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sábado, 16 de enero de 2016

El que pierde halla.

Eso es lo que afirma el refranero pero permitanme que lo dude. Nunca Jamás está lleno de niños perdidos y cada vez hay más, sin embargo nadie los reclama, no quieren encontrarlos.
Puede que yo sea uno de ellos. Puede que perdiese la ilusión, las ganas de crecer y la fe en la condición humana, que todas las pérdidas me llevaran a ignorar de paso la madurez, confundiendo mi natural desarrollo y anclándome a esta eterna juventud tan perseguida por algunos sin saber la terrible maldición que conlleva ese acné perpetuo.
Rumio la desesperación  antes de mezclarla con aguardiente mientras acaricio la empuñadura de la daga y me imagino hundiéndola en el pecho de un desafortunado pirata con la guardia baja.
Me he acostumbrado a volar solo, ya no necesito la compañía de ninguna de aquellas hadas que me destrozaron el corazón antes de abandonarme a mi suerte.
Puede que pase demasiado tiempo en la laguna de las sirenas pero me niego  a pagar su compañía con collares de cuentas o con espejitos, como acostumbraba a hacer durante aquellas noches en aquel poblado indio plagado de neones y luces rojas.
Nadar siempre me gustó mucho, aunque el agua esté fría. Nado sabiendo que me aguarda el fuego más ardiente junto a alguna de esas criaturas en la orilla.
¿Niños perdidos? lo siento pero lo único que se ha perdido aquí es la esperanza. Esperanza en un futuro digno, esperanza en el amor verdadero y en la felicidad que te quieren vender adulterándola con mil sustancias cancerígenas.
Mi nombre es Peter Pan pero mucho me temo que ya no me pertenece a mi solo, creo que desde hace unos años el mio es un nombre con el que firman demasiadas personas que han descubierto la gran mentira que se oculta tras sus vidas.
Volaré hasta la estrella más alta y desde allí me lanzaré en picado sobre la primera oportunidad para recuperar la inocencia y volver a creer en que todo es posible.
Solo necesito que alguien me convenza y me regale unos polvos de hada.