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lunes, 9 de febrero de 2009

Gracias mamá.

Sin darse cuenta tan siquiera, mi madre acababa de pulverizar un record del mundo.
Mi disco de S.A. (Soziedad Alcohólica) volaba a más de cien kilómetros por hora, describiendo una elipse perfecta, y fue a caer a unos seiscientos metros de mi casa rompiéndose en mil pedazos.
Yo solo pude contemplar el espectáculo desde el balcón de la vivienda, en un quinto piso de Valladolid.
Ahora que lo pienso, mi madre debió de ser una atleta de la Alemania del este que se quedó en España bajo un alias de lo más folclórico (se llama Mª Fuencisla), acogiéndose a algún tipo de asilo político durante el franquismo.
Tendríais que ver como manejaba la zapatilla, con que precisión de cirujano cardiovascular.
La lanzaba desde la cocina y te alcanzaba detrás de la mesa del salón.
Durante años pensé que eran térmicas y localizaban el blanco a traves del calor aunque, claro, de ser así a mis hermanos mayores en plena pubertad...
Hubiera muerto alguno.



Pero me estoy yendo por las ramas.
Aquel día mi madre decidió que mi gusto musical de adolescente inconformista comenzaba a rayar lo familiarmente soportable y, haciendo gala de ese talante tan suyo adquirido en la sección femenina, procedió a censurar de tan drástica manera mi última adquisición del mercadillo.
"Esto ni es música ni nada, no es más que ruido y mierda".
Tócate los cojones.
Ella, que se sabía todas las canciones de Julito Iglesias.
Menos mal que, con los años, su gusto musical evolucionó más que favorablemente y ahora se ha convertido en una experta en soul, jazz, funky y música negra en general (aunque se guarda algún disco de "el consorcio", no lo puede evitar).
Yo, sin embargo, empecé la decadencia aquel mismo día en que mi coqueteo con el hard rock finalizó de tan triste forma.
Poco a poco me fui convirtiendo en el friki que soy ahora.
Quizás, si mi madre no hubiera intervenido, ahora seria un treintañero normalito con reminiscencias de Guns and Roses y Queen, o devoto de U2 y los Dire Straits pero, al atajar tan "sutilmente" mi natural y juvenil inclinación hacia la música ratoneril, creó un monstruo.
Escuchar a Roberto Carlos mientras me doy un baño de espuma es casi comparable a un orgasmo (de hecho algunos baños terminan así) y qué decir de ciertos temas de Raphael...
!Que hombre!¡Válgame la virgen!!!
-ropo pom pom, ropo pon pom-
Mientras mis compañeros de facultad bailaban "house" y "acid jazz" yo me entregaba sin cuartel al twist con el "duo dinámico" y los "pekenikes" o dislocaba mis caderas con "Demis Roussos" en un sirtaki sin fin.
Qué delicia acariciar la cubierta de un vinilo de "El Puma".
No creo estar capacitado para tener hijos pero, si tal milagro se produce algún día, juro que seré totalmente respetuoso con sus gustos musicales y, si quiere escuchar a Concha Velasco cantando "una chica yeye" mientras pierde orina a espuertas, no seré yo quien se lo prohiba.
Lo único que le pido a Dios, es que no me salga un niño tuno.