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martes, 24 de enero de 2017

Espíritus nobles.

Por su origen serrano y rondeño, mi amigo Marco podría haber sido perfectamente un bandolero, de los que con la culata del trabuco apoyada sobre el muslo, cabalgan por tierras hispanas.  Pero ante el feroz intrusismo de los miembros de la clase política y de los altos directivos de las compañías energéticas, prefirió no opositar para la cuadrilla nacional y decidió dedicarse a hacer felices a los niños.
Preocupado por el trato que le estamos dando al planeta tierra, ni corto ni perezoso compaginó las soluciones a la  salvaje destrucción del mundo, con su amor por los niños y su habilidad con los títeres y, se embarcó en un proyecto en el que mediante un espectáculo con títeres fabricados por él mismo, concienciaba a los más pequeños de la importancia de reciclar y no contaminar ni destruir el entorno.
Trabajando a diario con colectivos infantiles, fue descubriendo poco a poco que por mucho que la vida lo golpease, nunca podría derribarlo y se enfrentó a todas las pruebas a las que le sometieron los hados y salió victorioso. De alguna manera, Marco se resistía a perder la inocencia del niño que seguía viviendo en su corazón y en su espíritu curioso y aventurero. Entonces se descubrió como un payaso muy especial, que reia y hacia reir haciendo malabares con los problemas y estampando tartas en el rostro de las penas.
Y entonces la conoció a ella. Yolanda se animó a integrar la troupe de jóvenes faranduleros que habían hecho de la sonrisa de los más pequeños, la moneda de cambio en su mundo de ilusión. La rubia y tierna jovencita andaluza, se embarcó en los proyectos de Marco, aportando su empuje, su vitalidad y la belleza de sus ojos y de su corazón. Belleza esta que no tardó en conquistar a nuestro noble titiritero  y poco a poco, como en las películas de Sandra Bullock, el amor llamó a sus puertas.
Si antes de que comenzase este romance, todos y cada uno de los proyectos de "El andén mágico" iban cargaditos de amor y de buen rollo, ahora que ambos respiraban el uno por el otro, el público salía de sus funciones y espectáculos con algo renovado dentro del pecho. El amor, llama al amor y engendra amor. Cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da. Y ellos han dado tanto bueno, que les auguro un futuro espectacular, como pareja y como profesionales. Aunque me cueste reconocerlo, creo que los envidio. A fecha de hoy están viviendo el mismo sueño que viví yo hace apenas diez años pero estoy convencido de que el suyo no se tornará una pesadilla y el día en el que despierten, lo harán para abrazarse en el romántico lecho de globos y confeti, besarse y volver a dormir, con la satisfacción del deber cumplido.
Amigos, como se dice en el mundo del teatro: ¡Mucha mierda!