.
Aunque lo más seguro es que por ese camino donde esperas sentado no pase nadie.
Hay personas que se guardan mucho de beber y transitan de un lado a otro con su ración a buen recaudo bajo llave, pero con los ojos vacíos de lo que yo he visto.
De tu rostro bajo la primera luz de la mañana, dormida, respirando despacito, preciosa.
Vacíos de la imagen de tus pies bañados por el mar del norte, llenos de salitre y de momentos por vivir.
De tu sonrisa que ya no está, pero aún perdura nítida en mi retina.
Por eso a mi ya me la pela que se derrame todo y me ponga hecho un Cristo.
Prefiero saciarme a borbotones y que si tiene que irse todo al carajo, se vaya de una vez por todas.
Nunca, ni en el amor ni en nada, he sido hormiga, si no más bien la más perra de todas las cigarras, que jamás supo reservar, ahorrar, dosificar, planificar, conservar...
Si me diste un par de tragos yo me bebí tres y los gocé hasta la última gota.
Pero claro...eso lo tenía que haber pensado antes de sentar mis reales en el puto caminito.
A ver quien pasa.
A ver si un día te decides a volver a sonreírme, con tu cántaro rebosante apoyado en la cadera.
Siempre tuve sed de ti.








viernes, 18 de octubre de 2013

Ingravedad

es lo que siento cuando cierro los ojos y pienso en ti.
Al principio pensé que podría tratarse de una angina de pecho, pero luego descubrí que me hacen flotar algunos recuerdos.
 Otros me arrastran a lo más profundo.
Y cuando el abismo deja de ser insondable, el marco incomparable y el entorno privilegiado y todo se convierte en otra puta mierda de día, cierro los ojos y me elevo.
A veces me siento como la típica rubia estúpida de la típica película americana.
Me tumbo delante de la tele abrazado a mi gato, tragándome una comedia romántica tras otra y de no ser por mi terror a los azúcares refinados, seguro que engulliría toneladas de helado de chocolate.
En su lugar, como un paquete tras otro de pechuga de pavo baja en sal.
Suspiro cuando el chico dice eso de "siempre te he querido" y se me ponen los pezones como bates de baseball cuando ella cierra los ojos y pone los labios blandos, en actitud oferente.
Ahí vuelvo a ser yo, porque en vez de parecerme terriblemente romántico, imagino la de cosas que un director atrevido podría hacer con esa escena y en lo divertido que resultaría que el chico, en vez de besarla, pusiera en tan delicados morritos un matasuegras, una turuta o incluso su propio...
En fin...que no valgo ni para deprimirme.
Soy un jodido desastre.
Hace días puse un plástico en la cama, un cubre colchón de esos, para no tener que cambiar las sábanas empapadas de lágrimas cada mañana.
Hoy lo he quitado, la vida sigue y el sonido de las uñas del gato arañando el plástico es espantoso.
Decía, que al cerrar los ojos y pensar en ti, siento como el aire se vuelve más pesado y mi cuerpo más ligero.
Puedo flotar pensando en esa sonrisa tuya, tan jodidamente bonita, tanto, que debería ser el logotipo de algo realmente chulo.
La imagen corporativa de la empresa más alucinante del mundo.
Por eso necesito que sonrías, que sonrías constantemente, que me sonrías.
El mundo de por si, ya es lo suficientemente triste como para privarle de su mayor fuente de luz.
Así que como es viernes y ya me he quitado de encima casi todo el trabajo, me voy a dar un capricho y voy a volver a cerrar los ojos.
Y cuando todos los recuerdos hermosos empiecen a teñirse con la tinta del pasado y comience a hundirme, pensaré una vez más en esa sonrisa.
Y me daré un garbeo por el aire.
Y entonces me dolerá menos la distancia.
Y comenzaré a pensar en lo que me dijiste antes de colgar el teléfono.










sábado, 12 de octubre de 2013

Sería tan facil

clavar los dedos en mi pecho de mantequilla y extraer de una vez por todas este músculo confuso y analógico.
Que para poco sirve, porque hace ya tiempo que venció la garantía y ahora cada vez que se estropea me toca andar metiéndome a chapuzas.
Y no se donde coño poner la cinta aislante, porque gotea y supura por todas partes.
Trato de aguantarlo con destilaciones amargas y eso no deja de ser pan para hoy y hambre para mañana.
El problema viene de fábrica, cuando te lo entregan reluciente y te dicen que es un artículo excepcional que no debe faltar en todos los hogares y que hará las delicias de pequeños y mayores.
Y es mentira.
Es una asquerosa patata que sangra y se hincha con promesas y se vuelve de latón cada vez que le llega el aire de otoño.
Es carne de trastero o de desván, porque viviríamos mucho mejor sin su presencia obsolescente.
Aunque a veces te hagas ilusiones con su puto pájaro de cuco que sale a darte las horas con violines y fuegos artificiales.
Son todo ilusiones y efectos especiales, maquillaje y bombas de humo.
El corazón es un trozo de materia por definir, que según que juguetero haya firmado, funciona mejor o peor.
Y de esa trinchera, ahora mismo no me hace salir nadie.
Estoy mucho más seguro aquí, refugiándome del fuego graneado de las promesas eternas.