miércoles, 28 de noviembre de 2018

El príncipe Patoso


El príncipe patoso
Obra de Juan Pizarro Nogués para la compañía Katakrok teatro.

Personajes:

Duende Serafín
Bruja Lucera
Gallina Josefina 
Príncipe Patoso
Princesa casadera
Narrador


Narrador-Hace muchos muchos años, antes de la crisis, de la declaración unilateral de independencia y del cambio climático, antes siquiera de que se inventara el puré de patata, vivió en un país muy lejano un príncipe llamado Patoso.
Patoso era un tipo encantador, pero todo le salía mal.

Patoso- ¡¡Que desgracia más inmensa…todo me sale mal!!

Narrador-Y así era. Era tan patoso el pobre, que los habitantes de su reino siempre se reían de él, porque entre otras cosas, las princesas casaderas se burlaban de sus meteduras de pata, de su forma de pronunciar las erres y de sus constantes fracasos.

Princesa casadera- Ay príncipe patoso ¿podrías volver a repetirme lo que me dijiste anoche, a la luz de la luna?

Patoso- (Bastante cursi él) por supuesto amada mía: Tu Rostro Refulge como una Redonda estrella en el firmamento, Reflejando sobre las aguas del Río el brillo Resplandeciente de los ojos más hermosos.

Princesa casadera- jijijijijijijijijiji  (imitándolo) “reflejando sobre las aguas del río el brillo resplandeciente de jijijijijijj”

Patoso- amada mia, no os Riáis

Princesa casadera- ¿qué no que?

Patoso- Os ruego que no os riáis

Princesa casadera- jijijijijijijijijji (imitándolo one more time) “os ruego que no os riáis” jijijijiji

Patoso- amada mía…besadme (tropieza y se cae).

Princesa casadera- hay que ver, que patoso eres príncipe patoso. ¿Cómo voy a casarme con un hombre tan patoso?

Patoso- ¿por amor?

Princesa casadera-Uy por amor dice el tonto…el amor es un invento de los poetas, una broma de los juglares. El amor no existe.

Patoso- No digáis eso señora, el amor si existe, yo os amo con locura.

Princesa casadera- Así te va, Patoso, estás tan empeñado en casarte que no te das cuenta de lo patoso que eres.

Patoso- ¿Patoso?

Princesa Casadera-Si hijo, patoso, eres el príncipe de los patosos,

Patoso- ¿Patoso yo? ¿patoso yo? (se vuelve a tropezar)
Princesa casadera- jijijijijijijijiji (saliendo de escena) si consigues demostrarme que existe el amor y haces que me enamore de ti, me casaré contigo.

Patosa- Esperad señora (Da un traspies con los nervios)

Princesa casadera – (en off)  ¡¡Que patoso es el pobre!!

Patoso- (triste) Soy un pobre desgraciado. La princesa no me quiere porque soy un patoso que no sabe ni hablar. La vida no tiene sentido, prefiero morir a vivir sin ella.

Narrador: En ese momento, entre grandes artificios, un duende bondadoso que escuchó los lamentos del príncipe apareció de la nada.

Duende- No llores más, príncipe patoso. Es un desgaste energético demasiado grande.

Patoso- Cómo no voy a llorar, si estoy enfermo de amor y mi amada Casadera se burla de mi. No valgo para nada, nadie me quiere.

Duende- No digas eso, hay que pensar en positivo y canalizar esa amargura tuya, después ya solucionaremos el resto de los problemas.

Patoso- ¿Qué se puede hacer? Si Casadera no cree en el amor y yo no encuentro la forma de hacerla ver lo que siento.

Duende- Hay una manera, pero es muy peligrosa y se requiere gran valor.

Patoso- Estoy dispuesto a lo que sea (exagerando) pues no imagino la vida sin despertarme a su lado cada mañana.

Duende- En primer lugar trata de ser menos cursi hijo mío, que te pones muy ñoño. Te contaré un secreto: Casadera tiene un despertar horroroso y hasta el segundo café no está para nadie.

Patoso- (incrédulo) ¿Sí? ¡¡Quien lo hubiera imaginado!! Si es todo dulzura…bueno, menos cuando se ríe de mi.
Duende- Que por lo que veo es cada vez más frecuente.

Patoso- Pues ahora que lo dices…

Duende- Bueno, venga, a lo que estamos.
               Si quieres demostrarle a Casadera que el amor existe y casarte con ella (aunque yo recomiendo una convivencia previa) deberás encontrar a la Bruja Lucera, la bruja más malvada que existe en todo el universo y convencerla para que te entregué el secreto del amor verdadero, que ni se pide ni se da, ni se paga con dinero.

Patoso-  Pero eso suena muy peligroso!!

Duende- Toma claro. A ver si te has pensado tu que puedes enamorar a una mujer como Casadera invitándola al cine, o a unas cañas.

Patoso- Entonces vayamos en busca de la bruja Lucera.

Duende- Vamos, pero cuidado con la pared…demasiado tarde (patoso se choca de nuevo)

Salen de escena.

Bruja Lucera- Odio ir a trabajar…me hubiera quedado en la cama hasta las tres, con lo agustito que se está, pero claro…no me queda otra, ala…todo el día a hacer pócimas y hechizos y a aguantar a los clientes. Estoy que muerdo.

Duende- Hemos llegado.

Patoso- Cielo santo…es horrorosa y da bastante miedito.

Duende- No permitas que te asuste, si no demuestras gran valor, te arrancará el corazón y se hará una hamburguesa con el.

Patoso- Jope…que femenina.

Bruja- ¿Quién osa importunarme a estas horas del día?

Duende- Vamos chaval, que no se diga, concéntrate en la respiración.

Patoso- Perdonad señora Lucera, mi nombre es Príncipe Patoso y he venido hasta aquí, para solicitaros el secreto del amor verdadero.

Bruja Lucera- ¿El que ni se pide ni se da, ni se paga con dinero?

Patoso- Ese.

Bruja Lucera- ¿Y que me darás a cambio?

Patoso- En mi palacio tengo enormes riquezas, oro, joyas, Sal Maldon , especias de oriente y vino de la ribera del Duero.

Bruja Lucera- no me interesa nada de eso…pero hay algo que si me podría venir bien.

Patoso- Pídeme lo que desees.

Bruja Lucera- Quiero que me traigas una pluma de la gallina Josefina. La gallina mágica que vive lejos, muy lejos, muy lejos de aquí, a veinte minutos andando, Pero  si coges el 8 te pones allí en tres paradas.

Patoso-¿ Y me la dará así por las buenas?

Bruja Lucera- Uy por las buenas dice (maligna) solo te la dará, si adivinas su acertijo, pero tienes que saber que nadie, nadie, pero nadie nadie, ha adivinado jamás el acertijo de la gallina Josefina.

Patoso- No temas bruja, estoy muy motivado.

Duende- Y eso es lo que cuenta.

Patoso- voy pues, a ver a la gallina.

(desaparecen todos de escena y aparece la gallina)

Gallina- (cantando) es una lata, el trabajar, todos los días me tengo que levantar, aparte de eso, gracias a Dios…(suena un timbre) ay…quien vendrá a importunarme ahora, seguro que es algún pesado que viene a por una pluma.

Patoso- Buenas tardes señora Josefina, perdone usted que la moleste, pero es que necesito la receta del amor verdadero y solo me la darán si entrego a cambio una de sus plumas.

Gallina- Bueno muchacho, pues ala, al lío, como todos los que vienen. Tendrás que adivinar un acertijo, o de lo contrario, ni plumas ni nada.

Patoso- estoy dispuesto.

Gallina- Tiene ojos de gato, pero no es un gato. Tiene patas de gato pero no es un gato, cuerpo de gato pero no es un gato, maúlla, pero no es un gato. ¿qué es?

Patoso- Dios mío, ojos de gato, patas de gato, maúlla, pero no es un gato. Estoy perdido, nunca conseguiré la pluma. A no ser. (al público) ¿Alguien querría ayudarme? Por favor, estoy desesperado.

(si no lo saben que se lo chive un mayor: es la gata)

Patoso- Claro, la gata, porque tiene ojos de gato, patas de gato y maúlla, pero no es un gato.Ya va siendo hora de que los humanos empecemos a hablar con lenguaje inclusivo y aprendamos lo que es la paridad.

Gallina- En efecto, es la gata y como lo has adivinado, aquí tienes una de mis plumas para conseguir el secreto del amor verdadero.

Patoso- Gracias Josefina, me has hecho un gran favor.

Gallina- De nada joven, la verdad es que ya estaba harta de este acertijo y me apetecía cambiar, a partir de ahora pondré otro mucho más difícil.

Patoso- Más difícil…madre mía, para todo hay que estudiar.

Gallina- Y ahora ala, largo que me está entrando un apretón y creo que voy a poner un huevo.

Patoso- Adiós Josefina, muchas gracias.

Gallina- Adiós chavalote.

(sale la gallina de escena y entra la bruja)

Bruja Lucera- No me digas que lo has conseguido.

Patoso- Aquí la tienes.

Bruja Lucera- Genial, por fin podré hacerme la sopa de mis sueños, con el caldo de la pluma y un montón de pasta. Es que si hay algo que me gusta en este mundo, es la sopa.

Patoso- Me alegro mucho señora, pero ahora si no le importa, me podría dar el secreto del amor verdadero, que ardo en deseos de acudir junto a Casadera.

Bruja Lucera- Está bien príncipe patoso, allá va el secreto del amor verdadero, pon atención porque solo te lo diré una vez: el amor verdadero lo llevamos todos dentro, lo único que hay que hacer es encontrar a la persona adecuada para dejarlo salir.

Patoso- ¿y ya está?

Bruja Lucera- pues si majo, ya está. Si quieres un consejo, asegúrate de que tu princesa se haya tomado por lo menos un par de cafés antes de darle la barrila.

(se va de escena)

Patoso- Jope…pues vaya.

Duende- No te desilusiones amigo, por ahí viene Casadera, trata de hablar con ella.

Patoso- Allá voy.

(entra casadera)

Patoso- Amada mía. ¿Un cafetito?

Casadera- Uy que bien, Patoso, con las ganas que tenia de reírme…¿podrías recitarme eso de “el perro de san roque no tiene rabo”?

Patoso- ¿Perdón? Yo he venido a hablaros de amor.
Casadera- Huy que turras es este muchacho, si yo lo único que espero de los hombres es que me hagan reír, es para lo único que valen.

Patoso- Pero amada mía, el amor verdadero lo llevamos todos dentro, lo único que hay que hacer es encontrar a la persona oportuna para dejarlo salir.

Casadera- ¿Y tu eres la persona adecuada?

Patoso- Pues a lo mejor…quizas…puede…esto…si.

Casadera- Cuanto lo siento príncipe y te lo digo con todo mi cariño, a lo mejor tu estás enamorado de una ilusión y yo no soy más que lo que te gustaría encontrar en cualquier princesa, pero la princesa perfecta, la que tu amas, no existe, así que adiós. Que tengas mucha suerte. Me voy a por un café.

(se va de escena y entra el duende)

Duende- Vaya chasco, muchacho. ¿Ahora que vas a hacer?

Patoso-No lo sé, pero este reino es muy grande. Olvidaré a Casadera, abriré una cafetería en el centro y buscaré a la mujer que me haga feliz.

Duende- Sabes…creo que este es el principio de una gran amistad. Vamos, te invito a una infusión relajante.

Narrador: Esto pasó hace muchos, muchos años, pero el secreto del amor verdadero sigue siendo el mismo, todos llevamos dentro el amor, lo único que tenemos que hacer, es esperar a que se presente la persona adecuada y cuando la encontremos, permitid que ella misma lo descubra en nosotros.
Y colorin, colorado…este cuento se ha acabado.







viernes, 23 de noviembre de 2018

Implosiones


Mi primera vez no ha tenido nada que ver en absoluto con lo que me han contado los colegas, ni con lo que había visto en las pelis y en las revistas.
Nadie me dijo que cuando llegara el orgasmo sentiría como mi cuerpo estallaba por dentro y que el inmenso placer de fragmentación me dejaría fuera de combate.
Cuando Carolina me confirmó que vendría a cenar a casa, mi cerebro proyectó miles de imágenes de lo más eróticas.
Mis padres se han ido a pasar el fin de semana a la finca de unos amigos de Cáceres. El haber aprobado la selectividad con una nota que me permitirá matricularme en medicina y terminar trabajando en la clínica del abuelo, sumado a que pronto cumpliré dieciocho años, han sido las mejores credenciales para conseguir que no me mandasen a casa de mis aburridos primos como hacen siempre que se van fuera. Se acabó lo de jugar al cinquillo la noche de un sábado. Tengo otras prioridades durante las ausencias de mis padres.
Sé que ahora se llevan los chicos que cocinan y que controlan de maridajes de vinos y repostería fina, pero el haberme pasado los últimos años de mi vida estudiando como un cabrón para sacar la mejor medía en bachillerato, no me ha dejado tiempo para perderlo en esas cosas. Al fin y al cabo, yo debería seguir la tradición familiar y ser cirujano cardiovascular, no cocinero de Master Chef.
Carolina llegó puntual a las nueve y media, justo diez minutos después de que el repartidor del restaurante japonés más famoso de la ciudad hubiera traído el pedido que me costó un ojo de la cara y parte del otro. O lo que viene siendo la propina que me dio la abuela cuando publicaron las notas.
Puse la mesa en la terraza con velitas y esas pijadas y mientras servía el sushi le di al play en el equipo del salón donde sonó el cd de Sinatra que tanto le gusta a papá. Una botella de verdejo de Rueda y otra de Moet Chandon de las que guardan para las ocasiones especiales bien frías y servidas en las copas adecuadas, terminaron de hacer el resto. A los postres y si conseguía controlar el medio pedo que me había agarrado con el vino y el champagne, todo parecía indicar que perdería la virginidad.
No tenía muy claro si Carolina era virgen dada su educación en el colegio del Opus donde estudiaba desde primaria, pero también iba a empezar la carrera y por lo que tenía entendido las de Derecho del CEU suelen ser muy estrechas. Lo que si estaba claro es que toleraba el vino mejor que yo. ¡Que saque tenía la jodia!
 La forma de besarme en cuanto pasamos dentro al terminar de cenar me reafirmó en la idea de que este era el día.
Mientras nos besamos me armé de valor y le introduje la mano por dentro de la camisa y a pesar de romperle dos botones con las ansias, pude notar como sus pezones se habían endurecido y al acariciarlos, cosa que me resultó muy sencilla puesto que no llevaba sujetador, Carolina me arrastro hasta el sofá más cercano sobre el que me derribó con la maestría de una judoca olímpica. Sexo débil dicen, no conocen a Carolina.
Al percatarse de mi erección, lejos de dejar de besarme o de separarse de mí, sencillamente me desabrochó los pantalones y en menos de diez segundos su mano se cerró con decisión en torno a mi miembro y comenzó a masturbarme muy despacio. Aproveché la coyuntura para despojarle de la camisa y para quitarme la camiseta y antes de que me diera cuenta, ella ya me había terminado de desnudar y se había quitado la falda y las bragas. Para mí era sencillamente preciosa. Carolina no tiene uno de esos cuerpos de actriz italiana en los que las curvas te invitan a borrar de tu mente cualquier otra cosa que no sea la perfección de sus pechos, la maravilla de sus caderas y el esplendor de su trasero. Simplemente es una chica normal, perfecta en su normalidad.
Debí haber hecho caso a mi padre cuando me habló de apuntarme al gimnasio los fines de semana durante el curso, “men sana in corpore sana” que dice siempre.  Así no me hubiera sentido tan patético al desnudarme. Pero el exceso de vino me ayudó a sentirme un Superman
-¿Tienes un preservativo?-me preguntó Carolina en voz muy baja, como si le diese vergüenza – tendremos que tomar precauciones si vamos a hacerlo.
Chica lista. Desde luego yo había contemplado esa opción y tras recoger los pantalones que yacían sobre la alfombra junto al sofá, extraje un condón del bolsillo trasero.
Lo de las gomas es un coñazo, te corta el rollo bastante, pero a pesar del puntillo no tardé en ponérmela y antes de que se me bajase la erección acepté la invitación que me hicieron sus piernas al abrirse como las de una gimnasta rítmica y entré en ella disimulando mi falta de experiencia y tratando de no quedar como un idiota. Aunque eso no lo terminé de lograr. Hasta la quinta no fue la vencida y solo entonces conseguí penetrarla. En las pelis parece más fácil. No sé si gritó de dolor o de placer, pero al escuchar su grito según la penetraba, agradecí sobre manera el vivir en un chalet independiente con amplia parcela llena de árboles.
Se me abrazó con fuerza y acompañó los movimientos de mis caderas con los de las suyas. Fue realmente increíble. Allí estábamos los dos, casi como si llevásemos haciéndolo toda la vida. Nosotros… que no habíamos pasado de morrearnos y acariciarnos por encima de la ropa aprovechando la oscuridad de los reservados de la discoteca donde celebramos el cumple de su hermana el mes pasado.
De repente (demasiado pronto quizás) y en medio de aquella sensación tan agradable y especial mil veces superior a la mejor paja que me hubiese hecho desde que descubrí que no te quedabas ciego al masturbarte, un estallido interior acompañó mi eyaculación. Me corrí como si quisiera deshidratarme por completo dentro de ella y al tiempo sentí como si una bomba de placer y napalm abrasase todo mi ser. Aquello me dejo extasiado, casi desmayado, de hecho, estuve a punto de perder el conocimiento  mientras Carolina me besaba con ternura y me acariciaba la espalda.
 Al poco de encender el pitillo reponedor abrazado a ella en el sofá,  repentinamente una mano de conocido olor maternal me quitó el cigarro de los labios y Carolina,  
cubriéndose avergonzada escuchó a mi madre, que había vuelto de forma sigilosa, sin avisar y mucho antes de lo previsto decir enfadada, “en casa no se fuma”.