sábado, 21 de diciembre de 2013

Last chance.

Estuve a punto de no reconocerla.
Coincidimos en unos grandes almacenes, ella iba acompañada de un muchacho menudo, de cabello largo y oscuro. Yo estaba solo, matando el tiempo en la sección de novedades musicales, acariciando las cajas de los cedes y retrasando el momento de volver a casa y sentarme a escribir en la dichosa novela que tantos quebraderos de cabeza me está dando.
Algo, no se que, hizo que levantara la vista y me fijara en ella justo cuando aquel muchacho le pasó el brazo alrededor de la cintura en un gesto a un tiempo cariñoso y protector.
Entonces ella se giró y pude verla con claridad.
El hechizo de ocultamiento era de los mejores que he visto, ningún mortal podría reconocerla, ni sospechar siquiera la verdadera naturaleza de su ser, pero por desgracia, para mi esos ojos verdes nunca tuvieron secretos.
Ni rastro de polvo de hadas, ni de sus pequeñas alas, simplemente una mujer preciosa con dos esmeraldas brillantes en el rostro.
Ella pareció sorprenderse también, supongo que he cambiado mucho y que de alguna manera no pudo o no quiso identificarme en un primer momento.
Tras la sorpresa inicial, sus ojos se relajaron y perdieron algo de fulgor, como si una pena enorme se hubiera apoderado de ellos.
Los clavó fijamente en los míos y el tiempo se detuvo.
La muchedumbre se quedó estática, la música cesó y los relojes se pararon.
Los recuerdos me arrollaron como una locomotora sin control.
El estanque de las sirenas, el barco de Garfio, los niños perdidos, la princesa india...
Traté de sonreír, pero en aquel instante atemporal, la sonrisa decidió escaparse con mi sombra.
A punto estuve de mandarlo todo al carajo, de renunciar a aquello que ansiaba : una vida normal, una apariencia normal ,un amor convencional, un futuro incierto.
A punto estuve de elevarme y cacarear, de ceñirme de nuevo las mallas,de correr a besarla, pero algo en mi interior me retuvo.
Campanilla pertenece al pasado, a los sueños de un niño obcecado en no crecer, a una vida que al final se torció y que no volverá.
Nunca había visto a un hada llorar y cuando la primera lágrima comenzó a descender por su mejilla, supe que por mucho que lo deseara, por muy firme que fuera mi propósito, por mucho que me esforzara, nunca podría olvidarla por completo.
De pronto las manecillas del reloj volvieron a marcar el tiempo, el público de los grandes almacenes reanudó sus quehaceres y la música regresó atronando aquel espacio con insoportables villancicos a ritmo de gospel.
Disimuladamente se secó las lágrimas con el dorso de la mano y en un acto de extrema crueldad, sabiendo que yo seguía contemplándola, se giro hacia aquel miserable humano y le besó en los labios.
Después, simplemente se confundieron entre el gentío y desaparecieron.
Medio mareado salí a la calle y encendí un pitillo.
Traté de comprender que amarga broma se esconde tras la vida, cuando aquella que lo fue todo, se convierte en una sombra entre otras sombras.
El viento helado me abofeteó sin clemencia alguna y por primera vez en mucho tiempo, deseé estar muy lejos de allí, sentado en mi nube, maldiciéndolo todo.
Pero lejos de abandonar, simplemente me subí los cuellos del gabán.
No me atreví a volverme, se que no hubiera podido soportar un segundo encuentro.
Con el cigarro entre los labios, cerré los ojos y comencé a caminar.
Se que ella permaneció un rato observándome al largarme de allí.
Lo que ya no se, es porque lloró.







jueves, 19 de diciembre de 2013

En Navidad

Se viste todo de luces de colores y de campanitas y de abetos fabricados en china.
De turrón blando que se hace bola y del duro que te manda al dentista al día siguiente y te jode cien euros de los que te habías guardado para pagar la factura de la luz.
De digestiones pesadas, de kilos de más, de copas de cava al que ni te acercas el resto del año.
De tangas rojos, de buenos deseos, de deseo.
Porque es Navidad y aunque ya casi no reconocemos lo que hay debajo del papel de regalo brillante que envuelve las fiestas, a mi me sigue gustando esta época.
Me gusta que las personas vuelvan a ser personas y cuelguen los cargos, los galones y las chorreras en el perchero de la entrada, junto al abrigo.
Me gusta que en la mesa, tratemos de poner buena cara al mal tiempo, a la cocina de la suegra y a los chistes del cuñado (aunque ese no es mi caso, mi cuñado tiene su gracia).
Me gusta rozarle el muslo a mi chica por debajo de la mesa, mientras finjo colocarme la servilleta bajo la atenta mirada de la  tiabuela.
Me gusta que mi padre cante villancicos, que mi madre cante villancicos y que los perros de mi madre y de mis hermanas , se sumen y canten villancicos.
Me gusta ver las caras de mis sobris la mañana del día de Reyes, y me gusta ver la cara de mi madre la mañana del día de Reyes, después de pasarse la noche entera colocando regalos para todos en el salón, convirtiendo el agotamiento en felicidad por los suyos.
Me gusta ver las caras de todos cuando ven mi cara el día uno de enero, más jodidito que la hija de Albano, pero puntual a mi cita.
Las cenas de empresa, donde los empleados pelotas preparan las rayas del jefe y donde los empleados canallas se meten las suyas y las del jefe, y de paso se cagan en la madre del pelota.
Donde por fin y a base de pelotazos, el oficinista se arma de valor y le dice "ojos verdes tienes" a la chica de recepción, que está para mojar pan y lo que haga falta.
Me gusta que la chica de recepción se haya hinchado de gintonics preparados, de esos con frutos del bosque y de rienda suelta a su pasión con el oficinista, en los baños del último garito que quedaba abierto en Valladolid.
Me encanta ver a mis amigos apurar la caña para irse corriendo a buscar a los niños porque va a empezar la cabalgata.
Mi gato y yo colocamos los zapatos en el sofá del salón y nos deleitamos con un whisky de malta, mirándonos a los ojos y repasando el último año.
El regalo más hermoso de todos, duerme ajeno a nuestros chupitos, con el cabello largo y oscuro extendido por la almohada y la perrita a los pies de la cama.
Y solo deseo que sea siempre Navidad entre nosotros, para despertarme cada mañana abrazado a ella, sintiéndome un niño otra vez, un niño que ha debido de ser muy,muy bueno.
Estas navidades, si me descuido, hasta me acabará gustando el jodido anuncio de la lotería.
Nanananana   na nana.



lunes, 2 de diciembre de 2013

Sonriendo un poco.

Yo no se lo que es el destino.
Si estoy sujeto a reglas cósmicas o divinas o humanas tal vez.
Si el hecho de sentirme vivo responde a esa extraña conjunción de factores que se produce al alinearse las estrellas con unos ojos que me miran de otra forma, distinta a como me han mirado hasta ahora el resto de los ojos.
Yo no se si a lo largo de esta vida tienes que pagar el tributo del karma, de los errores del pasado, de aquellas decisiones que creíste correctas o simplemente es que todos tenemos reservado en alguna parte un billete para sentirte feliz y primero hay que canjearlo por un montón de cabezazos contra la pared.
Se, que durante años y años me han rescatado de bosques sombríos, de arenas movedizas de fondos de botellas, de noches de dudas y de trayectos erróneos.
Que tengo a Reyes, a Elena, a Sandra, a Eva, a  Noe, Paz, Ángela y a un buen número de amigas que me han querido y me han enseñado a querer, aunque por el camino me he dejado también un montón de nombres.
Y cito solo a las mujeres, porque aun teniendo a los mejores amigos del mundo, a los que quiero y respeto, la comunión de sentimientos que experimento con ellas me ha modelado el espíritu hasta llegar a donde estoy.
Yo no se lo que es el destino, pero una noche fría y particularmente oscura, donde todo se difuminaba entre sombras, de entre la llovizna aparecieron unos labios para terminar posándose en mi boca.
Mis cartas de navegación para llevarme hasta donde siempre he querido ir.
Desapareció el frío, desapareció el miedo y desaparecieron también las inseguridades, los traumas, los rencores...
De repente todo lo hermoso cobró forma en su figura y no me quedó más remedio que admitir que alguien o algo, me acababa de regalar una oportunidad para vivir, en el sentido más amplio de la palabra.
Y ahora me encuentro viviendo.
Supongo, que siempre he buscado como plasmar las emociones de la manera más real, pero aunque trato de hacerlo y me siento y comienzo a escribir y borro lo escrito y vuelvo a escribir y vuelvo a borrarlo, no voy a conseguir describir esto que siento ahora.
Así que me rindo y me abandono al placer de saberme incapaz de transmitiros esto.
Lo que si puedo expresar, es el inmenso agradecimiento y cariño que siento por aquella persona de cabello corto y sonrisa infinita, que en el gesto más hermoso que he visto en mi vida, me dejó marchar, llorando y con la sensación de que en este viaje, ha sido la mejor compañera.
Gracias por ser lo que eres y por haber sido lo que fuiste.




jueves, 14 de noviembre de 2013

Gracias

por molestarte en buscar.
Por levantar las alfombras, apartar los muebles viejos y llenos de polvo, sacudir las cortinas y escudriñar en cada recoveco.
Gracias por no reparar en esfuerzos cuando yo no encontré fuerzas ni tan siquiera en mi flaqueza.
Por silbar mientras te subías a una escalera para mirar encima de los armarios y de las librerías
Por hacer de ello un juego en el que tus reglas son tan flexibles que cualquiera podría impugnarlas si quisiera pero nadie, ni yo mismo osaríamos hacer semejante estupidez.
Por desnudarte frente a mi.
Por abrazarme y tranquilizarme y por decirme: "no te preocupes...ya aparecerá".
Gracias por no desanimarte en mi desánimo, por apurar cada copa para que yo no cayera en la tentación de beberme siempre los últimos tragos.
Al final tenías razón, ha aparecido.
Como de costumbre, en el rincón más insospechado, pero ahí estaba, escondida, asustada, con una patita rota.
Gracias por abrazarla, sanarla, mimarla.
Volvemos a estar juntos, mi sonrisa y yo.
Gracias..

martes, 29 de octubre de 2013

Reversible

El alma debería ser reversible.
Así, cuando se derrama una de esas gotas inoportunas que se escurren al beberte la vida atragantadamente, no tendría uno que pasearse lleno de lamparones en la pechera.
Justo al ladito del corazón.
Le das la vuelta a tu alma y pones la cara sucia, triste y desgastada mirando hacia adentro.
Y sacas la cara impoluta y reluciente del alma a pasear, deseoso de que no se te escurran más goterones.
Pero la vida es como un porrón, si no tienes cuidado al tragar, te ahogas. Si no tienes cuidado al tratar de saciarte, te cae el liquido en la cara desde el extremo más ancho, que es el amor.
Y el amor deja manchas que no salen con nada, como mucho se van un poco, pero siempre quedan restos.
Por eso hay que beber con cuidadito por la parte fina, tratando de disfrutar los tragos pero sin pretender acabar con todo de golpe.
O te llenas de mierda, o te quedas con sed.
Porque todo se acabará antes de que te des cuenta.
Al final, un día comprendes que te has bebido la vida antes de tiempo y de que estás sediento, lleno de cercos y de sombras en el alma.
Y solo te queda sentarte a un lado del camino y esperar a ver si con suerte, alguien quiere volver a llenarte el recipiente.
Aunque lo más seguro es que por ese camino donde esperas sentado no pase nadie.
Hay personas que se guardan mucho de beber y transitan de un lado a otro con su ración a buen recaudo bajo llave, pero con los ojos vacíos de lo que yo he visto.
De tu rostro bajo la primera luz de la mañana, dormida, respirando despacito, preciosa.
Vacíos de la imagen de tus pies bañados por el mar del norte, llenos de salitre y de momentos por vivir.
De tu sonrisa que ya no está, pero aún perdura nítida en mi retina.
Por eso a mi ya me la pela que se derrame todo y me ponga hecho un Cristo.
Prefiero saciarme a borbotones y que si tiene que irse todo al carajo, se vaya de una vez por todas.
Nunca, ni en el amor ni en nada, he sido hormiga, si no más bien la más perra de todas las cigarras, que jamás supo reservar, ahorrar, dosificar, planificar, conservar...
Si me diste un par de tragos yo me bebí tres y los gocé hasta la última gota.
Pero claro...eso lo tenía que haber pensado antes de sentar mis reales en el puto caminito.
A ver quien pasa.
A ver si un día te decides a volver a sonreírme, con tu cántaro rebosante apoyado en la cadera.
Siempre tuve sed de ti.








viernes, 18 de octubre de 2013

Ingravedad

es lo que siento cuando cierro los ojos y pienso en ti.
Al principio pensé que podría tratarse de una angina de pecho, pero luego descubrí que me hacen flotar algunos recuerdos.
 Otros me arrastran a lo más profundo.
Y cuando el abismo deja de ser insondable, el marco incomparable y el entorno privilegiado y todo se convierte en otra puta mierda de día, cierro los ojos y me elevo.
A veces me siento como la típica rubia estúpida de la típica película americana.
Me tumbo delante de la tele abrazado a mi gato, tragándome una comedia romántica tras otra y de no ser por mi terror a los azúcares refinados, seguro que engulliría toneladas de helado de chocolate.
En su lugar, como un paquete tras otro de pechuga de pavo baja en sal.
Suspiro cuando el chico dice eso de "siempre te he querido" y se me ponen los pezones como bates de baseball cuando ella cierra los ojos y pone los labios blandos, en actitud oferente.
Ahí vuelvo a ser yo, porque en vez de parecerme terriblemente romántico, imagino la de cosas que un director atrevido podría hacer con esa escena y en lo divertido que resultaría que el chico, en vez de besarla, pusiera en tan delicados morritos un matasuegras, una turuta o incluso su propio...
En fin...que no valgo ni para deprimirme.
Soy un jodido desastre.
Hace días puse un plástico en la cama, un cubre colchón de esos, para no tener que cambiar las sábanas empapadas de lágrimas cada mañana.
Hoy lo he quitado, la vida sigue y el sonido de las uñas del gato arañando el plástico es espantoso.
Decía, que al cerrar los ojos y pensar en ti, siento como el aire se vuelve más pesado y mi cuerpo más ligero.
Puedo flotar pensando en esa sonrisa tuya, tan jodidamente bonita, tanto, que debería ser el logotipo de algo realmente chulo.
La imagen corporativa de la empresa más alucinante del mundo.
Por eso necesito que sonrías, que sonrías constantemente, que me sonrías.
El mundo de por si, ya es lo suficientemente triste como para privarle de su mayor fuente de luz.
Así que como es viernes y ya me he quitado de encima casi todo el trabajo, me voy a dar un capricho y voy a volver a cerrar los ojos.
Y cuando todos los recuerdos hermosos empiecen a teñirse con la tinta del pasado y comience a hundirme, pensaré una vez más en esa sonrisa.
Y me daré un garbeo por el aire.
Y entonces me dolerá menos la distancia.
Y comenzaré a pensar en lo que me dijiste antes de colgar el teléfono.










sábado, 12 de octubre de 2013

Sería tan facil

clavar los dedos en mi pecho de mantequilla y extraer de una vez por todas este músculo confuso y analógico.
Que para poco sirve, porque hace ya tiempo que venció la garantía y ahora cada vez que se estropea me toca andar metiéndome a chapuzas.
Y no se donde coño poner la cinta aislante, porque gotea y supura por todas partes.
Trato de aguantarlo con destilaciones amargas y eso no deja de ser pan para hoy y hambre para mañana.
El problema viene de fábrica, cuando te lo entregan reluciente y te dicen que es un artículo excepcional que no debe faltar en todos los hogares y que hará las delicias de pequeños y mayores.
Y es mentira.
Es una asquerosa patata que sangra y se hincha con promesas y se vuelve de latón cada vez que le llega el aire de otoño.
Es carne de trastero o de desván, porque viviríamos mucho mejor sin su presencia obsolescente.
Aunque a veces te hagas ilusiones con su puto pájaro de cuco que sale a darte las horas con violines y fuegos artificiales.
Son todo ilusiones y efectos especiales, maquillaje y bombas de humo.
El corazón es un trozo de materia por definir, que según que juguetero haya firmado, funciona mejor o peor.
Y de esa trinchera, ahora mismo no me hace salir nadie.
Estoy mucho más seguro aquí, refugiándome del fuego graneado de las promesas eternas.




miércoles, 9 de octubre de 2013

Las dos



pero muy pronto serán las tres y luego vendrán las cuatro.
Y en definitiva, otra noche de conversaciones con mi gato y de pitillos sentado delante del teclado.
La vida se me escapa en noches en vela, en días en vela y en velas a la virgen.
Aquí estamos los tres, el gato, el teclado y yo.
A estas horas no se escucha más ruido que el molesto y tedioso "cri-cri" de la ausencia.
Suena como la cadena de una bici mal engrasada, molesta y reiterativa, con la cadencia de una sinfonía mal ensamblada.
El gato prepara unos gintonics maravillosos, que me recuerdan a ella (maravillosa también y con un punto de amargor), con esencia de canela y un toquecito de enebro.
Mucho hielo, extra de soledad y de nostalgia.
La habitación se va llenando de humo y hago unos anillos estupendos, tan perfectos que para si los quisiera el gilipollas misógino de Gandalf. Gilipollas, pero mago.
Los conejos de mi chistera terminaron haciendo la maleta y dejándolo todo lleno de cagaditas diminutas, con lo que mi único truco hoy por hoy, es el de poner la mejor de las sonrisas en el peor de los momentos.
Si no fuera por ellas no tendría nada que contaros.
Hablaría quizás, de política y de economía, pero lo cierto es que la única política que me interesa, es la que practica una mujer cuando decide invadir tu territorio, destruir tus defensas y negociar tu rendición.
En cuanto a economía...siempre he sido un puto desastre. Si tengo un duro me gasto dos, pido prestados tres y termino debiendo siete. Algún día aprenderé a gestionar mi dinero. Y mis sentimientos.
Así que para andar hablando de lo que no entiendo apenas, prefiero hablar de lo que desconozco por completo: las mujeres.
Por lo menos el tema es mucho más atractivo.
Y es que soy un enamoradizo compulsivo, que no sabe retirarse a tiempo y que purgará por los siglos de los siglos, el pecado de haber querido ser siempre la persona adecuada, obviamente, sin haberla sido.
Pero de todo se aprende y ahora mismo estoy plenamente decidido a no volver a sentir nada por ninguna.
Y lo digo convencido, que carajo, porque será la única manera de mantenerme inmune a los recuerdos.
Durante un tiempo creía conocer los resortes para todas las cámaras secretas, pero no señor, no sería capaz de forzar ni una taquilla del Mercadona.
Los hombres nos volvemos arrogantes cuando nos sentimos amados, pensando que está todo el pescado vendido y que hagamos lo que hagamos, seremos por siempre jamás los reyes de la selva.
A mi selva le sobra flora y le falta fauna.
Le sobran metáforas y le faltan pronombres personales.
A mi selva, la han convertido en un jardín de rotonda de polígono industrial, eso si, con una flor increíblemente hermosa en todo el medio.
Una flor inaccesible.
No puedo regarla, no puedo olerla ni mucho menos cortarla.
No es para mi.
Por lo que será mejor que le vaya diciendo al gato que prepare otro, un poquito menos cargado esta vez, que la noche es larga, la cama fría y la distancia entre este momento y mañana, eterna.
Va por ellas.
Por todas las flores.







viernes, 27 de septiembre de 2013

Estampas.

Te he visto ahí, tan delgadito.
Tan mínimo, tan pequeño en ti, cuando para mi tenias que ser grande.
Tan refugiado en ti mismo consumiéndote.
Te he visto tan reducido que me has dado miedo.
Y ahora me pregunto como has podido llegar a ese extremo.
También me pregunto como la vida nos hizo tan diferentes, siendo los dos harina de un mismo costal y condimento de un mismo guiso.
Tú te llevaste las dudas, yo la indiferencia frente a cada pregunta.
A mi me dio siempre igual saber quien o que está detrás de cada punto suspensivo, tú te cuestionas una exhalación tras otra.
Tú leías y reflexionabas, yo engullía textos y autores.
A ti te sobra y a mi me falta y a mi me sobra y a ti te falta.
Tu camino salia a partir de un recodo de lo más extraño y yo no pude ver como te distanciabas hasta que me giré y al mirar hacia atrás, de repente ya no estabas.
No se que necesitas de mi, aparte de otro cigarrillo.
No se que puedo ofrecerte, aparte de otro cigarrillo.
No se como llegar hasta ti sin que me repudies y me desprecies.
Necesito un serpa que conozca bien la ruta, porque me pierdo cada vez que intento acercarme a lo que llevas dentro.
Al final todo se termina diluyendo, como los grumos del Colacao en la leche caliente.
Sin quererlo paso del enfado a la tristeza y de la tristeza a la esperanza y de la esperanza a la indiferencia y de la indiferencia a la tristeza y de la tristeza al cariño y del cariño al enfado.
Y así...sucesivamente.
El caso es que vivo con tu imagen y con el recuerdo de tantas y tantas imágenes, unas más felices que otras, como estampas de un álbum que no quieres completar nunca.
Y te he visto ahí, tan delgadito.
Y pase lo que pase y le pese a quien le pese o me pese y aunque me pese, te voy a querer siempre.
Y eso duele, aunque tu no te des cuenta.
O precisamente por eso.
Son las dos de la mañana y te tengo tan presente.








martes, 17 de septiembre de 2013

Maletas.

Sucede que en ocasiones no me sirve lo que acostumbro a repetir para tranquilizarme.
Y todo se torna de repente misterioso.
Y los cristales se empañan desde fuera y las luces cambian de color y me encuentro ahí...sin saber que coño me ha pasado y porqué tengo tantas dudas.
Sucede que los acontecimientos dejan de vivirse y simplemente, suceden..
Sucede que me siento raro y me pongo serio y me convierto en lo que no me termina de gustar, por mucho que lo intente.
Paso así un par de días o tres, en los que prefiero estar a solas con mi gato mirándole fijamente a los ojos, para ver si ahí dentro encuentro alguna de las respuestas que hasta hace no demasiado encontraba en cualquier parte.
La casa parece más grande y el suelo se comba al pisar.
La ropa huele a otras personas.
Mi cama es como la cinta transportadora de maletas de un aeropuerto de mala muerte, lleno de moscas y papeleras que desbordan envases de hamburguesa y botellines de agua arrugados.
Yo no dejo de desaparecer y aparecer una y otra vez y nadie viene a recogerme.
Dando vueltas en la realidad que se me antoja tan distinta a lo esperado.
Me tumbo boca abajo pasando el brazo derecho por debajo de la almohada y tengo la sensación de que todo lo que no cubre la almohada, no existe.
Creo que a veces, me cuesta saber si estoy vivo.
Y luego de repente, como vino, se fue.
Y todo vuelve a la normalidad y las rutinas se sientan a cotillear junto a la fuente del pueblo, con las faldas remangadas y los pies descalzos sacando cantares a los imprevistos y criticándolo todo.
No se si esto es normal, o soy un tipo raro.
No se si os pasa a vosotros, pero hay días en los que no me reconozco.
A lo mejor es que le doy demasiadas vueltas a las cosas, como si fueran maletas en una cinta transportadora.
O yo que se...