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viernes, 22 de enero de 2016

Nunca estaré solo ante el peligro.





No, ya no.
Siempre llevaré conmigo el recuerdo de tu cuerpo desnudo concediéndome el deseo por el que cualquiera estaría dispuesto a morir y ese recuerdo me acompañará hasta el mismísimo infierno.
Al caer el sol me enfrentaré a quien ha jurado realizar a mi costa otra muesca en la culata de su revolver y aunque él no pueda verte, caminarás a mi lado por las calles del pueblo y desenfundarás con la rapidez de un rayo a través de mi mano izquierda
Desde aquella noche en la que reuní el valor suficiente para robarte un beso, supe que tu destino y el mio estarían unidos hasta el final.
No tengo miedo a lo que pueda suceder al llegar el ocaso, si he de morir lo haré satisfecho pues habré amado hasta quedarme sin munición y no hay pistolero en el estado que tenga el valor de tratar de acertar con un beso certero en el mismo centro del lunar que luces junto al escote.
Si no soy tan rápido como creo ser y él desenfunda primero, por favor, cuida de mi caballo. Ha sido un fiel compañero durante estos últimos años.
Enterradme con el chaleco y el sombrero negros, con las botas de piel de serpiente y el cinto con el revolver y munición, nunca se sabe que puede aguardar en la otra vida.
Esto no es un adiós, es un luego nos vemos. Siempre volveré a ti, de una forma o de otra.
El whisky y el tabaco no me han permitido dejar un bonito cadáver pero al menos conservo mi cabellera, muchos guerreros apaches trataron de colgarla en sus tipis y he tenido que privarles de semejante capricho a balazos.
No es necesario que te diga que te quiero, prometimos no decírnoslo nunca y siempre trato de cumplir mis promesas.
Vive libre, volveremos a vernos.