martes, 13 de noviembre de 2018

Mil ladridos. V¿ES?

                                                          Foto DANIMANTIS
Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero hay imágenes que incluso valen más que mil ladridos. Esta foto es el perfecto retrato de la felicidad, de la increíble sensación de formar parte de una familia, de la manada perfecta, de un instante para el recuerdo.
Me llamo Kaira y soy una Boyero de Berna natural de A Coruña pero de alma vallisoletana. Bueno, lo cierto es que como ladró aquel, "soy de donde cuelgo mi correa".
En esta preciosa foto, podéis verme junto al macho alfa de la manada, Dani, la hembra madre, Noelia y la pequeña cachorrita, Martina. Yo soy la belleza cuadrupeda de enorme sonrisa.
Mis humanos de compañía me trajeron desde el criadero donde vi la luz hace unos añitos porque la hembra madre se enamoró de mi a través de una fotografía. Hay que ver, la importancia de las fotos, parece que este texto es un homenaje al invento de Joseph Niepcé, pero nada de eso. Este texto es un homenaje a la parte más especial que tienen los seres humanos porque si bien es cierto que como especie les pierde la prepotencia y la arrogancia y se están cargando el planeta y a muchas inocentes e inofensivas especies animales, como individuos la cosa cambia y a veces te encuentras con humanos como los que me aceptaron en su manada y te reconcilias un poco con estos egocéntricos primates.
Desde el principio, mis humanos de compañía fueron muy cariñosos conmigo, confiaron en mi y me hicieron sentir una perrita querida y muy afortunada. Hasta tal punto llegó el grado de confianza, que cuando Noelia y Dani decidieron formalizar su relación a ojos de Dios y de la ley (los humanos son así de raritos) me permitieron tirar de la carroza que Jenny (una hermana de mi humana) y Luis (el macho de Jenny) construyeron para que Martina llegase a la salida de la iglesia como una princesa a felicitar a sus padres.
Me han permitido convivir con más animales de mi especie e incluso con Hachiko, un pequeño y encantador felino con el que hice muy buenas migas desde el primer momento. También he pasado unos estupendo ratos con otros humanos del entorno afectivo de los mios, como Noe, Marcela, Valentin... Podría decirse que he sido una perra mimada, porque hasta los ejemplares más mayores de la manada me han consentido hasta lo indecible y todos se volcaban conmigo, me preparaban unas comidas de aupa y me llevaban al parque a correr y a "hacer croquetas" por el césped, cosa que me encantaba.
Hablo en pasado porque hace poco que tuve que abandonar mi cuerpo físico y subí al cielo de los perros, desde donde cada día cuido de mi manada y desde allí poso para las fotos que la pequeña Martina me hace con su cámara de juguete. Mis humanos no permitieron que sufriera y cuando ya nada se podía hacer por mi enfermo cuerpecito, me ayudaron a subir al cielo con una sonrisa en la boca y un montón de besos y caricias que no necesité facturar, porque el vuelo hasta aquí lo he hecho en primera clase y pude subir todo el cariño como equipaje de mano.
Con mis humanos conocí mundo. Me llevaron a Francia, a Portugal y a un montón de sitios, pero la verdad es que yo era feliz en cualquier lugar donde pudiese tumbarme junto a Martina y olisquear su tripita hasta que la venciese el sueño.
No estoy triste,al contrario.  Ahora sé que llegará un día en el que volveremos a estar juntos porque Bola y Kora (unas cockers muy majas que he conocido aquí) me han he enseñado un sendero que te lleva desde el cielo de los perros hasta el cielo de los humanos y todo el tiempo están pasando perros y humanos de un lado a otro y da gusto ver los reencuentros y las toneladas de amor que se regalan los unos  a los otros.
Aprovecho esta oportunidad para deciros a todos que no perdáis la esperanza. Los humanos no son la especie superior pero lo cierto es que tontos del todo no son y se han empezado a dar cuenta de que se van a cargar el futuro de sus cachorros y de los cachorros de estos y de alguna manera, al igual que han sabido inventar cómo matarse a distancia, encontrarán la forma de cómo sobrevivir y por ende, el resto de especies disfrutaremos del invento que arrojará luz sobre este negro y contaminado futuro.
Si los padres de Noelia, Don Luis y Doña Jenny (que casualmente se llaman como los artífices de la carroza en la que transporté a Martina hasta la iglesia) han sabido educar a su familia en el respeto y el amor a los animales, no dudo en que las próximas generaciones de su manada seguirán el ejemplo y al igual que ellos renunciarán a vestirse con nuestras pieles y a matarnos por diversión o para construir adosados sobre nuestros refugios. Ojalá hubiese más humanos como ellos.Yo los quise mucho y también los cuidaré desde aquí arriba.
Y recordad, nadie se va del todo. Volveremos a vernos, pero aún no.

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