martes, 6 de agosto de 2019

Listo para revista

Le gustaba cantar esta canción mientras se afeitaba y su mujer preparaba el café. Le gustaba esta canción. Le gustaba su mujer.
La vida y la milicia los llevaron por diferentes lugares y ella siempre estuvo a su lado, como una camarada en la que se podía  confiar y con la que durante todo el tiempo que compartieron, se sintió seguro porque sabía que cerraría filas junto a él sin problemas para defender todo por lo que habían luchado y todo lo que habían construido juntos.
Un día gris de no hace muchos años la reclamaron desde el Cielo y él descubrió que vivir echando de menos cada segundo a la persona amada, era lo mas duro a lo que se puede enfrentar un hombre.
Al menos podía reconocer en las dos hijas con las que el destino los bendijo, la bondad, el carácter afable y la generosidad con las que su madre le había robado el corazón. Y pudo contar con ellas hasta que tocaron bandera por última vez y  tras romper filas, graduó la espoleta a cero y partió en busca de su muñequita linda de cabellos de oro.
Dado que ella no estaría para coser su mortaja ni para subirle los bajos del sudario, pidió ser incinerado y que depositaran en el nicho en el que un día habrían de descansar juntos, la urna con lo que no hubiese terminado el fuego del crematorio.
Hoy al fin han vuelto a reunirse. El aire de la montaña donde fueron felices y vieron correr y jugar a sus nietos, los mece juntos, sonrientes y felices, por saber que tienen por delante toda una eternidad para abrazarse y decirse con cada amanecer que se quieren más que ayer, pero menos que mañana.
Al ver a sus hijas preparar los trámites de la despedida y reunir a la familia en la casa donde se sentaban a estudiar al regresar de los baños en el río y de las caminatas  hasta los picos mas altos, solo pudo sentirse orgulloso de ellas. Puede que alguna vez hubiese sido duro con sus pequeñas, pero el haber mandado tropas le había enseñado que solo los fuertes pueden enfrentarse al más duro enemigo y en la batalla diaria que es vivir no se hacen prisioneros.
Las quiso, las quiere, las querrá siempre porque además de ser carne de su carne y sangre de su sangre, estas bellezas que le regaló su mujer han parido dos nietos magníficos que han sabido crecer con fuerza y  honor, recogiendo el testigo del sueño de la familia que su esposa y él mismo diseñaron siendo novios.
Comienza una nueva etapa en un nuevo destino. 
Volverán a reunirse los cuatro. Pero aun no. Aun no.
Abrazado a ella disfrutarán viendo que cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da. Todo se transforma.
Misión cumplida. 
Tras dar novedades al jefe de todos los ejércitos y deleitarse con la satisfacción del deber cumplido, se tumba junto a ella, le acaricia el cabello y muy dulcemente comienza a cantarle al oído su canción.

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