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martes, 19 de enero de 2016

Graduando la espoleta a cero

Así es como disparaban los artilleros cuando el asalto a sus posiciones era incontenible y el enemigo se cernía sobre ellos con la bayoneta calada.
Solo se debería amar así, con la espoleta graduada a cero y asumiendo que la explosión de tan brutal sentimiento te alcanzará con la misma fuerza que a la persona amada repartiendo metralla que impactará en ambos corazones en  forma de besos, caricias, noches de pasión y proyectos comunes.
Es cierto que  muchos amantes temen que semejante estallido derribe sus defensas pero hay que amar a pecho descubierto, sin miedo, sin casco ni chaleco antifragmentos.
Por desgracia lo que debería ser una explosión de comprensión y ternura a veces y por la escasez o el mal estado  de la munición, se convierte en todo lo contrario y la onda expansiva termina destruyendo lo hermoso que pudiera haber entre ambos.
A veces también el amor implosiona y no se le permite expandir su potencia de alcance fuera de uno mismo y ese egoísmo termina por destruir a quien siente así y la unidad de artificieros del alma tan solo puede certificar el desastre.
Algunas personas contravienen las disposiciones de la comunidad internacional de románticos empedernidos empobreciendo uranio con el que revestir sus declaraciones de amor, generando tras pronunciarlas a la luz de la luna, daños irreparables y radiaciones alfa y beta que provocan la muerte celular de las sonrisas o que terminan alterándolas genéticamente hasta convertirlas en lágrimas.
La industria "amamentística" ha avanzado mucho y hoy en día se ha especializado en los drones, esos aparatos no tripulados con los que se puede amar a distancia sin exponerse a ningún riesgo, pero eso no es amor, es tan solo un bellaco sucedáneo que aunque te mantiene a salvo en el refugio te impedirá alcanzar la gloria en el combate y ser condecorado por ello.
De todas formas y pese a que me tachen de cobarde, me declaro no beligerante.
Los cascos azules también somos necesarios para ayudar en los campos de batalla escribiendo finales felices o si eso no es posible, abriendo una botella con la que servir el trago portuno para brindar por lo que no pudo ser.